Apostando por la Sostenibilidad del sector Agroalimentario

Apostando por la Sostenibilidad del sector Agroalimentario

El sector agroalimentario se enfrenta al reto de alimentar a cerca de 10.000 millones de personas y aumentar la producción de alimentos en un 70% de aquí al año 2050. Urge una profunda revolución tecnológica y la transformación de los modelos de producción y consumo para asegurar explotaciones más productivas, rentables y sostenibles, y gestionar racionalmente la cadena de valor alimentaria para satisfacer las necesidades nutritivas de toda la población del planeta.
25 May 2021

ESTADO DE LA ALIMENTACION EN EL MUNDO

A finales del año 2019 Naciones Unidas advirtió que 821 millones de personas están en riesgo de inseguridad alimentaria en el mundo, la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. Más del 10% de los 7.500 millones de habitantes que pueblan la Tierra no tienen acceso regular a alimentos que les garanticen un desarrollo normal y, por tanto, una vida saludable. Además, en la actualidad existen muchas zonas de emergencia por hambre debido a guerras, distorsión de los ciclos climáticos, incremento de la intensidad y frecuencia de desastres naturales como sequías, inundaciones o temperaturas extremas, migraciones descontroladas, desplazamiento y menor rendimiento de los cultivos, incremento de la incidencia de plagas, falta de infraestructuras de procesamiento, distribución y almacenaje, creciente presión sobre los recursos naturales, aumento de la desigualdad, y fallos en la distribución. Los anteriores factores, así como otros de diversa naturaleza, personifican las principales causas que ponen en peligro la capacidad de la humanidad para alimentarse de modo sostenible.

Después de un periodo de bonanza en que los expertos señalasen la reducción del hambre en el mundo y se lograsen grandes avances en la lucha contra la pobreza extrema, muchos de estos supuestos se quedaron a mitad de camino cuando el mundo se enroló en la guerra en Oriente Medio y surgió la crisis financiera del 2008, que redujo la disponibilidad global de recursos económicos. A este panorama se ha sumado el progresivo agravamiento de la crisis climática y sus secuelas bajo la forma del aumento de la frecuencia e intensidad de los desastres naturales. Además, es un hecho que la insolidaridad internacional ha ganado terreno en el mundo, lo que ha agravado las desigualdades tanto entre naciones como dentro de ellas, provocando que el problema del hambre haya vuelto a surgir como factor de preocupación mundial.

El sector agroalimentario se enfrenta al reto de alimentar a cerca de 10.000 millones de personas y a aumentar la producción de alimentos en un 70% de aquí al año 2050. Urge una profunda revolución tecnológica y la transformación de los modelos de producción y distribución para hacer que las explotaciones en el campo sean más productivas, rentables y sostenibles, y que la cadena de valor alimentaria sea gestionada de modo que pueda satisfacer las necesidades nutritivas de toda la población del planeta.

El sector agroalimentario constituye la “despensa” de la humanidad. La creciente presión sobre los recursos naturales, el aumento de la desigualdad, los fallos en la distribución, y los efectos del calentamiento global, son las principales causas que ponen en peligro la capacidad de la humanidad para alimentarse. La forma habitual de gestionar la agricultura no es hoy en día una opción sostenible, y se requieren grandes transformaciones de los sistemas agrícolas, de las economías rurales y del manejo de los recursos naturales. Además, el aumento de la producción alimentaria y el crecimiento económico implican considerables costes ambientales. Muchas tierras de cultivo y bosques que tiempo atrás cubrieron la tierra han desaparecido por efecto de la erosión y la sobreexplotación, las fuentes de agua subterránea se agotan y contaminan, y la biodiversidad se encuentra seriamente amenazada.

El mundo debe reaccionar con rigor para paliar estas urgencias, y resolver las causas que provocan este aumento del hambre, implementando programas y estrategias de lucha contra la pobreza, redistribuyendo las ayudas hacia las zonas donde la emergencia alimentaria es más urgente, avanzando en la lucha contra la crisis climática, y apostando definitivamente por un modelo de desarrollo sostenible. Se trata de provocar un crecimiento justo y equilibrado basado en una economía inteligente que evite la desigualdad, y que no constituya una amenaza para la biodiversidad.

