La sensibilidad química múltiple (SQM), a debate

La sensibilidad química múltiple (SQM), a debate

Un juez de Ourense dictamina que una funcionaria de la Xunta sufre esta dolencia a pesar de que la OMS no la recoge ni los científicos han encontrado una explicación biológica
29 November 2018

“Cuando me reúno con ella, no puedo llevar colonia, quedamos en lugares donde no haya ambientadores, y aunque sean las cinco de la tarde nota que me he afeitado a las ocho de la mañana, es increíble", cuenta el abogado Jesús Fernández Mouco.

Está hablando de una de sus clientes, funcionaria de la Xunta de Galicia, que ha logrado que el juzgado de lo contencioso-administrativo número 1 de Ourense reconozca como accidente laboral el síndrome de sensibilidad química múltiple que dice padecer como consecuencia del ambiente que ha tenido que soportar en su oficina.

Si no se dan las condiciones adecuadas, "le entra urticaria, mocos, tos, se puede poner muy mala en apenas 15 o 20 minutos", afirma el letrado en declaraciones a Teknautas. En teoría, cualquier sustancia química sintética —plásticos, colorantes, fibras sintéticas o aerosoles— provoca este tipo de síntomas a quien sufre la enfermedad, incluso en cantidades muy pequeñas. "Lo peor es que esta situación la lleva al aislamiento", comenta.

No es la primera vez que la Justicia española avala la sensibilidad química múltiple como enfermedad de origen laboral, pero es algo muy excepcional. En 2011, una restauradora de cuadros que trabajaba para Patrimonio Nacional obtuvo un reconocimiento inédito y desde entonces los casos siguen siendo contados.

No reconocida por la OMS

El problema es que "no está reconocida como enfermedad", explica el abogado. Esto quiere decir que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no la incluye dentro de su Clasificación Internacional de Enfermedades. En este listado, cada dolencia se identifica con un código. A partir de ahí, los países pueden sumar sus propias aportaciones y eso es lo que han hecho algunos con la sensibilidad química múltiple —España en 2014—, pero se trata simplemente de ponerle un número extraoficial para poder referirse a este tipo de casos que antes se incluían como una alergia no especificada, nada que ver con un reconocimiento oficial, tal y como explica el periodista Luis Alfonso Gámez, que se ha ocupado ampliamente de este tema en su blog 'Magonia', aunque hay quien realiza esa interpretación.

En cualquier caso, el fallo de Ourense considera "probado en el juicio que la salud de la demandante se ha ido deteriorando de manera progresiva" y que padece este síndrome, "iniciado en su lugar de trabajo al contacto con productos químicos del ambiente, que para otras personas pueden ser inocuos o en todo caso corrosivos, que le produjeron una plurisintomatología".

Claves de una sentencia atípica

¿Cómo llegó el juez a estas conclusiones? La sentencia dice que las oficinas carecen de ventilación natural, haciendo especial hincapié en los problemas del aire acondicionado, de los que también se quejaron otros trabajadores, y en el uso de elementos de limpieza que contienen amoniaco y lejía, "desinfectantes legalmente aptos", pero que pueden generar "molestias a las personas más sensibles". Todo ello estaba avalado por un técnico superior de riesgos laborales.

Otras circunstancias peculiares inclinaron la balanza. Por ejemplo, un informe de la Inspección de Trabajo indicaba que otra trabajadora del mismo edificio "padece los mismos síntomas", hasta el punto de que se debía adaptar su puesto "con despacho individual, sin fotocopiadora, con purificador de aire y con control independiente del sistema de aire acondicionado y calefacción".

Según Fernández Mouco, a todo ello hay que añadir que la Xunta de Galicia, que trataba de defender que las dolencias de la afectada eran una enfermedad común, renunció a presentar las pruebas periciales para demostrar que el ambiente de trabajo era el adecuado.

El experto que fue determinante

No obstante, probablemente el hecho más decisivo fue el informe y el testimonio de un experto en la materia, Julián Márquez Sánchez, neurólogo que trabajó en el Hospital Universitario de Bellvitge y que en la actualidad pasa consulta en una clínica privada en Barcelona. "El juez me dejó dar una conferencia magistral, estuve casi una hora hablando del tema", asegura.

Márquez es uno de los autores de un documento de consenso que un grupo de expertos elaboró sobre sensibilidad química múltiple en 2011 para el entonces Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, y que recoge recomendaciones sobre diagnósticos y tratamientos. Poco después, fue aprobado por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Adjuntamos su texto completo.

"Nosotros realizamos diagnósticos clínicos, son síntomas que no se pueden simular; detectamos trastornos musculoesqueléticos, cutáneos, respiratorios, neurológicos…", explica. Entre las pruebas, incluye el análisis de ondas cerebrales, que según dice también se ven alteradas cuando este tipo de pacientes se ven expuestos a productos cotidianos. "Son dosis pequeñas de colonias, perfumes y lejía, no son cosas raras, pero lo importante es la suma, son muchas, y todas les afectan", señala.

