Un no apto para el servicio militar
Un no apto para el servicio militar
Asmático desde la edad de 2 años, nuestro sujeto no pudo asistir a la escuela y tuvo que ser educado en su hogar, en el seno de una familia de clase alta. Cuando era adolescente fue declarado no apto para el servicio militar y decidió estudiar medicina. Obtuvo el título después de tan sólo 3 años y se interesó en las alergias, presentando su trabajo en conferencias y publicando artículos en el Journal of Allergy.
Durante su “año sabático" trabajó como estibador, portero, limpiador de platos y en una colonia de leprosos. Se empezó a preocupar por la malnutrición, la pobreza y la miseria, y escribió sobre el papel del médico. Reunió estadísticas y escribió acerca de la falta de protección estatal y la atención sanitaria con los pobres. Una reunión con un carismático abogado cambió su enfoque sobre la vida y se convirtió en médico de una expedición de un grupo de revolucionarios que compartían su ideal de mejorar la suerte de los desheredados. Este primer intento de derrocar a un régimen corrupto, se quedó tan sólo en eso, un intento. La planificada invasión por mar fue un fracaso y tan sólo quedaron 12 supervivientes de un grupo inicial de 82. Nuestro sujeto, habiéndose olvidado la medicación para su asma, sufrió un importante deterioro de su salud a consecuencia de las frecuentes crisis durante la travesía, llegando a debilitarse severamente y a temerse por su vida. Se inyectó adrenalina para combatir los síntomas y a las pocas semanas de desembarcar y entrar en la selva, tomó una decisión que cambiaría su vida; dejó su maletín de médico, tomó un arma y se convirtió en un luchador. Llegó a ser un experto en la guerra de guerrillas y escribió un libro definitivo sobre el tema.
Incluso llegó a utilizar su vaporizador antiasmático para aspirar el agua de lluvia de los charcos de la selva y suministrar agua a sus hombres.
Las escaramuzas con el ejército le causaron varias heridas, pero ninguna tan peligrosa como cuando su arma cayó al suelo y se disparó accidentalmente, hiriéndole de gravedad en la mejilla. Las fétidas condiciones de la selva agravaron su asma, al igual que el alérgico algodón (una de las formas más frecuentes de bisinosis), utilizado en el trenzado natural de las hamacas, por lo que se le dio un permiso especial para usar una hecha de lona.
No prescindió totalmente de ejercer como médico -creó clínicas en las aldeas y atendió casos de raquitismo, parasitismo y avitaminosis-, confirmando esta experiencia que sólo un cambio político podría mejorar la situación de los pobres.
Contra todo pronóstico, los revolucionarios tuvieron éxito y se convirtió en jefe del Banco Nacional y ministro de industria en el nuevo gobierno. A causa de su asma desarrolló la cara de “luna llena” de la dependencia de esteroides pero, a pesar de eso, siguió fumando cigarros habanos. Aunque durante una visita oficial a China intentó la acupuntura para tratar de mitigar sus síntomas respiratorios, sin embargo no le proporcionó ningún alivio.
Desilusionado con el nuevo orden establecido, partió de nuevo con la intención de luchar contra las injusticias sociales, tratando de exportar el concepto de una sociedad más justa. Al final encontró su destino en manos de los EEUU que, en gran medida, temían sus puntos de vista e intenciones.
Su rostro sigue siendo icónico, aunque son pocos los que recuerdan que fue médico, que tenía un amplio conocimiento de los trabajadores y una clara, pero violenta, estrategia para mejorar sus vidas. Si el Che Guevara hubiese sido considerado apto para el servicio militar, el mundo podría haber sido un lugar diferente, y los estudiantes tendrían que encontrar a algún otro para adornar sus paredes.