Por qué las mujeres necesitan volver a la oficina

Por qué las mujeres necesitan volver a la oficina

Las trabajadoras se lo han de pensar dos veces antes de optar por un trabajo más remoto. ¿Por qué?
21 September 2021

Suelen tener una carga más pesada que los hombres en cuanto al cuidado de los hijos o familiares y en relación con las tareas domésticas. El teletrabajo ha acentuado esta tendencia y es probable que muchas mujeres quieran dedicar el tiempo que habitualmente perdían en desplazamientos hacia la oficina a sus asuntos familiares. 

Es una verdad universalmente reconocida que las mujeres llevan una carga más pesada que los hombres en lo que se refiere al cuidado de los niños y las tareas domésticas. Es algo que se ha hecho aún más cierto durante el experimento con el teletrabajo al que ha obligado la pandemia, y es probable que siga siendo así en el probable futuro híbrido de trabajo remoto parcial. 

A algunas mujeres les resulta tentador no volver a pisar la oficina, en caso de que sus empresas lo permitan, y dedicara asuntos familiares más urgentes un tiempo de otro modo perdido en desplazamientos o charlas intrascendentes en la oficina. Según un estudio realizado por Nicholas Bloom de la Universidad Stanford y otros colegas, el 32% de las estadounidenses con estudios universitarios e hijos desean teletrabajar a tiempo completo, frente al 23% de los hombres en igual situación.

Semejante preferencia es del todo comprensible; entre otras cosas, porque, además de más responsabilidades en el hogar, todo lo que deben hacer las mujeres en el trabajo tampoco es nada fácil. A menudo, las directivas acaban desempeñando roles masculinos y femeninos convencionales: dirigen un equipo y, al mismo tiempo, cuidan a los que quedan atrás. 

Ser muchas cosas a la vez acaba siendo agotador. Se comprende, pero sigue siendo de lamentar. Algunas razones son prosaicas. A esta columnista le parece que su oficina le ofrece una agradable pausa en las interminables tareas de la casa y la crianza de los hijos. Otras razones son interesadas. Según un estudio prepandémico sobre la conciliación de la vida laboral y familiar, las mujeres eran más propensas que los hombres a experimentar el "estigma de la flexibilidad".

Como consecuencia de la covid-19, la flexibilidad laboral está (por ahora) menos estigmatizada. Un informe reciente del gobierno británico advertía de que su adopción puede ser desigual entre ambos sexos. Si más mujeres trabajan desde casa y asumen aun más responsabilidades familiares, el resultado puede ser una brecha salarial de género cada vez mayor y un techo de cristal cada vez más resistente.

Hay otra razón, más escurridiza, por la que las mujeres que no vuelven a la oficina se pierden algo. No todos los lugares de trabajo son tan informales como puede serlo la redacción de un periódico, pero incluso en los entornos corporativos más aburridos, cuando se recorreun pasillo, va una a lavarse las manos al baño o se prepara otra taza de café, siempre puede surgir la posibilidad de una conversación o una broma. 

Eso puede, aunque sea de un modo poco fiable y difícil de medir, estimular la espontaneidad y dar lugar a nuevas ideas. Al lado de eso, la colaboración virtual es como la leche evaporada a la que se le ha quitado el 60% del agua: es más segura y cumple mayormente su función, pero constituye una versión estéril de la interacción cara a cara y deja un regusto de insatisfacción. 

Un informe del gobierno británico: Si más mujeres teletrabajan y asumen las responsabilidades familiares, el resultado puede ser una brecha salarial de género cada vez mayor

La proximidad física conlleva mayores riesgos (antaño, de morir o ser herido por un enemigo; hoy, de un desaire en la cara, que es más doloroso que un tuit malintencionado, o de una infección por covid-19). También conlleva mayores recompensas, incluidas las emocionales, que no son menos importantes que las pragmáticas.

Aunque los tiempos han cambiado, muchas trabajadoras, incluida esta periodista, simpatizan con Irina, una de las Tres hermanas de la obra de Anton Chéjov de 1900. Aislada junto con sus dos hermanas en el campo, anhela Moscú; no sólo por su vitalidady sofisticación, sino por las oportunidades de trabajo que ofrece. Su intenso deseo de trabajar refleja un intento de escapar al tedio de la vida doméstica y dotar de significado la vida imponiendo un marco y un sentido de responsabilidad.

Muchos ejecutivos modernos, tanto hombres como mujeres, coincidirán con la creencia de Chéjov según la cual estar a salvo del trabajo es una maldición, no una bendición. Lo mismo ocurre con estar a salvo de la oficina, a pesar de sus innumerables complicaciones.Ser un flexitrabajador fríamente eficiente tiene sus inconvenientes. 

Entre ellas, la renuncia a las bromas diarias y la sensación de complicidad entre los compañeros, muchos de los cuales son también amigos. Las mujeres decididas a no perder ni un minuto cuando podrían hacer varias cosas a la vez, renuncian a algo más que a la promoción profesional, por importante que ésta sea. También renuncian a la sensación de conexión con los demás. 

La hipereficacia y la distancia significan menos oportunidades de tensión interpersonal, pero también menos alegría gratuita, que es difícil de reproducir en Zoom. Esos breves momentos de alegría son una parte importante de la vida laboral. Es algo que no está en ninguna parte y está en todas partes, como ver la imagen de la Virgen en una tostada quemada. 

Y debe valorarse precisamente porque no dura. Esta periodista recomienda malgastar algunos minutos preciosos, aquí y allá, en camaradería y alegría inútil. El coste, en los aspectos tediosos de la vida de oficina, es tolerable. Los beneficios, tanto emocionales como prácticos, pueden ser inmensos.

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