FACTORES CLAVE PARA LA SOSTENIBILIDAD DEL SECTOR AGROALIMENTARIO

Para efectuar un análisis objetivo del futuro de la alimentación mundial, se ha de reflexionar sobre los aspectos cruciales que ponen en entredicho la sostenibilidad del sector agroalimentario, entre los cuales destacan los nueve factores reseñados a continuación.

1 – Necesidad de un nuevo modelo agroalimentario eficaz y regenerativo

La agricultura está llamada a hacer uso de habilidades novedosas en la utilización del medio ambiente sin provocar su deterioro. El suelo constituye la única reserva de espacios abiertos y áreas verdes extensivas, representadas por cultivos, praderas, bosques y montes, además de las áreas naturales protegidas, cuya importancia es relevante para la sociedad y la protección de la biodiversidad. De allí que el uso múltiple de la tierra, a medida que ésta se constituye en recurso escaso, sea uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta a la hora de planificar y gestionar el territorio.

Los límites de la capacidad productiva del planeta pueden verse excedidos si se mantienen las tendencias de los actuales modelos de explotación. El sector agroalimentario ha de evolucionar hacia la sustitución de los procedimientos lineales de extracción – producción – consumo – residuos, por modelos de producción sostenibles fundamentados en la producción regenerativa y ecológica, que a la vez favorecen la captación de dióxido de carbono, principal causante de la crisis climática. Si a ello se suma el empleo de sistemas de explotación basados en tecnologías de última generación, es posible deducir que, bien gestionada, la tierra puede tener capacidad suficiente para abastecer cuantitativa y cualitativamente de alimentos a una humanidad cuya población crece incesantemente, y cuyas reivindicaciones en términos de calidad de vida evolucionan en el mismo sentido.

Alimentar adecuadamente a la humanidad no es, por lo tanto, un problema vinculado estrictamente a la producción de alimentos, sino un reto que debe pasar por eliminar la deficiente planificación de los medios y recursos productivos, y los vicios especulativos y las distorsiones partidistas en los canales y sistemas de distribución del mundo global contemporáneo.

Frente a esta realidad, cabe anteponer el potencial y las oportunidades que hoy representa la práctica de la llamada “Smart Agro”, también llamada “Agricultura de Precisión”, una estrategia que se basa en la adopción de la digitalización y de las técnicas de cultivo y explotación de última generación. En igual sentido, “Big Data” constituye una herramienta de gran valor para “digitalizar” el sector agroalimentario orientándolo hacia los principios de la circularidad, teniendo en cuenta que esta opción se centra en el desarrollo de aplicaciones que permiten la recogida de gran cantidad de datos captados por teledetección, o suministrados por sensores, satélites, aeronaves y drones, y su posterior interpretación. Sobre esta base, es posible mejorar la eficiencia de gran variedad de aspectos, tales como la calidad del suelo, la racionalización del uso de recursos como el agua y el riego, el control de plagas, las técnicas de plantación, siembra y cosecha, el estado de los cultivos, y la optimización del almacenaje y de la logística de las cadenas de procesamiento y distribución de alimentos.

“Big Data” es también de gran utilidad para llevar a cabo auditorías, efectuar controles de trazabilidad, y basar la toma de decisiones en información estadística relacionada con la meteorología, la monitorización a distancia, la geolocalización y la robótica, configurando una “agricultura de precisión” orientada al manejo eficiente y sostenible de los recursos productivos.

2 – Freno del deterioro y de la degradación de la calidad del suelo

Se estima que la degradación del suelo por erosión, deforestación, contaminación o mal uso representa unos costes estimados de alrededor de cuarenta mil millones de dólares anuales a nivel mundial, sin tener en cuenta los costes ocultos del uso creciente de fertilizantes, la pérdida de biodiversidad y el deterioro del patrimonio paisajístico. Mejorar e incrementar la productividad del suelo mediante prácticas sostenibles, reducir los residuos provenientes de la cadena de valor de los alimentos, y retornar nutrientes a la tierra, son algunos de los factores que pueden contribuir significativamente a enriquecer el suelo y a aumentar su valor como recurso.

