Puede que seas un águila entre los pollos
Puede que seas un águila entre los pollos
Anthony de Mello escribió un cuento titulado “El águila que se creía pollo”, y dice así:
“Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo adulta. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnifica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
El águila miraba asombrada hacia arriba. - ¿Qué es eso?, preguntó a una gallina vieja que estaba junto a ella.
- Es el águila, la reina de las aves -respondió la gallina- Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.
De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y vivió y murió creyendo que era una gallina de corral”.
Este cuento es una muestra del poder de las creencias. Son capaces de interponer muros, que nos parecen totalmente reales, allí donde hay puertas.
En el campo de los riesgos laborales y la Seguridad y Salud Laboral, estamos también llenos de creencias. Algunas de ellas potencian nuestra evolución hacia la seguridad y salud y otras nos limitan enormemente. Las creencias en este campo, así como en otros, son nuestras verdades, sobre las que nos apoyamos y construimos un determinada “personalidad”. Son nuestras certezas acerca de la seguridad, la salud, los riesgos, los accidentes, las enfermedades, la prevención, los accidentados, los enfermos, etc.
Darse cuenta de las creencias limitantes y potenciadoras que cada uno tiene en este campo es el primer paso para el cambio. Ya que conociéndolas, se puede cambiar las que nos limitan y reforzar las que nos potencias. Las creencias dirigen nuestro comportamiento, y son como las guardianas de nuestros recursos. Nos permiten sacarlos a la luz o nos hacen mantenerlos ocultos, convenciéndonos de que nos los tenemos. Existen creencias individuales, y también colectivas. Estas últimas constituyen el soporte de una determinada cultura organizativa.
Es muy posible que haya personas que digan, o piensen aunque no lo digan, alguna de las creencias que aparecen a continuación:
"Soy incapaz de cumplir con las normas de seguridad y salud".
"La producción es lo más importante para la empresa".
"La producción me exige saltarme algunas normas de seguridad y salud".
"Las personas precavidas son débiles".
"Que ocurran accidentes es algo que está fuera de control".
"La seguridad va en contra de la competitividad de la empresa".
"Las personas que tienen accidentes se lo merecen por irresponsables".
"Soy muy mayor para cambiar mis costumbres de trabajo".
"Los trabajadores son los culpables de los accidentes".
"Cumplir todas las normas de seguridad dificulta mi trabajo".
"La única forma de que se cumplan las normas de seguridad y salud es mediante “el palo”.
¿Te suenan? . Honestamente, ¿cómo de acuerdo o desacuerdo estas con ellas? ¿Qué te dice el cuerpo, los sentimientos, no la mente?
El cuento de Anthony de Mello, puede tener otro final, así como nuestras creencias, y es este:
“Un día un naturalista que pasaba por allí, le pregunto al propietario porque razón un águila, el rey de las aves y los pájaros, tenia que permanecer encerrado en el corral con los pollos. Como le he dado la misma comida que a los pollos, y le he enseñado a ser como un pollo, nunca ha aprendido a volar, respondió el propietario; se conduce como los pollos y por tanto no es un águila.
Sin embargo, insistió el naturalista, tiene corazón de águila, y con toda seguridad se le puede enseñar a volar. Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara.
El naturalista le cogió en sus brazos, suavemente y le dijo “TU PERTENECES AL CIELO NO A LA TIERRA, ABRE LAS ALAS Y VUELA”. El águila sin embargo estaba confuso: no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó el águila al tejado de la casa y la animó diciéndole: “ERES UNA ÁGUILA ABRE LAS ALAS Y VUELA “; pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó otra vez en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano al tercer día, saco el águila del corral y lo llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y lo animó diciéndole “ERES UNA ÁGUILA Y PERTENECES AL CIELO, AHORA ABRE LAS ALAS Y VUELA “.
El águila miro alrededor, hacía el corral y hacía arriba, al cielo. Pero siguió sin volar. Entonces el naturalista lo levantó directamente hacía el sol; el águila empezó a templar y abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante voló alejándose hacia el cielo”.