La ventana indiscreta

La ventana indiscreta

Cada uno percibimos las conductas a través de nuestra ventana. Pensamos que el mundo detrás de la ventana es el mismo para todos, y habitualmente tendemos a pensar que el problema lo tiene el otro.
21 Enero 2014

En la famosa película de Alfred Hitchcock, “La ventana indiscreta”, L. B. Jeffries (James Stewart) es un fotógrafo temporalmente inválido que mata el tiempo observando a su vecinos por la ventana que da al patio interior. Si no habéis visto esta película, en mi opinión una excelente película del maestro del suspense, os la recomiendo.

L.B. Jeffries, observa a través de la ventana de su apartamento las vidas de sus vecinos. Observa sus conductas y a través de cómo las juzga, desarrolla su propia percepción de lo que ocurre en la vida de cada uno de ellos. No se queda meramente en los hechos, sino que son sus propias tendencias personales y profesionales, sus creencias y valores, las que le hacen interpretar las conductas y finalmente convencerse de que, más allá de lo que ve, es decir lo que cree acerca de lo que ve, constituye la realidad.

El personaje observa desde su ventana todas las conductas de sus vecinos, y algunas de ellas le resultan aceptables y otras inaceptables. Sin embargo otros ojos, como los de su novia (Grace Kelly), su amigo (Wendell Corey) o su enfermera (Thelma Ritter), no lo ven de igual manera. ¿Quién está en lo cierto? ¿Son quizá los ojos del que mira?

Esto me lleva a reflexionar si no será posible que cada uno de nosotros miremos el mundo a través de una ventana, una ventana indiscreta. Observando a través de nuestra ventana las conductas de cada persona con la que nos relacionamos. Y al igual que L.B. Jeffries, aceptamos algunas de las conductas de las otras personas y otras no las aceptamos. 

Hablo de una aceptación interna.  No siempre expresamos que una conducta no es aceptable para nosotros, aunque que lo sintamos en nuestro interior. Quizá es que por alguna razón pensamos que no lo podemos decir, nos da miedo expresarlo o incluso no sabemos muy bien como hacerlo. Finalmente  expresamos que aceptamos una conducta, cuando interiormente no es así. Podríamos decir que es una falsa aceptación, y esto tiene consecuencias como el resentimiento, la frustración, etc.

Cada uno tiene su propia línea de separación entre las conductas que internamente considera aceptables o no. Según que personas sea con la que se relacione, su área de aceptación de conductas en el otro puede ser es muy pequeña. Otras veces al revés, su área de aceptación es muy grande. Quizá pueden corresponder a personas muy poco permisivas, es decir bastante autoritarias, o por el contrario personas muy permisivas.

En Seguridad y Salud Laboral también miramos las conductas a través de nuestra ventana. La línea de aceptación de las conductas es diferente para cada observador, porque cada uno es diferente. Hay conductas de riesgo que un observador considerará aceptables y otro no. 

Las normas y reglas de seguridad establecidas legalmente o por la propia organización de una empresa, delimitan el área de las conductas aceptables e inaceptables. Sin embargo la ventana de cada persona de la organización, dependerá de su propia percepción.

Cuando un mando concienciado con la seguridad y salud o un prevencionista observa a través de su ventana la conducta de un operario,  una conducta por ejemplo no aceptable desde el punto de vista de seguridad y salud para el observador, piensa que el operario está en un problema, y le trata de convencer de que tiene un auténtico problema.

Me temo que no suele funcionar. Imagínate que tu estas haciendo algo, y viene otra persona a “imponerte” que estas haciendo las cosas mal y que tienes un problema si las haces de esa manera. ¿Cuál es tu reacción? ¿Aceptas inmediatamente que lo tienes? o por el contrario ¿al no entender que tienes un problema, te cuesta mucho aceptar lo que te dicen?

Mi experiencia dice que esto último suele ser más habitual. Entonces reconozcamos que en esta situación tenemos dos ventanas diferentes por las que miramos observador y observado, con líneas de aceptación diferente. Él no siente que tiene ningún problema, yo sin embargo si. ¿Quién lo tiene entonces? Sin duda alguna, ami entender, yo, no él. 

Una vez llegado a este punto podríamos decir que las cosas están en su lugar y a partir de aquí te toca decirle al otro porqué tú tienes un problema con su conducta insegura y poco saludable. En lugar de sermonearle, convencerle, imponerle, su problema, quizá sea más efectivo expresarle de forma adecuada, que problema te crea a ti su conducta, y a partir de aquí estate dispuesto a escucharle activamente.

Te propongo que lo pruebes, y me cuentes. Antes piensa en cómo es tu ventana.

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