Vermeer y los colores toxicos del mercurio (hidrargirismo)
Vermeer y los colores toxicos del mercurio (hidrargirismo)
Tampoco existe ninguna referencia documental al estado de su salud en su corta vida. Tan sólo tenemos una referencia indirecta de los sucesos inmediatos a su fallecimiento en boca de su mujer.
En diciembre de 1675, a los cuarenta y tres años, Johannes Vermeer murió repentinamente. Su mujer, Catharina Bolnes, contó que las consecuencias económicas de la guerra (el ejército francés de Luis XIV invadió los países bajos, saqueándolos y devastándolos durante el período 1672-1673) habían sido ruinosas y que el artista, “a causa también de la gran carga de criar a los hijos, y no teniendo medios propios, había caído en tal deterioro moral y depresión y había sufrido tanto, que le había llevado a la locura y en el transcurso de un día o día y medio, siendo un hombre sano había muerto”. De este trágico relato diferentes autores han concluido que el artista fue víctima de un ataque de apoplejía, consecuencia de las graves preocupaciones económicas ligadas al mantenimiento de su numerosa familia (a su fallecimiento dejó 10 hijos menores de edad).
Pero, ¿estaría la clave de su fallecimiento en el seno de su propia pintura?
En el cuadro conocido como “La alcahueta”, 1565, aparece un joven músico, que se vuelve hacia el espectador y levanta el vaso. Todos los especialistas coinciden en afirmar que en este personaje hay que reconocer un autorretrato del artista. Si nos fijamos en la dentadura del que se considera su autorretrato (Diapositiva 1), se aprecia una coloración alrededor de las encías. La intoxicación crónica ocasionada por el mercurio da lugar a una estomatitis mercurial que se manifiesta por la aparición de un ribete de color pardo azulado en las encías, conocido como ribete de Gilbert, junto con una frecuente caída de dientes. El hecho de plasmar este detalle en 1655 es significativo. Vermeer empleó en sus cuadros el rojo Bermellón (elaborado con sulfuro de mercurio), cuyo vapor se absorbe muy bien por vía pulmonar y vía cutánea. Por su acción tóxica sobre el cerebro -especialmente sobre el lóbulo temporal y el área límbica- es responsable de una encefalopatía, que favorece la depresión, irritabilidad y cefalea persistente “había caído en tal deterioro moral y depresión”. Este deterioro de su estado general sin duda se potenciaría con los dolores generalizados que causa la intoxicación crónica por mercurio y que habría llevado a comentar a su mujer “y había sufrido tanto”. Con el transcurso del tiempo la sintomatología del hidrargirismo se hace más evidente y aparece el eretismo mercurial, caracterizado por una alteración del comportamiento, con irritabilidad, y un descenso de su rendimiento intelectual. A estos cambios podría deberse el comentario final hecho por su esposa “le había llevado a la locura”.
El estudio caligráfico de las firmas de Vermeer aporta una valiosa información. Las cuatro primeras firmas corresponden a los años 1653, 1654, 1655 y 1657. La última corresponde al año 1672 (cuanto tenía tan sólo 40 años y estaba a tres años de su fallecimiento), y muestra una firma con claros signos de deterioro gráfico, inusualmente fragmentada, que revela la fatiga muscular de la mano dominante y con evidente temblor (Diapositiva 2). Esto podría estar en relación con la polineuropatía periférica causada por la intoxicación por mercurio, que afecta especialmente al contingente motor del nervio radial. A menudo se manifiesta con una cierta debilidad del antebrazo, muñeca, flexión de los dedos y extensión del pulgar.
¿Se podría confirmar este hecho? Vermeer falleció el 15 de diciembre de 1675 y está enterrado en el sepulcro familiar de la Oude kerk (Iglesia Nueva) en Delft, Holanda. Sus restos todavía conservan la respuesta.