Prevención y economía circular: un vínculo insoslayable (1/3)
Prevención y economía circular: un vínculo insoslayable (1/3)
Teniendo en cuenta las implicaciones y consecuencias que tiene para la seguridad, la salud y el medio ambiente, la gestión integral de la Prevención adquiere hoy especial relevancia y trascendencia, tanto desde el punto de vista técnico como social y económico. Se trata de un asunto que debe asumirse con profesionalidad en cualquier sector de actividad, con visión estratégica, enfocado hacia la eficiencia y la eficacia, y respetando los principios básicos de la economía y de la calidad.
Pero también se han de tener en cuenta otros aspectos de naturaleza personal que condicionan hoy en día las actitudes y el comportamiento de la sociedad civil cuando se habla de prevención. La evolución cultural, el auge de los medios de información y comunicación, y el imparable proceso de consolidación del “estado de bienestar”, configuran un perfil de ciudadano cada vez más exigente en cuanto atañe a “calidad”, en el sentido más amplio del término. Y el término “prevención” adquiere su máximo significado cuando la sociedad reclama, con fundamentada autoridad moral, exigencias asociadas a los conceptos de seguridad, salud e higiene ambiental. Son frecuentes las reivindicaciones que se manifiestan cuando los ciudadanos intentan ejercer sus derechos en este ámbito a través de las organizaciones sindicales, los comités de empresa o los medios de comunicación.
La preocupación y la sensibilidad de la sociedad en relación con la seguridad y la prevención de riesgos generan una creciente demanda de recursos y servicios especializados en este terreno. Esta necesidad viene además reforzada por las especiales características del actual contexto económico, que exige optimizar el retorno de las inversiones en medios y recursos de todo tipo, y proyectar a la vez al máximo la duración del ciclo de vida de los productos. Los recursos productivos, sobre todo los naturales y de índole limitada, son cada vez más costosos y escasos, lo cual conduce a la necesidad de gestionarlos con rigor, y de utilizarlos de un modo que permita evitar el despilfarro a lo largo de todo su ciclo de vida. El clásico esquema lineal extracción-transformación-uso-eliminación ha de ser sustituido por opciones de retroalimentación del tipo reducción-reciclaje-reutilización-recuperación, de acuerdo con los fundamentos de la llamada “Economía Circular”. A lo cual hay que añadir también la necesidad de adoptar nuevos modelos de negocio basados en los principios de la Sostenibilidad.
Reducir costes y optimizar la competitividad son factores supeditados a la elaboración de presupuestos, hecho que afecta por igual a empresas, instituciones y administraciones públicas. Sin lugar a dudas, esta realidad cuestiona ciertas actividades productivas que, por intentar mantener una posición destacada y fiable en el mercado, caen en la temeridad de reducir precios en perjuicio de la calidad de los productos elaborados, de los servicios prestados y, por mal uso de los recursos, del medio ambiente. Una empresa cuyo único objetivo sea el de facturar e incrementar su volumen de negocio descuidando la profesionalidad de sus procedimientos productivos, está destinada, tarde o temprano, al fracaso más rotundo y al desprestigio, por anteponer un esquema de negocio especulativo al de la calidad y la ética. Por otro lado, la sociedad civil es cada vez más culta y preparada, está mejor informada desde todo punto de vista, y en consecuencia, sus exigencias y demandas son crecientes y rigurosas, tanto en términos de precio como de calidad. La creencia de que “lo barato es mejor” ha perdido terreno en el entorno económico contemporáneo, y en cambio es importante destacar que los conceptos de “calidad” y de “función” tienden a prevalecer sobre los de “bajo precio”.
Mantener niveles de profesionalidad que permitan asegurar la productividad, la eficiencia y la eficacia en cualquier sector de actividad, implica además la necesidad de mantener una política de mejora continua y de innovación. Actualmente, el rápido avance de las tecnologías y procedimientos de toda índole exige a las empresas ajustar sus métodos y sistemas productivos de modo permanente, adoptando las nuevas alternativas que día tras día aparecen en el mercado. Eludir la innovación y mantener procedimientos de actuación desfasados es una actitud temeraria que solo lleva al desprestigio y a la pérdida de competitividad.
