Mascarillas ¿EPIs para luchar contra el COVID o EPIs humanizados?

Mascarillas ¿EPIs para luchar contra el COVID o EPIs humanizados?

Los Equipos de Protección Individual han sido siempre evitados por los que estudiamos y nos dedicamos a la Prevención de Riesgos Laborales.
14 Abril 2020

Redacción

Los principios de la prevención que aprendí y en los que siempre he basado mi trabajo como técnico de prevención y como modesto investigador en esta materia son los siguientes: Primero actuar sobre el foco, segundo en el medio y tercero sobre el personal expuesto. Todo esto aderezado con otra importante afirmación, anteponer la protección colectiva a la individual.

Los EPIs son el último recurso para un prevencionista, son aquello a lo que nos vemos forzados a acudir si hemos sido incapaces, en primer lugar, de generar un equipo o actividad que no entrañen riesgos y en segundo lugar si aquel equipo o actividad fuera imprescindible o beneficioso para los humanos deberíamos asegurarnos de no tener que estar cerca de ellos  mientras que sigan siendo generadores de riesgos. Cuando ni uno ni dos sean posibles, aparecen los EPIs, seguro  que para todos los técnicos de prevención esto ya está suficientemente claro, pero aquellos que no entienden de la materia podrán verlo más fácilmente con el siguiente ejemplo: Los seres humanos necesitamos utilizar zapatos, para fabricar esos zapatos se emplean adhesivos, que hasta que actúan, desprenden compuestos volátiles tóxicos, un higienista bueno debería observar ese proceso y rediseñarlo eliminando esos compuestos que pueden generar un daño para nuestra salud, en segundo término, si esto no es posible deberíamos alejar la aplicación del pegamento de las vías respiratorias del zapatero para evitar que lo respire, podemos usar una campana extractora. Finalmente, aquellos que no pudiéramos dotarnos de técnicas alternativas que eliminen el agente tóxico con el mismo resultado o que eviten que el trabajador lo respire, hemos de utilizar el EPI, pero cuidado, la conclusión es clara: El EPI representa el peor de los escenarios, representa el fracaso, tal vez desde esa perspectiva han sido diseñados hasta ahora todos ellos y por esto son tan feos.

Pues bien, desde enero de este año con la llegada del COVID-19 vivimos un momento a nivel mundial en el que casi 3000 millones de humanos andamos faltos de EPIs, el principal debate entre los profesionales es qué tipo, cuántos y en qué momento debemos de utilizar estos equipos. El objetivo fundamental para con el personal sanitario es dotarlo de equipos de protección individual eficientes para asegurar que pueda seguir cumpliendo con su trabajo tan necesario, el objetivo de los gobiernos es adquirir mascarillas y se ha producido un incremento vergonzoso, es lo que tiene la oferta y la demanda, de los precios de este tipo de equipos. Se producen retenciones injustificadas de cargamentos en las aduanas y se generan mercados paralelos y clandestinos, se construyen equipos caseros que no tienen el visto bueno de los profesionales porque no disponen del correspondiente certificado o marcado CE…. El tiempo que dure esta situación es el mejor certificado de todos. La búsqueda apasionada y desesperada de mascarillas muestra que nuestra sociedad está actuando desconcertada y desorientada y consiguientemente, certifica el fracaso presente en la lucha contra el virus. 

Dos lecturas y acabo:

La primera, como técnico de prevención e investigador en estas materias, que aún hoy me considero. Creo que tengo una obligación principal, buscar las condiciones que vuelvan a ponernos donde debemos estar, volver a intervenir sobre el foco, esta intervención puede parecer sencilla: una vacuna. Pero mi experiencia como higienista me obliga a ser cauto, anticipo que los agentes que nos amenazan pueden ser muchos y, desde este punto de vista, esto de la vacuna podría ser una solución muy corta de miras. Por tanto, nos queda el medio, sería estúpido no tratar de implementar soluciones en el medio que se queden con nosotros para siempre, con el fin de evitar una nueva oportunidad de que otros agentes, químicos, físicos o biológicos, más, tan o menos dañinos como el COVID-19 puedan generar de nuevo una quiebra en las necesidades de socialización de los seres humanos.

La segunda es en relación al diseño, admitir que tendremos que seguir usando los EPIs es responsable y necesario, nunca iremos por delante de los retos que se nos planteen, ahora bien, como he dicho antes, los EPIs se diseñan para protegernos de un agente nocivo físico, químico o biológico. El problema es que, hasta ahora, los focos siempre han sido o lugares sucios, o entornos industriales o ambientes peligrosos, lo que invitaba a construir prendas de aspecto semejante a las que emplean los astronautas. Creo que en ningún momento se pensó o se incluyó como condición de diseño que quienes los portaran deberían de atender a humanos, en muchos casos a personas mayores que se han tenido que ir de nuestro lado sin poder ver la cara de quienes les cuidaban, sin poder sentir el tacto, el olor a humano, por ello mi segunda propuesta es que se empiecen a diseñar EPIs humanizados que permitan a quien los porte y a quien sea foco, vivir su relación de una forma segura pero sin una merma tan elevada en la percepción a través de los sentidos.

En definitiva, cuando de humanos se trate, busquemos espacios seguros y mientras tanto humanicemos los equipos de protección individual. Propongo a mi grupo de investigación incluir estas dos nuevas líneas como prioritarias en nuestras tareas.

Isidro J Ibarra Berrocal

Dr en CC Químicas.

Técnico en Prevención de riesgos laborales

Gerente de la Universidad Politécnica de Cartagena

¿Qué opinas de este artículo?