3 – Control de la agricultura extensiva

La posibilidad de aumentar la producción como única solución de los problemas de alimentación de la humanidad es limitada, porque los cambios a propiciar deben también tener en cuenta qué se ha de hacer con los residuos de las grandes explotaciones ganaderas y avícolas, de las agroindustrias, y de otras actividades de gran impacto ambiental, al margen de planificar de modo racional la ubicación de dichas actividades dentro del territorio, y de preservar la calidad del suelo. Los ecosistemas creados por la agricultura extensiva son inestables, vulnerables, no son autosuficientes ni propician la biodiversidad. Los beneficios que aportan al hombre deben considerarse en justa proporción con la utilización de los recursos naturales y el equilibrio ambiental universal y la conservación de la biodiversidad. Ecosistemas como parques naturales o similares, son de gran valor, no sólo por su contribución al bienestar de la sociedad y la salvaguarda del medio ambiente, sino también como fuente de información para la investigación.     

4 – Impulso de la Bioeconomía y apuesta por la Biodiversidad

El valor que tienen los residuos orgánicos y la biomasa generados desde diferentes fuentes es innegable, y la meta debe ser procesarlos como recursos y aprovechar la oportunidad de extraer el potencial que contienen en forma de energía, de nutrientes o de materiales susceptibles de ser reincorporados a los ciclos técnicos y biológicos.

Los residuos orgánicos originados en la agricultura, la silvicultura, o contenidos en la fracción orgánica de los flujos de residuos sólidos urbanos y de las aguas residuales que fluyen a través de los sistemas de alcantarillado, son habitualmente considerados como un problema, tanto en términos económicos como ambientales. Esta percepción puede revertirse mediante el diseño de sistemas de recuperación y procesamiento más efectivos, orientados a convertir los residuos orgánicos y la biomasa en una fuente de valor, y restaurar por esta vía el capital natural. Si a ello se suma la puesta en marcha de una gestión responsable del territorio natural que evite el deterioro de la biodiversidad, las ventajas que se producirán por efecto sinérgico serán innegables.

5 – Erradicación del desperdicio alimentario

En términos hipotéticos se podría afirmar que, con un sistema agroalimentario bien estructurado y sostenible, hoy sería posible producir alimentos suficientes para alimentar a una población mundial sana. Pero aún persisten residuos estructurales significativos en la cadena alimentaria y en la bioeconomía, y alrededor de un tercio de los alimentos que se producen anualmente en el mundo se desperdician. Continúan manifestándose a diario la pérdida de capital natural y las externalidades ambientales negativas en el ciclo de los recursos naturales, como consecuencia de la falta de políticas y procedimientos de gestión adecuados.

A escala mundial, se calcula que el desperdicio de alimentos alcanza a más del 30% de la producción, y los países de renta baja suelen sufrir pérdidas significativas de alimentos por falta de instalaciones de almacenaje y distribución, infraestructuras de procesamiento, plagas de los cultivos, y mal manejo de las explotaciones y de la cadena alimentaria. En el ámbito mundial, buena parte de los problemas de hambrunas crónicas y de desnutrición que afligen a muchas regiones y a multitud de seres humanos, obedece más a problemas de infraestructuras de almacenaje, transporte y distribución, que a problemas de producción.

Para afrontar el reto de alimentar a la creciente población mundial sin aumentar la carga que supone la producción para el ambiente, es vital reducir los residuos alimentarios. La reducción de los desperdicios de la cadena alimentaria, incluidas las inadecuadas prácticas agrícolas y los fallos posteriores a la cosecha, constituye una práctica ineludible que se ha de ejercer de modo responsable.

6 – Aseguramiento de la rentabilidad y productividad integral del sistema alimentario.

