Prevención y economía circular: un vínculo insoslayable (2/3)
Prevención y economía circular: un vínculo insoslayable (2/3)
La producción de residuos constituye un importante problema no solo como tal, sino también si se tiene en cuenta sus repercusiones en la sociedad, en las personas y en el medio ambiente cuando su gestión es deficiente. Los residuos se generan antes, durante o como consecuencia de actividades industriales, urbanas, de servicios y domésticas, independientemente de su tamaño y condición específica. Cualquier insuficiencia en la manipulación, transporte, procesamiento y destino de un determinado residuo puede generar situaciones que deben ser controladas aplicando rigurosos procedimientos de seguridad y prevención de riesgos, hecho que adquiere aún mayor relevancia si se tiene en cuenta la enorme cantidad de residuos y la diversidad de fuentes donde éstos son generados. Algunos materiales, sub productos y productos residuales son inclusive de naturaleza especialmente peligrosa. Otros, más grave aún, son consecuencia de la irresponsabilidad y del despilfarro, como es el caso de los alimentos: fuentes dignas de crédito estiman que un tercio de la producción mundial de alimentos para las personas se pierde o desperdicia. Desde el punto de vista de la ética, esta situación es inaceptable para gran parte de una sociedad que, en plena era de la globalización, reivindica de modo insistente su estado de bienestar.
Los métodos tradicionales de gestión de residuos se basan principalmente en la Incineración y en el depósito en Vertederos. Estas técnicas implican un coste importante, no solo por lo que supone la recogida, traslado, procesamiento y manipulación de una cantidad y de una variedad cada vez mayor de productos residuales, sino también por el impacto que generan en la sociedad, la salud pública y el medio ambiente. Dicho impacto se hace evidente, por ejemplo, cuando se manifiestan la contaminación del aire por compuestos orgánicos e inorgánicos, la producción de gases de efecto invernadero, las emisiones de dioxinas, la contaminación de aguas superficiales y subterráneas por lixiviación, escurrimiento y percolación, y la generación de la llamada “lluvia ácida”. Si a ello se suma el desaprovechamiento de productos susceptibles de reutilización, reciclaje o recuperación, el impacto económico de estos procedimientos, aunque con frecuencia no es percibido, es aún mayor, y se ve agravado por la inercia de no utilizar métodos que permitan estimar, medir y valorar los flujos de residuos. Lo peor es que por esta vía se desprecia la ocasión de detectar a tiempo las oportunidades de generar beneficios y de optimizar la eficiencia ambiental global.
Como muchos han afirmado, “un residuo es un recurso situado en un lugar equivocado”, y su existencia es la demostración patente de que algo no está funcionando bien en los procesos productivos y en la prestación de servicios de la era globalizada. Sin lugar a dudas, a través de la reincorporación a los ciclos productivos de materiales residuales o subproductos que de otro modo serían desperdiciados, o incluso, mediante el desarrollo de nuevos productos, o la generación de energía a partir de materias primas residuales, es posible generar un importante valor añadido en dichos ciclos, a la vez que se favorece la reducción de los costes operativos y se fomenta el empleo. Todo ello, siempre y cuando se adopten métodos de valoración adecuados, y que a la vez se optimicen de modo innovador las técnicas y procedimientos de producción sostenible, aplicando el principio de que “el residuo ideal es aquel que no se genera”. En definitiva, se trata de replantear de modo responsable los esquemas de producción y los modelos de negocio tanto dentro de una determinada empresa, como en el ámbito de la colaboración entre empresas e instituciones afines o complementarias, orientándolos directamente hacia la economía sostenible.
Un resumen sintetizado de la diversa variedad de residuos generados en el mundo industrial y de servicios contemporáneo, susceptibles todos ellos de reincorporación a las cadenas de producción, lo refleja la tabla expuesta a continuación:
Es fácil deducir de esta lista las múltiples oportunidades que pueden surgir de la valorización de estos materiales transformándolos en nuevos recursos, y la posibilidad de generar nuevos campos de actividad económica y fuentes de empleo basados en su reutilización o comercialización. Es en este punto donde aplicar los principios de la economía circular puede aportar indiscutibles ventajas tanto para los sectores productivos como para la sociedad y el medio ambiente. Para ello, se ha de actuar aplicando de modo inteligente los principios de la sostenibilidad, basando las correspondientes estrategias en la prevención, la innovación y los avances de la tecnología.
