Dolor: Cómo, cuánto y quien

El dolor público implica, una relación de duración variable entre el que lo sufre y otra persona o personas, cuya índole determinará si éste es revelado, en que momento y cómo, así como la naturaleza de la respuesta de los demás, frente al mismo. Las personas que sufren recibirán la máxima atención y simpatía si su conducta en el momento de expresar sus sufrimientos concuerda con la idea que tiene la sociedad sobre cómo deberían comportarse, estableciéndose una dinámica entre el individuo y la sociedad donde tanto la expresión del dolor como la respuesta ajena frente al mismo se influencian mutuamente; por el contrario, pueden surgir serios problemas si ambos (el que sufre y el que tiene que ayudarle a aliviar o curar su sufrimiento) tienen distintos valores culturales o proceden de clases sociales muy distintas con expectativas diferentes sobre cómo deberían desempeñar cada uno de ellos su papel.
Keywords: 
Dolor;Psicosociología;Conflictividad
Main Author: 
Rafael
Niñerola Guerra
Mutua Universal

Niñerola Guerra, Rafael

Mutua Universal

CONCEPTO DEL DOLOR

En las últimas décadas, los neurofisiólogos y sobre todo los clínicos, médicos y enfermeras que han de enfrentarse al problema del paciente con dolor, han ido cambiando de opinión en cuanto al concepto del dolor, al menos en cuanto a que el dolor representa una modalidad sensorial análoga a la sensación táctil o a la sensación gustativa.

Hoy en día se admite que el dolor no puede ser considerado como una sensación más, como puede ser la sensación de frío o de tacto, sino que más bien representa una experiencia emocional.

De esto se derivan importantes consecuencias para la comprensión conceptual del dolor. La más importante es que el dolor es siempre un síntoma y no un signo clínico y que el tratar enfermos con dolor no tenemos parámetros válidos para cuantificar su intensidad, es decir, dependemos totalmente de la subjetividad del paciente, además, tenemos que admitir que, ante una misma causa, la experiencia dolorosa es muy variable de un paciente a otro.

Aunque desde una óptica simple y reduccionista se podría describir como una reacción biológica universal que aparece cuando las terminaciones nerviosas se ven afectadas por un estímulo que se originan dentro o fuera del cuerpo, el dolor se dice y se padece de muy diversas maneras y esas diversas formas de sufrir no son ajenas a los esfuerzos culturales por interpretarlo.

VALORACIÓN DEL DOLOR

Las más variadas culturas han experimentado el dolor como un fenómeno que exigía tanto una curación como una interpretación, e interpretar es una actividad humana sujeta a influencias sociales, culturales, espirituales y psicológicas que condicionan tanto la percepción de la sensación original como la reacción ante la misma.

Por desgracia, aunque la medicina occidental reconoce teóricamente la existencia de componentes distintos a los biológicos, su actitud hacia el dolor orgánico no suele tener en cuenta esos otros elementos que le son consustanciales.

La incorporación de éstos a la práctica diaria requeriría que los profesionales de la salud nos armásemos no solo con conocimientos neurofisiológicos y farmacológicos, sino también con saberes sociales, culturales y psicológicos que nos permitieran tanto descifrar los mensajes que recibimos de las personas a los que cuidamos, como a controlar los que nosotros enviamos.

CALIFICACIÓN

El dolor podría calificarse de percepción “privada” en la medida en que su existencia es conocida sólo por la persona que lo siente y para que este dato privado se convierta en público es preciso que lo comunique de forma verbal o no verbal.

La decisión de convertir el dolor “privado” en “público” depende en gran medida de cuatro elementos.

1- El significado que tenga para quien lo sufre.

2- La índole y personalidad de quienes puedan prestar ayuda.

3- La intensidad percibida de la sensación dolorosa.

4- Que ambos (quien sufre y quien debe ayudarle) tengan una procedencia similar.