En un entorno globalizado, incierto, confuso, sujeto a la volatilidad y a la inestabilidad del sistema económico, es necesario gestionar las inversiones en activos físicos y equipamientos procurando extender al máximo su vida útil. El sector agroalimentario no escapa a esta necesidad, y debe procurar enfocar las inversiones sobre la base de estrictos criterios de competitividad y rentabilidad. La aplicación de los principios y fundamentos de la circularidad puede generar importantes ventajas para la sostenibilidad del sector agroalimentario. Además de la necesidad específica de erradicar los canales de distribución especulativos, y de racionalizar los modelos de explotación, comercialización y distribución de alimentos, la adopción de la circularidad en las infraestructuras y equipamientos agroalimentarios puede también contribuir en importante medida a la optimización energética, al uso racional del agua y al impulso de la valorización de excedentes, subproductos y residuos.

Asegurar la rentabilidad y la productividad “integral” del sector agroalimentario implica necesariamente dejar de lado los intereses y enfoques partidistas, y huir de las tentaciones especulativas y del despilfarro, elementos que suelen perjudicar a los productores y consumidores en beneficio de los intermediarios. Una estrategia que puede contribuir con éxito en esta dirección es optar por los llamados “suministros de proximidad”, iniciativa que permite reducir la extensión de la cadena alimentaria, acercar el productor al consumidor, reducir costes de logística y transporte, y controlar de modo más directo y eficaz la calidad y trazabilidad de los alimentos.

7 – Freno a la contaminación y al uso abusivo e indiscriminado de agroquímicos

Las ciudades concentran los alimentos procedentes de las zonas rurales. Casi ninguno de estos materiales regresa a la biosfera, lo que provoca la degradación del suelo, que cada vez requiere de más fertilizantes sintéticos y plaguicidas para mantener adecuados niveles de rendimiento productivo, lo cual conlleva además los efectos colaterales que estos productos ocasionan como contaminantes ambientales, de aguas superficiales, de acuíferos y de suelos, al margen de los perjuicios a la biodiversidad por agresiones a la fauna.

En cambio, con prácticas como la bioeconomía, la permacultura y la agricultura ecológica es posible la recuperación de nutrientes básicos de los flujos de alimentos y de residuos animales y humanos, tales como el nitrógeno, el fósforo y el potasio, y aportar a escala global el equivalente a parte importante de los nutrientes contenidos en los fertilizantes químicos empleados en la agricultura.

La economía circular, aplicada a la agricultura y movilizar el material biológico a través de la digestión anaeróbica o de procesos de compostaje para garantizar el retorno de nutrientes al suelo, reduce la necesidad de utilizar fertilizantes químicos. Este es el principio básico del concepto de regeneración llevado a la práctica.

8 – Freno al uso y abuso de envases de plástico de un solo uso

El “packaging” o envasado representa un elemento clave en la lucha contra el desperdicio, ya que ayuda a preservar los alimentos, a evitar su deterioro, y a comunicar al cliente final las fechas de caducidad y de consumo preferente, así como otros consejos sobre manipulación y conservación. Pero el deficiente envasado de alimentos y bebidas conduce al excesivo uso de materiales y a la generación de residuos, que se traduce en impactos ambientales adicionales, y pone en cuestión los sistemas de embalaje utilizados. También es necesario tener en cuenta que a menudo se trata de envases de plástico de un solo uso, que son utilizados como herramientas publicitarias que invitan a la compra compulsiva, excesiva e innecesaria, y acaban como elementos altamente contaminantes en océanos, lagos, ríos y vertederos descontrolados.

9 – Erradicación de los hábitos de consumo irresponsables.

Hoy en día se percibe un cierto aumento de la conciencia colectiva en relación con el medio ambiente, lo cual es un indicador de que, concretamente en el ámbito de la alimentación, crece el número de personas motivadas a asumir la responsabilidad de optar por hábitos de consumo saludables.