ECONOMIA CIRCULAR Y GESTIÓN DE RECURSOS HÍDRICOS
La superficie del planeta está constituida por un 30% de tierra y un 70% de agua. De este 70%, el 97% corresponde a agua salada, y el 3% a agua dulce. A su vez, el 69% del volumen de agua dulce de la tierra está en estado de hielo en glaciares y casquetes polares, el 30% es agua subterránea, y solo un 1% es agua disponible a nivel superficial.
El uso del agua es también un factor determinante en la configuración del esquema de su distribución y utilización como recurso. Persisten a nivel mundial serios desequilibrios entre regiones en la distribución del agua, y también entre las ciudades y los entornos rurales, y buena parte de la población del mundo aún no tiene acceso al agua potable. La agricultura, actividad básica para la alimentación del hombre, utiliza el 11% de la superficie terrestre, pero en cambio, es responsable de alrededor del 70% de las extracciones de agua, cifra que se eleva hasta el 90% en los países en vías de desarrollo, cuya economía se basa fundamentalmente en actividades agrícolas.
El uso del agua en la agricultura aumenta de modo continuo a medida que crece la población mundial y la consecuente demanda cuantitativa y cualitativa de alimentos, a lo cual hay que añadir como complicación los efectos de las sequías crónicas, producto del cambio climático, y la contaminación global, factores que afectan directamente la calidad y la cantidad de agua disponible y su distribución en todo el planeta. Por otro lado, las actividades agrícolas de tipo extensivo son responsables de la contaminación del agua por el mal uso de fertilizantes y pesticidas, por la deficiente gestión de los purines, y por el empleo de técnicas de regadío que no tienen en cuenta el uso racional del agua, incrementando su consumo indiscriminado más allá de las necesidades reales.
La industria, por su lado, protagoniza más del 20% de la demanda de agua, y es responsable de buena parte de su contaminación y de la producción de aguas residuales que requieren de procesos de depuración. Las depuradoras forman parte de un importante eslabón en la cadena de incorporación del ciclo del agua a la economía circular, ya que permiten retornar el agua al medio natural en condiciones ecológicamente aceptables, y mediante tratamientos especiales, convertirla en agua regenerada que es posible destinar a usos agrícolas e industriales. Este aspecto se ha de tener también en cuenta al analizar lo que ocurre como consecuencia del rápido aumento de la urbanización, otro factor que desencadena el incremento de los residuos, del consumo y del vertido de aguas residuales, con el coste añadido de su depuración y regeneración. Como contrapartida, al margen de los métodos tradicionales disponibles para controlar estos problemas en zonas urbanas, las innovaciones vinculadas a la emergencia del fenómeno “Smart City” pueden también generar interesantes expectativas en el ámbito del ciclo del agua, como también es posible lograr avances sustanciales en este terreno mediante la sensibilización ciudadana y la promoción de hábitos de consumo responsables.
Por último, la producción de energía es también responsable de la extracción de entre un 10% y un 15% del agua superficial disponible, si se tiene en cuenta su consumo en centrales térmicas y nucleares, motivo suficiente para promover métodos y fórmulas alternativas y sostenibles de generación de electricidad, y mejorar las posibilidades de reciclaje y recuperación de agua en este sector.
Naciones Unidas estima que la población mundial alcanzará los 10.000 millones de personas en el año 2050, realidad que llegado ese momento generará un incremento del 55% en la demanda de agua. A la vista de las anteriores constataciones, resulta evidente la necesidad de propiciar iniciativas que permitan gestionar los recursos hídricos del planeta aplicando los principios de la prevención y de la sostenibilidad, a la vez que se las integra dentro de un esquema de economía circular. En la industria, esta alternativa es factible, tan solo aplicando con rigor técnicas y procedimientos de depuración y reutilización que han sido confirmados como opciones válidas en este sentido. Si a la vez se reorientan los procesos productivos, se estimula el Ecodiseño de edificios e infraestructuras, incluyendo los del entorno urbano, y se procura por estas vías reducir el consumo de agua y cerrar el ciclo hídrico, es posible lograr interesantes avances que conduzcan a la sostenibilidad y frenen la contaminación. En el ámbito agrícola, si se adoptan los principios de la economía circular, es posible avanzar en este terreno mediante la utilización de aguas regeneradas, el perfeccionamiento de las técnicas de cultivo, la racionalización del empleo de fertilizantes y pesticidas para evitar la contaminación, y el empleo de sistemas de regadío innovadores que apuesten por el consumo equilibrado y racional del “recurso agua”. Todo es cuestión de adoptar actitudes y comportamientos responsables basados en la prevención y en la innovación.