El significado que la persona dé al dolor es relevante ya que si lo considera normal, tenderá a aliviarlo por si misma y a no comunicarlo ni solicitar ayuda externa, mientras que si lo considera anormal es más que probable que lo ponga en conocimiento de otros para demandar atención y tratamiento.

Respecto al segundo elemento referido a la índole y personalidad de las personas que pueden prestar ayuda, es más probable que alguien exprese su dolor ante un médico o una enfermera, o ante una persona que muestra una actitud empática, que, ante una persona de carácter autoritario o que ha manifestado repetidamente su rechazo a la gente “quejica”.

El tercer factor es la intensidad percibida de la propia sensación dolorosa, que diversos estudios indican que no es consecuencia automática de la extensión y naturaleza de la lesión y que las ideas sobre el significado del dolor, el contexto en el que se produce, y las emociones asociadas con el mismo pueden afectar notablemente su percepción. El dolor es real cuando la persona dice sentirlo y lo siente tal como lo describe.

En cuanto al cuarto y último factor, influye el hecho de que la persona que sufre y la que potencialmente puede ayudarle tengan una procedencia similar ya que la forma en que se comunica una emoción, en este caso el dolor, y el modo en que los demás responden a ella, está determinada por la cultura, cada grupo tiene su propio lenguaje del sufrimiento que depende, entre otros factores, de que si en el mismo se aprecian o condenan las expresiones emocionales y la respuesta a las lesiones.

INTERRELACIÓN

El dolor público implica, una relación de duración variable entre el que lo sufre y otra persona o personas, cuya índole determinará si éste es revelado, en que momento y cómo, así como la naturaleza de la respuesta de los demás, frente al mismo.

Las personas que sufren recibirán la máxima atención y simpatía si su conducta en el momento de expresar sus sufrimientos concuerda con la idea que tiene la sociedad sobre cómo deberían comportarse, estableciéndose una dinámica entre el individuo y la sociedad donde tanto la expresión del dolor como la respuesta ajena frente al mismo se influencian mutuamente; por el contrario, pueden surgir serios problemas si ambos (el que sufre y el que tiene que ayudarle a aliviar o curar su sufrimiento) tienen distintos valores culturales o proceden de clases sociales muy distintas con expectativas diferentes sobre cómo deberían desempeñar cada uno de ellos su papel.

PROBLEMÁTICA PSICOLÓGICA

Existe un equilibrio entre el estado de enfermedad y la psique del enfermo, y sólo dos posibles conductas frente a la presencia de la enfermedad: o se acude de forma desesperada al médico, o se minimizan los síntomas.

Muy a menudo los trabajadores rechazan la idea de que la enfermedad la produce el trabajo de cada día, resistir, significa demostrar a sí mismos y a los demas su propia fuerza. De la misma forma, el rechazo de la enfermedad, sucede en personas de elevado nivel socio - cultural, es más, cuanto mayor es el nivel, más se considera señal de debilidad el aceptar el estado de enfermedad.

Lo anteriormente expuesto, demuestra el enorme peso que la cultura, el ambiente, la condición social, al edad, el sexo, la raza, la educación, la memoria y la propia experiencia tienen sobre el síntoma DOLOR.

Posteriormente si perdura la sintomatología, aparece una segunda fase de consideración de la enfermedad, si la sensación de dolor es continua, insistente, el paciente se preocupa y se da cuenta que toda su actividad se centra en el síntoma, decidiendo entonces acudir al médico.

La existencia de la enfermedad y la necesidad de consultar al médico le provocan un estado de ansiedad, que nace del conflicto entre el temor de poderse confirmar la enfermedad y la esperanza de curación proporcionada por el médico.

Después de esta fase de alarma, y de toma de consideración de la enfermedad, el paciente decide en primera instancia dirigirse hacia su médico de cabecera.

El paciente pide ayuda a quien tiene confianza, pero si éste no le proporciona el estado de curación deseado, entonces consultará a un especialista.