Enfermedad con "connotaciones especiales"

Si existe tanta evidencia, ¿por qué persiste la falta de reconocimiento? “Quien no lo comparte es porque no lo conoce”, afirma. En su opinión, la complejidad de la enfermedad y la falta de interés administrativo son determinantes, pero también la oposición de las industrias, que tendrían que retirar innumerables productos. “Hay gente que tiene miedo a hablar”, asegura.

Para el abogado de Ourense, lo que sucede es que la sensibilidad química múltiple tiene “connotaciones especiales”. Si no se produce un reconocimiento de este síndrome, y menos aún el posible origen laboral de ciertos casos, es porque los síntomas son tan inespecíficos que abrirían la puerta a la picaresca.

Síntomas reales, origen dudoso

Sin embargo, cuando la medicina basada en la evidencia científica niega la existencia de esta enfermedad, no está diciendo que los afectados finjan. Los síntomas existen, lo que no está claro es que se deban a los productos químicos. “Una cosa es que haya pacientes y otra cosa es la explicación de su problema”, destaca Vicente Baos, médico de familia, divulgador científico y miembro del Círculo Escéptico y de ARP Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.

“A veces nos encontramos con síntomas inexplicables, que no tienen que ver con alteraciones bioquímicas ni orgánicas, es frecuente que se trate de dolores y mareos cuya raíz es la somatización de disfunciones emocionales”, apunta. Dicho de otra manera: la sensibilidad química múltiple también podría tener una explicación psicosomática —es un “un campo delicado”, reconoce—, es decir, que el problema sea de origen psíquico y acabe por manifestarse en el organismo.

'Efecto nocebo'

De hecho, algunos trabajos científicos señalan que tiene que ver más con la psicología que con la química. Es lo que se conoce como 'efecto nocebo', por oposición al efecto placebo, aunque el mecanismo mental por el que funciona es similar. Si la persona está plenamente convencida de que determinadas sustancias le van a hacer daño, acaba siendo así. “Hay investigaciones que demuestran que si el paciente no sabe que está expuesto a determinadas sustancias, no desarrolla los síntomas”, añade.

Baos señala también que los pacientes incurren en contradicciones evidentes, por ejemplo, “el uso de gafas y boquillas protectoras que presuntamente les aíslan de los productos químicos sintéticos y que, paradójicamente, están fabricadas con esos mismos componentes”.

Una revisión de estudios sobre sensibilidad química múltiple llegó a la conclusión de que, en efecto, las personas que dicen sufrir la enfermedad muestran reacciones ante productos químicos. Sin embargo, no hay diferencias en su respuesta a sustancias realmente activas y otras que son simuladas sin que ellos lo sepan. Es decir, que el problema no está en el producto químico en sí, sino que la reacción que provoca depende en realidad de las expectativas y creencias de los pacientes, según se desprende sobre todo de los ensayos más serios, realizados por el método de doble ciego.

Lo que sí existe es la “hipersensibilidad identificable a sustancias concretas, como el látex, el marisco y los frutos secos, y se realizan pruebas para demostrarlo”. Sin embargo, nunca se ha podido probar que una persona sufra un rechazo global a cualquier elemento químico de origen artificial sin especificar, como defendió el alergólogo estadounidense Theron G. Randolph, quien describió esta enfermedad en los años cincuenta.

La biología no puede explicarlo

Desde entonces, nadie ha identificado los mecanismos que la provocan, y “sin entender los mecanismos no podemos encontrar una solución”, destaca el médico. De hecho, su existencia sería difícil de explicar de acuerdo con los actuales conocimientos de la biología, ya que el cuerpo humano está en contacto continuo con todo tipo de sustancias químicas con solo respirar y no distingue si son naturales o artificiales.

“¿Se trata de una enfermedad rara que aún no está suficientemente investigada? Ni lo afirmo ni lo niego, solo sabemos que a día de hoy no existe ninguna base científica para abordar este problema desde el punto de vista de la inmunología o las respuestas biológicas”, comenta el médico.

Cifras que aumentan la ansiedad

Baos afirma que jamás ha visto un solo caso en su consulta, pero algunas asociaciones, con la ayuda de los medios de comunicación, difunden que en España existen 300.000 y hasta 400.000 casos y que van en aumento por “la contaminación ambiental”.

“Es mentira, los pocos casos que hay son una rareza y lo que están haciendo es aumentar la ansiedad de estas personas, que sí es real, con teorías sobre conspiraciones mundiales”, señala. Para colmo, las personas que creen sufrir este problema suelen mezclarlo también con la hipersensibilidad a los campos electromagnéticos, cuya existencia tampoco está avalada por la ciencia.

En su opinión, “tendría que abordarse el problema de una forma más global, trabajando las fobias del paciente y quizás evitando fácilmente el contacto con ciertos productos, pero en lugar de eso les conducen a un aislamiento que no tiene sentido”, agrega.

Fuente. El Confidencial

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