Esta realidad se ha visto últimamente acentuada por el cambio de mentalidad generado por la influencia de las estrategias de control de la pandemia COVID-19. Comportamientos de esta naturaleza son asimilados por la sociedad de modo lento y gradual, casi de modo inconsciente, hasta que llega un momento en el que los asimila y expresa de modo normal y natural. Es así cómo el ejercicio reiterado de estos hábitos da lugar a la adopción de prácticas circulares elementales, tales como el reciclaje, la recuperación, el uso de envases retornables, el rechazo de los envases de plástico de un solo uso, y la compra de productos ecológicos.

También hay que destacar que en estas circunstancias es a nivel de los estratos sociales más modestos donde más se manifiesta la necesidad de seleccionar y consumir alimentos baratos, saludables, y libres del uso de envases poco ecológicos. Sin duda esto obedece al hecho de que su poder adquisitivo no les permite asumir la compra de productos de mayor precio, y les inclina de modo natural a escoger opciones de consumo más espartanas. Se trata en este caso de personas muy sensibles al precio, que asumen, consciente o inconscientemente, que por un precio inferior no pueden obtener mayor calidad. Además, en este aspecto influye igualmente la educación, ya que está demostrado que habitualmente, a medida que aumenta el nivel cultural de la sociedad, mayor es su grado de conciencia ecológica y ambiental, todo lo cual refuerza una vez más el requisito de desarrollar iniciativas de sensibilización e información ciudadana que estimulen al consumidor a adoptar actitudes responsables y saludables en todo lo que concierne a alimentación.

PROYECCION TRANSVERSAL DEL SECTOR AGROALIMENTARIO

La cadena agroalimentaria es compleja, variada y de naturaleza pluridisciplinar. En ella intervienen etapas que van desde la pesca y la producción agrícola y ganadera, pasando por los procesos de transformación y elaboración de alimentos, hasta llegar al consumidor por la vía de complejas redes de distribución y comercialización. Entre todas estas etapas, se establece un tejido de relaciones e influencias recíprocas que es necesario gestionar estimulando estrategias transversales que comprometan a todos los agentes que compartan intereses en la cadena, y fundamentarlas en el ejercicio de la responsabilidad, para así proyectarlas con éxito hacia objetivos de sostenibilidad integral.

Si bien crece la percepción de la importancia de todo lo relacionado con la seguridad alimentaria, con la necesidad de conocer el origen, las características, la calidad de lo que se consume, y el modo de cómo se manipulan los alimentos a lo largo de las diferentes fases de la cadena de producción, procesamiento y distribución, aún queda un largo camino por recorrer hasta alcanzar niveles generalizados de aceptación compatibles con el alcance de resultados que garanticen la sostenibilidad integral del sistema agroalimentario. En este sentido, es necesario insistir en la necesidad de desarrollar de modo paralelo oportunas iniciativas de formación e información ciudadana sobre todas las particularidades que configuran la “cadena alimentaria”, considerada como un todo de gran complejidad, para lograr que los hábitos de comportamiento responsable arraiguen en toda la sociedad, y no constituyan una moda pasajera generada por la presión de circunstancias coyunturales.

La transversalidad obliga a que todos los responsables y protagonistas de la cadena agroalimentaria ejerzan esquemas de comportamiento, liderazgo y gobernanza alineados con nuevos modelos de negocio, de consumo y de ética comercial, e interactúen de modo solidario para buscar soluciones a los problemas de modo novedoso e imaginativo. Parte importante de este esquema se ha de centrar también en el papel que deben representar los consumidores, cuya capacidad de opinión y decisión en lo referente a hábitos de compra y consumo pueden ejercer gran influencia a la hora de definir un sistema alimentario sólido.

Al igual que en cualquier ámbito de actividad, solo si se emplean en el sector agroalimentario los instrumentos digitales y tecnológicos de última generación, se adoptan los principios de la circularidad y de la transversalidad, y se orientan adecuadamente los modelos de producción y consumo, será posible alcanzar la sostenibilidad integral del sistema, y así cubrir las necesidades de una población en continuo aumento, a la cual es vital garantizar una alimentación saludable.

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