CONFLICTIVIDAD

A partir de entonces existen cuatro nuevas posibilidades:

1- El médico hace un diagnóstico acertado y un tratamiento eficaz.

2- El médico no hace un diagnóstico pero propone un tratamiento.

3- El médico envía al paciente sin diagnóstico al especialista.

4- El médico minimiza los síntomas, no hace diagnóstico ni tratamiento.

En el primer caso, todo se resuelve de forma satisfactoria para el enfermo. En el segundo, éste se queda un poco desilusionado, a veces irritado, y al no obtener los resultados esperados en breve, volverá a preocuparse. Aparecerá un nuevo síntoma generalmente no considerado y, cuando se considera, siempre se desliga al síntoma dolor: la ansiedad.

La reacción ansiosa irá aumentando siempre más en el tiempo, jugando un importante papel en la percepción del dolor, de forma variable, según la personalidad del paciente, pero casi siempre disminuyendo el umbral sensitivo.

El enfermo ansioso, acentúa sus propios síntomas, enriqueciéndolos de contenidos emotivos, que generalmente quiere ser un grito de ayuda hacia los demás.

En el tercero de los casos, hay un momento de transición, generalmente seguido de un brusco aumento del estado de tensión, el pensamiento dominante es generalmente, el siguiente: “… mi médico no puede curarme…tengo algo serio …necesito un especialista…”.

Este, al sufrir, pensará que el médico generalista no ha sido capaz de descubrir su enfermedad, no siendo, por tanto, su enfermedad banal, quizá sea algo grave. Todo se complicará si el especialista no es capaz de hacer un diagnóstico.

El paciente puede incluso pensar luchar, no solo contra su médico, sino contra todos los médicos para hacer reconocer su enfermedad.

Esto provocará una mayor desconfianza en cada especialista consultado, creando mayores dificultades para poder establecer una buena relación psicológica con quien lo cure.

La personalidad del enfermo empieza a vivir en la enfermedad, a organizarse en ella, por lo que su comportamiento se caracteriza por tres elementos.

  • 1. Acotamiento de su propio mundo.
  • 2. Egocentrismo.
  • 3. Actitud dividida entre dependencia y tiranía.

La situación que se encuentra el paciente después de haber consultado múltiples médicos, generalistas y especialistas incluso eminencias en la materia, y al que no se le haya suprimido el síntoma dolor se observan los siguientes elementos psicológicos.

· Aislamiento interior.

· Introversión.

· Regresión.

La primera reacción está relacionada con el cierre en sí mismo con actitud pasiva y comportamientos infantiles, junto a un marcado estado de ansiedad y depresión.

En algunos casos el síntoma de dolor forma parte muy importante de la personalidad del individuo, de tal forma que un cambio repentino podría conducirlo a reacciones dramáticas, incluso al suicidio.

El paciente se ve obligado a vivir con el síntoma dolor y su inconsciente trata de aprovechar y organizar este síntoma según las necesidades de la propia personalidad.

La satisfacción narcisista de uno mismo puede incluso, dependiendo de la personalidad y de la clase social, convertirse en teatralidad o transformarse en un mensaje de autovalorización, como por ejemplo los siguientes tipos de dolores.

TIPOLOGÍA DEL DOLOR

Dolor como búsqueda de mayor atención:

Cuando un paciente muestra síntomas de sufrimiento importante, las personas que le rodean suelen aportarle más confort en forma de atención y comprensión, pero para algunos sujetos, sobretodo para aquellos que han recibido pocas atenciones a lo largo de su vida, pueden transformar toda su personalidad sobre la base del dolor crónico, para obtener algún tipo de gratificación psicológica.

Dolor como escape a situaciones de tensión:

Es un mecanismo muy frecuente en la vida común, por ejemplo una lumbalgia puede esconder unas escasas aptitudes para trabajar o una conflictividad en el lugar de trabajo, el inconsciente deseo de abandonar un ambiente poco gratificante puede agravar la sintomatología dolorosa.