Alcanzar, y luego mantener, niveles óptimos en materia de seguridad e higiene ambiental, ha de ser el objetivo fundamental de la Prevención. Es sobre la base de esta premisa que se ha de proyectar cualquier estrategia de prevención basada en los principios de la economía circular. Pero este principio se ha de aplicar de modo integral y en el sentido más amplio del término, es decir, el de la prevención enfocada no solo al individuo en su entorno inmediato de vida y trabajo, sino también al ámbito de la gestión sostenible de todos los recursos del planeta.
LOS PRINCIPIOS DE LA ECONOMIA CIRCULAR
La Economía Circular, el sistema holístico que están utilizando muchas empresas para repensar sus ciclos productivos, adquiere en estos momentos relevancia a gran velocidad. Entre otras cosas, trabajar sobre la base de sus principios permite corregir un sinnúmero de deficiencias durante la fabricación de productos o la prestación de servicios, optimizando el consumo de recursos, reduciendo la generación de residuos y subproductos desechables, y aportando nuevas fuentes de producción y ahorro de energía. La Economía Circular facilita además aplicar el principio de la Prevención Integral y de la Sostenibilidad en materia ambiental, ya que incluye la consideración de todos los aspectos necesarios para garantizar el modelo de desempeño que requiere la era de la Globalización.
Como antes fue adelantado, la mayoría de los actuales procesos industriales se adaptan al modelo lineal “extracción-transformación-uso-eliminación”, que presta escasa atención a si los productos, sus componentes o los recursos empleados en su producción son utilizados o no de modo racional. El resultado es comprobar que la mayoría de los recursos son empleados con un solo fin específico, para luego ser en parte eliminados bajo la forma de residuos.
En contraposición a este planteamiento, la economía circular es, conceptualmente, “restauradora” y “regenerativa”, propiciando que productos, componentes y materiales mantengan su valor y su utilidad de modo permanente, aspecto que se debe tener en cuenta desde la fase del diseño. El objetivo es procurar que tanto las materias primas como los productos y los recursos se mantengan dentro del ciclo productivo el mayor tiempo posible, prescindiendo del acostumbrado indicador de desarrollo económico basado exclusivamente en la magnitud del consumo de productos acabados. La economía circular aboga por esquemas de pre y post producción que mantengan a los productos en servicio durante un largo período, procurando su reutilización una y otra vez. Planteamientos de esta naturaleza adquieren en la práctica la forma del “leasing”, del “intercambio de residuos valorizables” como materia prima o fuentes de energía, o del compromiso de “recambio-sustitución”, como es el caso, por ejemplo, de lo que se empieza a ver en el sector de los electrodomésticos, o del reacondicionamiento de equipos y maquinaria industrial.
Planteamientos de este tipo implican casi siempre la reconfiguración de los modelos de negocio, lo cual pasa necesariamente por la adopción de los principios de la “Eco innovación” o del “Ecodiseño”, una de las bases fundamentales del desarrollo sostenible. El diseño y los procesos productivos deben ser ajustados a la producción de artículos de larga persistencia, bien sea mediante el incremento de su durabilidad, o permitiendo la sustitución de componentes a lo largo de su ciclo de vida mediante su reparación, reacondicionamiento o nueva fabricación, principios que están absolutamente reñidos con la tan lamentable práctica de la “obsolescencia programada”. Aún más revolucionario es lo que ocurre cuando las industrias establecen con sus clientes un compromiso de implantación de modelos de negocio innovadores, mediante los cuales el proceso de reciclaje o reacondicionamiento se logra a través del retorno de los productos obsoletos a la cadena de producción. Sin embargo, este esquema es aplicable solo cuando se dispone de mecanismos, infraestructuras y vías de recolección que faciliten a los usuarios el retorno de los artículos al productor o al distribuidor.
Aun cuando los principios de la Economía Circular son aplicables a diversos sectores de actividad, es interesante analizar, a modo de ejemplo, las tendencias que en este sentido está marcando su adopción como filosofía de trabajo en dos áreas críticas que requieren especial atención: la gestión de los residuos y del ciclo del agua. La primera, constituye una valiosa oportunidad para generar beneficios económicos y ambientales. La segunda, se enfoca a preservar un recurso escaso y frágil, que debe ser tratado con especial rigor.