Prevención, incendios forestales y otras catástrofes naturales

Prevención, incendios forestales y otras catástrofes naturales

¿Es posible recurrir a estrategias preventivas para evitar los incendios forestales y otras catástrofes naturales? Actuar con responsabilidad en este terreno constituye una necesidad perentoria, un reto ineludible y una valiosa oportunidad.
5 Septiembre 2016

PREVENCION, INCENDIOS FORESTALES Y OTRAS “CATASTROFES NATURALES”

Como cada año, como cada mes de agosto, mientras intento disfrutar de algunos días de tranquilas vacaciones, me alcanzan a través de diversas fuentes mediáticas las perturbadoras noticias que relatan la descomunal cantidad de incendios que asolan y destruyen superficies forestales, campos de cultivo y bosques de gran valor patrimonial en diversas zonas del país y del mundo entero. Dichas noticias no constituyen otra cosa que la confirmación de que las medidas para prevenir estas calamidades, también anunciadas cada año con bombo y platillo antes del verano, no han sido eficaces para evitar, y ni siquiera para frenar, la ola de episodios destructivos que se repiten con puntual periodicidad, como si se tratase de una epidemia contra la cual no ha sido posible descubrir ninguna vacuna ni ningún anticuerpo medianamente eficaz.

Estas lamentables noticias me conducen a recordar los primeros pasos que se dieron a nivel mundial en materia de protección ambiental, cuando en 1972 Naciones Unidas organizó en Estocolmo la primera Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente. Esta reunión de expertos y autoridades de alto nivel, que también fue llamada “Cumbre de la Tierra”, fue el preludio de otras que años más tarde la siguieron: la de Río de Janeiro (1992), la de Johannesburgo (2002), y unas cuantas más que a lo largo del tiempo llevaron a desencadenar los Protocolos de Kioto y las políticas de reducción de los gases de Efecto Invernadero. En su día marcaron tendencias importantes en materia de protección de los recursos del planeta, sentando las primitivas bases de las opciones que hoy en día respaldan las conocidas estrategias contra el cambio climático, la promoción de la diversidad biológica, la apuesta por la sostenibilidad, o la necesidad urgente de repensar y reconducir con responsabilidad los hábitos de comportamiento de la economía, la política y la sociedad civil.

Cuando se llevó a cabo la Conferencia de Estocolmo, yo desempeñaba en Chile mi profesión como Ingeniero Agrónomo en el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (IICA), de la Organización de Estados Americanos (OEA). El “slogan” que la Cumbre de Estocolmo invocaba entonces como principio era “Si no eres parte de la Solución, eres parte del Problema”. Inspirados y motivados por esta simple frase, un grupo de profesionales multidisciplinares decidimos unir esfuerzos, y llevar a la práctica acciones de sensibilización y promoción de los aspectos más elementales de la defensa y protección ambiental, producto de lo cual fue la creación de la Sociedad Chilena del Medio Ambiente, que más tarde extendería sus actividades hacia la colaboración y fusión con otros organismos e instituciones del país, de similar enfoque e intencionalidad. Sin embargo, las repercusiones de nuestra iniciativa no fueron relevantes. Se nos trató de ilusos, de idealistas, de utópicos, e incluso, de románticos y de derrotistas. Tuvimos que reconocer que, en aquellos momentos, el medio ambiente no era un asunto de importancia ni para la sociedad ni para los políticos de turno. Entonces, era más urgente resolver otras prioridades que, aunque legítimas y loables, ofrecían la posibilidad de conseguir réditos más inmediatos para una sociedad ávida de igualdad y de solidaridad, que buscaba un camino más directo hacia el logro del ansiado estado de bienestar.

Las anteriores constataciones me llevan hoy a reflexionar sobre varias cuestiones en relación con la urgente necesidad de proteger el patrimonio natural de la humanidad, sustituyendo la fatal costumbre de “reparar” o “corregir” hechos consumados, por la adopción inteligente y responsable de los principios elementales de la “prevención”, una alternativa de actuación que a mi juicio debe ser enfocada de acuerdo con el alcance más amplio de su definición conceptual. El hecho de tomar como ejemplo el lamentable escenario de los incendios forestales, no significa que las incógnitas que deseo plantear sean solo materia aplicable a este terreno, sino que también creo necesario hacerlas extensivas a la totalidad del término “Medio Ambiente”, una expresión que define connotaciones de especial complejidad, que nadie hoy en día debería negar. Dicho esto, los aspectos que deseo esbozar, para que al menos sirvan de base para la reflexión y el debate que el tema requiere, son los que expongo a continuación.

1 – ¿Por qué se anuncian a los cuatro vientos campañas de prevención de incendios, que impactan con relativa eficacia por la vía sensacionalista, pero que no consiguen llamar la atención de la ciudadanía sino cuando la devastación ya está hecha? El despliegue de recursos para extinguir los incendios forestales adquiere características de espectáculo mediático, pero solo llama la atención cuando el mal ya es un hecho consumado. Ninguna acción preventiva, ni ninguna estrategia de formación y sensibilización pública, han sido publicitadas con fuerza suficiente para generar actitudes preventivas responsables por parte de los ciudadanos potencialmente más vulnerables a este tipo de catástrofes. Al final, todo se traduce en lamentos, y en la cómoda denuncia del chivo expiatorio más próximo y creíble, sin que se apliquen sanciones disuasivas contundentes que lleven al escarmiento de los presuntos autores, y de aquellos que en algún momento tengan la ocasión o la tentación de llegar a serlo. Lo que ocurre con los incendios forestales es también extrapolable a las sequías, a las inundaciones, a la erosión de la tierra, a la desertización, así como a otros efectos negativos sobre el medio ambiente provocados por la interacción de múltiples factores. Entre ellos, destaca el cambio climático, fenómeno que muchos se niegan obstinadamente a reconocer, pese a que sus comprobadas causas, así como sus consecuentes secuelas, son el resultado de muchos años de miopía preventiva, de imprudencias, y de la prevalencia de intereses mezquinos y especulativos.

