¿Puede mejorar la seguridad en el tránsito sin Educación Vial?

¿Puede mejorar la seguridad en el tránsito sin Educación Vial?

En los últimos años vienen implementándose una importante cantidad de acciones que apuestan a mejorar la seguridad en los desplazamientos terrestres y con ello disminuir la siniestralidad vial que tantas víctimas directas e indirectas vienen produciendo.
15 February 2022

En la industria automotriz, la incorporación de tecnologías de avanzada, diseños innovadores y desarrollo de nuevos materiales que mejoran los vehículos, no dejan de sorprendernos cada día. A ello se agregan los impresionantes avances para reducir posibles errores en la conducción y mejorar las respuestas ante situaciones imprevistas que pongan en riesgo la seguridad del vehículo.

         Tales avances no solo son fascinantes, sino que han logrado que, en la famosa trilogía -vehículo-vía-factor humano– la industria automotriz sea considerada líder en la búsqueda de mejorar la seguridad vial y disminuir la cantidad y gravedad de las colisiones de tránsito.

         También se han producido cambios en los paradigmas de la ingeniería aplicada a la infraestructura vial, incorporándose una visión más humanizada de la movilidad, admitiéndose que los usuarios puedan cometer errores y transgresiones, los que deben tenerse presente al diseñar curvas, establecer velocidades máximas o al definir medidas de protección en calles y caminos, dando origen así al concepto de carretera indulgente.

De nada sirve que la sociedad ante tragedias reiteradas en un determinado sector de una ruta, se conforme con una declaración administrativa y/o judicial que establezca que los propios conductores son los culpables de no respetar la señalización que advertía de una curva peligrosa, si se podrían haber realizado las obras (mediando la idea de vías indulgentes) para que deje de serlo, evitando su ocurrencia.

No es un tema menor acercar a la discusión, una reiterada práctica consistente en difundir los siniestros viales graves poniendo el acento en los presuntos responsables y adjetivando sus transgresiones o errores (conductor imprudente, borracho, negligente o criminal, por solo mencionar algunas), buscando así responder superficialmente al estrépito social que generan.

Esa forma de reacción social ante la producción de los siniestros viales busca encontrar culpables y no causas, y eso obstaculiza la adquisición de experiencias y conocimientos que puedan evitar el próximo siniestro. Agotar nuestra mirada de las tragedias en las culpas de los involucrados y en las penas que les podrían aplicar, no logrará conductores más seguros ni un tránsito con menos siniestros.

Y llegamos al tercer elemento interviniente en el fenómeno del tránsito terrestre: el factor humano.  Y es aquí donde aparecen mis mayores objeciones al camino recorrido por la seguridad vial en la materia, entendiendo que es el que menos se adecuó a las necesidades y demandas de una sociedad que reclama medidas contundentes para prevenir los siniestros viales.

Esa falta de adecuación del factor humano a las exigencias de una movilidad más segura tiene, a mi entender, posibles razones:

  • El concepto de fatalidad, mala suerte o un designio divino que facilitaba la resignación ante los siniestros viales, impidieron por mucho tiempo entender que sus causas, en la mayoría de los casos, estaban vinculadas a los comportamientos u omisiones humanas:
  •  El pensamiento pragmático y cómodo de imaginar que mejores vías de circulación y autos con medidas de seguridad más avanzadas serían suficientes para enfrentar el flagelo;
  • La idea que lo importante estaba en determinar las mejores acciones que mejoren la seguridad, basadas en la investigación y la experiencia, sin importar la forma de comunicarlas ni los profesionales encargados de hacerlo.

Hace varios años me impactó una frase que enseñaba que “Una medida preventiva eficaz es aquella en que la persona a la cual va dirigida, asume comprendiendo las ventajas que le aporta”, la que reforzaba la diferencia entre capacitación para aprender una acción preventiva y formación, en donde además de comprenderla y ejecutarla, la persona está convencida de su importancia y de los beneficios que le puede generar para su vida.

Si la seguridad vial, en una definición básica es el conjunto de conocimientos que buscan evitar los siniestros de tránsito o atenuar sus consecuencias, la educación en la materia, significa el desarrollo de las mejores estrategias pedagógicas para que esos saberes se incorporen a la vida de los destinatarios.

         No hay líderes mundiales que no resalten la importancia de la educación como instancia de crecimiento y superación de cualquier sociedad o nación.  Sin embargo, en seguridad vial se le dio un espacio mínimo, considerando que, con solo difundir las normas de tránsito o las buenas prácticas, las personas inmediatamente las ponen en práctica.  Así, con solo decir que el casco salva vidas y además es obligatorio, basta para que todos los motociclistas lo usen.

         La educación es una ciencia que se especializa no solo en la mejor manera de enseñar saberes, sino también mejorar aprendizajes, a través de técnicas y metodologías didácticas que facilitan la adquisición de nuevos conocimientos de manera eficaz y sencilla.  Creer que porque se tienen conocimientos de seguridad vial nos transforma en educadores constituye una liviandad que no admite justificación.

         Equivocar en la educación vial es, en mi concepto, un error, pues se ha prescindido de los profesionales en la materia, que son los que, previa formación en seguridad vial, pueden definir los mejores caminos, estrategias y recursos para formar y convencer a la sociedad que la seguridad vial es un valor para incorporar.

         Lo que agrava la situación es que, ante una educación vial no profesional, los resultados han sido bastantes pobres, por lo cual, en vez de analizar los verdaderos motivos del fracaso, se fue estigmatizando a la sociedad atribuyéndole falta de compromiso con la seguridad vial al no aplicar lo que les fue enseñado (de una manera deficiente), determinándose por ello que la respuesta sea establecer sanciones más severas para corregir tantos desvíos cometidos en la vía pública.

         Como corolario, entiendo que es importante reconocer que la mejora de la Seguridad Vial requiere de dos tipos de profesionales:  Por un lado, los que trabajan para determinar las buenas prácticas que permitan prevenir los siniestros viales y por la otra, los profesionales de la educación, responsables de determinar las mejores estrategias pedagógicas para que esas acciones se incorporen a los hábitos de los usuarios del tránsito.

         Para finalizar, coincido con la frase que se le atribuye al escritor Jorge Luis Borges en el sentido que no sabemos si la educación resuelve todos los males, pero sí que, hasta el momento, no conocemos nada mejor.

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