Yo, el supervisor y el guardia

Yo, el supervisor y el guardia

28 Noviembre 2013

De vez en cuando me gusta hacer pequeñas introspecciones de mi conducta en determinadas circunstancias. Una búsqueda de explicaciones y autocrítica con el objeto de la posible mejora personal.

En este sentido, mi reflexión en esta ocasión va dirigida a mi comportamiento en dos situaciones con un punto en común. Mi comportamiento como peatón frente a un semáforo en rojo, y mi comportamiento como conductor frente al mismo semáforo en rojo.

Supongo que todos hacemos lo mismo. Nos encontramos como peatones frente a un semáforo en rojo, y después de evaluar el riesgo de ser atropellados, si éste es nulo o su probabilidad es mínima, nos lanzamos (muchas veces a la carrera) al cruce de la calle. El guardia nos mira, pero no nos reprocha nuestra conducta, cuanto menos poco ejemplar para los imberbes que están junto a nosotros acompañados de sus padres. En
fin, un debate abierto.

Segundo escenario. Nuestro comportamiento como conductores ante este semáforo en rojo (sin el guardia al acecho), en la mayoría de los casos, es muy diferente. ¿Cuántas veces estamos esperando a que terminen de pasar las moscas? 

Porque, la verdad, peatones no hay a la vista. Y sin embargo, esperamos y esperamos hasta que por fin el semáforo se pone en verde. ¿Por qué esta conducta más que segura?. (Intento no justificarlo con multas)
Los que hemos estudiado la conducta de las personas (y lo seguimos haciendo) acudimos a teorías que intenten explicar el porque de dicho comportamiento. En mi caso y ante el interrogante anterior, me viene a la cabeza mi querido Skinner. Sí, no voy a negarlo, siento debilidad por el análisis funcional de la conducta y por el planteamiento del condicionamiento operante.

Sin querer entrar en los entresijos de este modelo (tal vez más adelante haya oportunidad de hacerlo) intentaré explicar como el análisis funcional de la conducta puede ayudar a la seguridad laboral de nuestros trabajadores. 

El condicionamiento operante, de manera simple, es el que se produce en la relación entre la conducta y los efectos de la misma. Es decir, contingencia. Si un trabajador, para conseguir salir a la hora (consecuencia positiva), por ejemplo, tiene por costumbre incumplir una normativa de seguridad (conducta insegura), y si
anteriormente no le ha sucedido nada negativo por ello (consecuencia negativa), cumplirá con la costumbre y cometerá el acto inseguro. ¿Hasta cuando?. Pues dos posibilidades: (1) hasta que sufra un accidente (consecuencia negativa), (2) hasta que esta conducta se vea reforzada por otra conducta más poderosa. Vamos por partes.

Un supervisor puede emitir tres tipos de refuerzos al trabajador ante un acto inseguro. (1) Positivo, (2) Negativo, (3) Ausencia de refuerzo

¿Cuál garantiza que no se accidente el trabajador cuando el supervisor no esté delante?

Primera escena
Supongamos que nuestro trabajador comete un acto inseguro delante del supervisor. Éste no le dice nada ya que considera que es un acto “mínimamente arriesgado”, es decir, no hay riesgos o estos son mínimos. Y no sólo eso, sino que le felicita por la destreza en la tarea. (“Ya me gustaría que todos tuviesen la habilidad
que tu tienes”). Con este refuerzo positivo conseguimos que aumente la probabilidad de que se emita la misma conducta en circunstancias similares. Pero, ¿Sólo en circunstancias similares?. ¿Es posible que el trabajador intente realizar la misma conducta en circunstancias no tan “mínimamente arriesgadas?. ¿Ha hecho bien el
supervisor felicitándole?. ¿Este supervisor es de los que cruza con el semáforo en rojo?

Segunda escena
Supongamos que nuestro trabajador comete un acto inseguro delante del supervisor. Éste que lo ve, se dirige al trabajador y le pide que preste atención a lo que le tiene que decir ya no puede permitir que se comentan este tipo de actos. 
El trabajador angustiado por lo sucedido reconoce que no lo volverá a hacer ya que ha comprendido perfectamente que las normas están para cumplirse y que cuando no se cumplen este tipo de normas mínimas, no hay garantía de cumplimiento de las superiores.
El supervisor ha reforzado negativamente la conducta temeraria del trabajador, y se va con el convencimiento de que ha aumentado la probabilidad de que no se emitan dichos actos inseguros. ¿Convencido? ¿No lo volverá hacer?

Tercera escena
Supongamos que nuestro trabajador comete un acto inseguro delante del supervisor. El supervisor considera que es mejor hacer caso omiso a tal conducta ya que al no interesarse por ella, el trabajador dejará de emitirla. Al cabo de una hora el trabajador sufre un accidente.
Con estos tres ejemplos, que son bastante claros, ¿es posible determinar el papel fundamental que el supervisor tiene en la prevención de los riesgos laborales?. Los accidentes laborales, ¿en parte ocurren por la primera o tercera escena?. ¿Es posible aplicar una normativa no escrita? Son varios los interrogantes. Los dejo ahí por si alguien los quiere coger.
Volviendo a mi reflexión, si el guardia no me llama la atención tendré que velar yo mismo por mi seguridad. De entrada, recordaré que si fomento la prevención de los riesgos, he de cumplir con el ejemplo en mi vida diaria.

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