2 – ¿De qué sirven las experiencias del pasado si no se aplican a corregir errores y a mejorar las estrategias preventivas? Fundamento esta cuestión en el hecho que mencioné al principio, es decir, en la repetición crónica de los incendios forestales que cada año arrasan múltiples territorios, y de la similitud que también se aprecia entre las campañas anuales para prevenirlos y controlarlos. Volvemos a tropezar una y otra vez con la misma piedra, y no aprendemos la lección. Tenemos bloqueada no solo nuestra visión de futuro, sino también nuestra imaginación y nuestra capacidad creativa, por no querer ser más drástico y mencionar también nuestra indolencia y nuestra pérdida de voluntad para la acción constructiva.

3 – Creemos a fe ciega que el estado de bienestar es algo inamovible, que es un derecho adquirido y gratuito. Estamos emborrachados y deslumbrados por el éxito que nos proporcionaron los años de vacas gordas previos a la reciente crisis, durante los cuales estuvimos viviendo en un mundo de fantasía, pero aún no hemos logrado aprender y aprobar las lecciones que con dramática claridad nos insinuó dicha crisis.¿Pretendemos acaso seguir viviendo de acuerdo con unos esquemas de comportamiento que nos deslumbraron mientras las cosas iban bien, sin darnos cuenta de que el resultado de dicha actitud tenía fecha de caducidad y nos llevaba al caos? Para constatar esta lamentable realidad, no hay más que observar cómo muchas empresas murieron de éxito durante la mencionada crisis por no saber rediseñar y reconducir a tiempo sus negocios. Y cómo simples ciudadanos, por ingenuidad, negligencia o ignorancia, vieron evaporarse sus ilusiones cuando pretendieron alcanzar niveles de vida excesivamente alejados de los medios y recursos de que realmente disponían.

4 – La Prevención constituye una herramienta consolidada que ha demostrado su validez en el entorno más inmediato de las personas, como es el ámbito de la seguridad y de la salud laboral. Sin embargo, al plantear con sentido global la sostenibilidad y la gestión de recursos, sus principios se deberían aplicar de modo transversal a todos y cada uno de los aspectos que permitan garantizar la estabilidad del planeta y la vida de sus habitantes, incluyendo en el proceso el compromiso de participación proactiva y responsable de todos los agentes implicados en ello. El tiempo ha confirmado la validez de las previsiones y de los postulados generados durante las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente. Durante la primera, la de Estocolmo, entre otros aspectos se divulgó una declaración que destacó las características y los límites del modelo tradicional de crecimiento entonces vigente. Pasados más de cuarenta años, salvo tímidas incursiones por parte de algunas organizaciones e instituciones públicas y privadas, aún no han sido adoptadas las medidas elementales y definitivas para reorientarlo de modo verdaderamente eficaz.

Nadie discute hoy la necesidad de tomar medidas para evitar las catástrofes naturales que acosan cada día con mayor frecuencia e intensidad a países del mundo entero, todas ellas resultado de no tomar a tiempo las medidas para evitarlas, o al menos, para reducir sus efectos negativos. Se cuenta actualmente con medios, métodos y sistemas que los avances tecnológicos ponen en nuestras manos para ser utilizados con éxito en la prevención de este tipo de desastres, entre los cuales, por citar los más conocidos, están la meteorología, las herramientas de localización vía satélite, las técnicas avanzadas de gestión forestal y de recursos hídricos, y las opciones de formación, divulgación y sensibilización pública por la vía de Internet y de las redes sociales. Todo ello, sin descartar la valiosa contribución que, en materia de control y vigilancia ambiental, podrían prestar de modo solidario y organizado la policía y las fuerzas armadas.

Aplicada con proyección transversal en el mundo global, la prevención en materias ambientales constituye para los países industrializados no solo un reto de obligado cumplimiento, sino también una valiosa alternativa para frenar el deterioro de los recursos del planeta, y asegurar por esta vía su sostenibilidad. Pero también representa para ellos una herramienta reactiva de gran valor a la hora de corregir los efectos negativos a los cuales han conducido modelos de desarrollo y de progreso a menudo marcados por la irresponsabilidad, la imprudencia y el ejercicio del despilfarro.

En países emergentes, actuar aplicando criterios preventivos constituye un ineludible compromiso, pero también una verdadera oportunidad, aquella que surge de aprovechar el análisis de los errores ajenos del pasado, extraer de ellos las lecciones pertinentes, y capitalizar todo este conjunto en beneficio de la adopción de iniciativas políticas, sociales y económicas que conduzcan a la consolidación de un planeta acogedor, equilibrado y estable.

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