Un "cuadro" puede esperar vivir seis años más que un trabajador

Un "cuadro" puede esperar vivir seis años más que un trabajador

(Un cadre esperer vivre six ans de plus qu'un ouvrier. Le Monde 20 de febrero de 2016). Menos riesgos profesionales (Moins de risques professionnels).
7 Marzo 2016

Parece rigurosamente imposible. Es casi un insulto a la cultura contemporánea, a la igualdad (que todos sabemos ampliamente que no es más que una teoría), a la decencia social o a todas las atrocidades cívicas e incívicas que nos rodean diariamente. Es lo que, en pura "habla" popular diríamos que parece imposible, que no es verdad, que es una exageración.

Decir que un "obrero" vive menos que un "cuadro" es algo atroz que no puede ser entendido, a pesar de las demostraciones estadísticas, por alguien que pertenezca a una civilización relativamente "civilizada" (valga la redundancia).

Así lo expone el Institut national de la statistique et des études économiques (Insee) en el periódico Le Monde de 20 de febrero de 2106 (pág.14). Los argumentos que el estudio proporciona (y divulga un periódico de la tirada del Le Monde francés) son harto conocidos y, por ello mismo, más preocupantes. Que los “pobres” viven menos que los “ricos” es una apreciación antropológica que creíamos haber superado y tal vez no hemos hecho ni mucho menos (solo cabe referirse a los desplazados por las guerras, las ideologías o los desplazados “sociales” para no estar la mar de orgullosos del mundo en el que nos ha tocado vivir). Y esto es algo que, desde la más ciega de las ópticas de Primer Mundo (?) ya damos por sabido e, incluso, nos parece un poco demagógico plantearlo al hablar de “condiciones de trabajo”.

Si además de las consabidas deficiencias sanitarias de nuestros vecinos (no tan lejanos), puede decirse sin ruborizarnos que (en nuestra “civilización”)…los cuadros están menos sujetos a los riesgos profesionales que los obreros (accidentes, enfermedades profesionales, exposición a productos tóxicos)…En materia de sanidad consultan más a los médicos especialistas.

Y acaba el párrafo con algo que entra de lleno en nuestro tema de formación y comunicación en materia de prevención: …Estas diferencias de comportamiento se perpetúan: todos tenemos tendencia a reproducir los hábitos de nuestros padres. Siempre hemos dicho que la formación en prevención (y ello incluye la PRL) debe hacerse desde las edades más jóvenes de las personas. La verdadera formación en prevención (la bonita frase de “cuidarse”) parte de la infancia, en el momento de crear las actitudes y los comportamientos que se desarrollarán a lo largo de toda la vida. Pero esta aseveración, del todo cierta, topa con el entorno “formador”. Los niños nacen en una determinada familia, van a determinada escuela, tienen unos concretos amigos y ven una forma específica de interpretar el mundo a través de los medios de comunicación y de las realidades sociales que les rodean. ¿Dónde están los formadores que crearán hábitos de conducta seguros? ¿Dónde están los padres, maestros, amigos, políticos, cantantes y vecinos que no se hallen inmersos en una formación a menudo caduca y que sigue propiciando que unos vivan más que los otros? Todos debemos ponernos la mano en el pecho y asumir las deficiencias que transmitimos. Porque la formación, como hemos dicho en otras ocasiones, es, ante todo, un cúmulo de técnicas (a veces difíciles de aprender y otras producto sencillamente de la dedicación y el interés). Sea como sea, la conducta de la gente depende de su formación, de la directa y la que hemos denominado transversal (producto de la “imitación” conductual de nuestros mayores o nuestros individuos de referencia).

No puede formar bien quién no está bien formado. Así de fácil. No puede ser un buen formador en PRL quién no “cuida” su entorno, su trabajo, quién no dispone de las herramientas “sociales” propias para desarrollar limpiamente su labor transformadora. Y a ello nos referimos cuando hablamos de la formación de los Prevencionistas, de los Mandos Intermedios, de los Empresarios o de los Médicos del Trabajo (entre otros profesionales). Y si nos detenemos en la formación de los “Prevencionistas” veremos que disponen de poca cualificación docente (no es su culpa sino la culpa de un currículo extraño). Pero también es cierto que los profesionales de la prevención debemos ser conscientes de nuestras deficiencias y de cómo es nuestra conducta la que influye en los demás (sin saberlo, sin haberlo aprendido y sin disponer de los mecanismos para lograr objetivos mejores y más duraderos). Y sería terrible que, en parte, nos “tocara” por falta de habilidad formativa algo de la culpa de los “seis años menos”.

El artículo citado hace constantemente referencia a la formación, a que la esperanza de vida es superior en personas “tituladas” que en la que no lo están. Tal vez sea cierto y la relación siga siendo la que antes citábamos: la ineludible relación vida y disponibilidad material. Pero es interesante la constante llamada de alerta. También nosotros estamos convencidos de que la formación alarga la vida (dicho así suena muy duro), no porque la vida dependa de un grado, una licenciatura o un doctorado…pero sí depende de unos conocimientos, de unos procedimientos y de unas actitudes. Y estas se enseñan y se aprenden.

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