“Iremos a trabajar a la oficina, pero solo dos o tres veces por semana”

“Iremos a trabajar a la oficina, pero solo dos o tres veces por semana”

Nicholas Bloom, profesor de Economía en Stanford, investiga el teletrabajo
22 Julio 2020

Adiós oficina obligatoria

Hasta la pandemia el teletrabajo no era considerado algo serio. Si eras ambicioso, sabías que se te mediría más por la cantidad de horas que pasaras en la empresa que por el valor que crearas para ella. El presencialismo era la religión de la oficina predigital, pero ha dejado de serlo estos días en que el 40% de los empleados del mundo han sido convertidos, de buen grado o a su pesar, velis nolis, en teletrabajadores, incluso las grandes jefas y jefes, que han despachado por pantalla desde su casa, con niños correteando a su alrededor... Y no se ha acabado el mundo. Al contrario, ha empezado otro en el que lo deseable es el equilibrio entre el trabajo a distancia y el presencial para aprovechar lo mejor de los dos sistemas.

El teletrabajo era tendencia y hoy es obligación. ¿Sólo por ahora?

El teletrabajo ya estaba al alza antes de la pandemia, que lo ha convertido en obligatorio y lo ha consolidado de una forma ya generalizada que perdurará.

¿Para siempre?

Lo relevante es el cambio cultural, propiciado por la pandemia, que lo ha transformado en una forma tan válida de generar valor como el trabajo presencial. Y ese cambio de valores durará.

¿Cuán generalizado está el teletrabajo?

Antes del confinamiento, un 15% de los estadounidenses ya teletrabajaba al menos un día laborable. En el Reino Unido, el porcentaje era similar, y en España no creo que fuera inferior.

¿Y se ha multiplicado por cuánto?

Hay un 40% de trabajos que puede hacerse a distancia; el resto exige al menos cierta presencialidad. Y, ahora mismo, ese 40% de teletrabajo posible se ha convertido en real.

¿Cuánto será teletrabajo para siempre?

No soy profeta, sino economista, y sólo puedo cuantificar los incentivos que lo generalizarán.

¿Incentivos para quién?

Para todos, porque ningún empleado que prefiera ir a la oficina será más productivo trabajando en casa, ni ninguno que prefiera teletrabajar lo será si es obligado a ir a la oficina.

¿Por qué?

Porque la automatización está liquidando los empleos que podían hacerse sin motivación.

¿Y qué gana la empresa cerrando oficinas?

Se ahorra más de 2.000 euros al año por empleado que pasa a teletrabajar, en espacio, agua, luz, wifi, limpieza, equipos, mantenimiento y en comedor o vales comida.

¿Pero no pierde capacidad de control?

Los teleempleados generan hasta un día más de valor por semana que quienes van a la oficina.

¿Por qué?

Porque el ahorro de tiempo en desplazamientos suelen dedicarlo a trabajar. Y las cifras de rendimiento lo demuestran.

¿Cómo sabe la empresa que su teleempleado no está viendo culebrones?

Porque esos trabajos que se pueden hacer a distancia suelen ser precisamente los que no requieren ese tipo de control primario.

¿Cuántos de ese 40% de teleempleados hoy lo serán para siempre?

Calculamos que la mitad querrá teletrabajar. La conciliación familiar mejorará, y el absentismo disminuirá. Pero también habrá quien, sobre todo entre los solteros, prefiera volver a la oficina, por su oferta de socialización.

¿No cree que los padres de familia también necesitan descanso yendo a la oficina?

¡Dígamelo a mí que tengo cuatro hijos pequeños y hay uno que no para de pegar patadas en la puerta mientras hablamos!

¡Ah! El ruido era eso: creí que era la wifi.

Es que hoy por la pandemia incumplo las 4 reglas del teletrabajo: tener un espacio solo para trabajar aunque sea en casa; no compatibilizar el teletrabajo con el cuidado de niños; tener una wifi potente dedicada en horario laboral sólo a trabajar, y el equipo informático adecuado.

¿Cuántos cree que las cumplen?

La pandemia ha roto las reglas, y nos adaptamos como podemos; pero cuando el teletrabajo vuelva a ser voluntario esa mitad de empleados que lo prefieren las cumplirá.

¿Y usted?

Yo creo que lo óptimo es una mezcla de teletrabajo y oficina a la medida de cada uno que potencie sus habilidades. Y es lo que aconsejo a las empresas, porque empresa y empleados deben pactar caso por caso para optimizar su relación.

¿El teleempleado pierde posibilidades de ascenso al alejarse de la toma de decisiones?

Depende de lo inteligente que sean él y sus jefes al juzgar las posibilidades que tiene de crear valor si le promocionan: esté o no en la oficina.

¿A distancia se es más o menos creativo?

El teletrabajo por sí solo no es lo mejor para la innovación. De hecho, creemos que, a causa de la pandemia y el teletrabajo, habrá menos innovación y patentes el año próximo y el siguiente.

¿Por falta de charlas de pasillo?

Es la paradoja del teletrabajo: no es tan bueno para la innovación porque es demasiado bueno para la productividad. La conversación de pantalla no permite los rodeos necesarios para comunicarse de verdad: es demasiado directa. Y, sobre todo, habrá menos patentes, porque los laboratorios llevan ya cerrados tres meses.

¿Cuál es el mejor cóctel, entonces, para la productividad en una empresa?

Tener espacios versátiles y compartidos donde los equipos puedan contactar personalmente no cada día, pero sí dos o tres veces por semana. Y pactar, caso por caso, el cóctel de presencia y teletrabajo que mejora cada rendimiento. Steve Jobs odiaba el teletrabajo.

¿Porque necesitaba el peloteo en directo?

También los demás gurús de Silicon Valley desdeñaban el teletrabajo, porque no permitía esa charla informal en la oficina que propicia la creatividad y la disrupción creativa.

¿Y usted?

Echo de menos las reuniones; pero no por las reuniones en sí, sino por los minutos de antes y después en que hablas de casi todo y de casi nada para acabar descubriendo lo que no sabías que sabías; pero, sobre todo, para aprender lo que los demás no sabían que sabían.

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