Dolor como beneficio económico:

Son numerosos los casos de abandono del trabajo por dolor en sujetos pendientes de sentencias de indemnización. Los pacientes en tratamiento antiálgico e incluso rehabilitación, presentan una mayor resistencia a la terapia porque no desean curarse, al menos hasta que no hayan recibido una recompensa económica por su invalidez.

El sujeto actúa tanto de enfermo, que corre el peligro de estructurar su personalidad en el síntoma: engaña al médico y poco a poco a sí mismo.

Esta conducta inicialmente está reforzada por el esperado “premio económico”, después se sostiene por una estructuración psíquica del síntoma dolor, que modifica su forma de comportarse.

Para curarse quisiera abandonar el dolor crónico, asumiendo otro tipo de conducta, pero este hecho ocasiona un rechazo psicológico.

El resultado es una actitud de permanente solicitud para confirmar y asegurar su real estado de enfermedad, recordando hasta los mínimos particulares, las causas que lo han ocasionado y todas las terapias recibidas.

Las continuas consultas al médico suelen ser una confirmación de la presencia de los síntomas, más que un intento de curación por parte de la terapia.

Enfermedad como dolor de una pérdida.

El síntoma de dolor, además de ser un signo de daño físico, puede ser expresión de sentimientos de angustia y depresión. Una enfermedad puede enriquecerse por un dolor psíquico (determinado por la alteración o la pérdida de una función del cuerpo), también una depresión puede enriquecerse e incluso ser sustituida por un dolor somático, en este caso el dolor aporta conceptualmente un claro objeto de indisolubilidad entre la soma y la psique.

COMPRENSIÓN DEL DOLOR

La salud es un estado de bienestar psicofísico y es la expresión de un sistema en armonía consigo mismo y con el ambiente circundante; y que en el centro de cada enfermedad hay un estado de sufrimiento, que el paciente quiere transmitir y lo hace a través del síntoma dolor.

La enfermedad transforma al hombre de sujeto de intenciones en objeto de atenciones, reduciendo su espacio de intereses a las dimensiones de lo orgánico, haciéndole perder el concepto del tiempo (duración de la enfermedad).

El enfermo converge todas sus energías psíquicas en sí mismo, olvidando el interés hacia los demás, se vuelve egocéntrico, vive distanciado del mundo. La enfermedad lo aísla afectivamente.

Ayudarle a vivir su situación de enfermedad, proporcionarle las mejores condiciones de vida durante la convalecencia, y darle los conocimientos necesarios para tirar adelante, son elementos que forman parte de la conciencia inherente a la profesión de enfermería.

Enfermería tiene las herramientas necesarias para mejorar el nivel de salud de los trabajadores.

Comprendiendo y ayudando al paciente podemos acortar el tiempo de reinserción a su vida laboral.

La asiduidad y la proximidad de enfermería con el enfermo, le permite captar mejor como este vive su padecimiento, el dolor, la incomodidad y como reacciona a los tratamientos y vive la experiencia de su enfermedad, facultándola para evaluar conjuntamente con el resto del equipo sanitario, si las soluciones propuestas se adaptan a la realidad, haciendo que las decisiones finales sean viables y operativas.

Podemos concluir que el dolor, necesita por parte del personal sanitario, más que explicaciones, comprensión. El enfermo pide no solo un diagnóstico y un tratamiento, sino una decodificación de su sentido de enfermedad.

Papers relacionados

ORP 2015
Eleyma Guadalupe
Marin
Universidad de Carabobo. Centro Policlinico La Viña
Venezuela
ORP 2015
Miguel
Corticeiro Neves
Fuerza Aérea Portuguesa
Portugal
ORP 2015
Katherine Solange
Seguel Conejeros
Universidad de Concepción, Campus Los Ángeles
Chile
ORP 2015
JEILENE ABIGAIL
ROSAS SALAS
INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL
México
ORP 2015
SILVIA
OCHOA AYALA
Instituto Politécnico Nacional y DIE CINVESTAV
México