¿Hacer o no hacer? El dilema filosófico de Byung-Chul Han ante la hiperproductividad

¿Hacer o no hacer? El dilema filosófico de Byung-Chul Han ante la hiperproductividad

El autor de “La sociedad del cansancio” vuelve con “Vida contemplativa. Elogio de la inactividad”. Ante el mandato de la productividad permanente habla de “la cultura como fiesta”. Y la fiesta es el lugar en el que la utilidad se pierde y mandan los excesos.
12 March 2023

 “Las inactividades requieren mucho tiempo. Exigen un largo rato, una intensa pausa contemplativa. Son raras las inactividades en una época de apuros en la que todo se ha tornado tan a corto plazo, tan de corto aliento, tan corto de miras. Hoy se impone por todas partes la forma de vida consumista en la que toda necesidad debe ser satisfecha de inmediato. No tenemos paciencia para una espera en la que algo pueda madurar lentamente. Lo único que cuenta es el efecto a corto plazo, el éxito veloz. Las acciones se acortan y se convierten en reacciones. Las experiencias se rebajan a vivencias. Los sentimientos se empobrecen en la forma de emociones o afectos. No tenemos acceso a la realidad, que solo se revela a una atención contemplativa”.

En su estilo conciso y directo, esta es la idea central de Vida contemplativa. Elogio de la inactividad, el último libro editado en español del filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han. Entre esas palabras, también asoma de inmediato la mirada escéptica de Han sobre las prioridades de nuestro presente tecnológico. Una mirada que, a lo largo de dos docenas de libros publicados desde la exitosa aparición de La sociedad del cansancio, en 2012, lo convirtió en un “filósofo de moda”.

Pero, ¿qué convierte en “moda” a un filósofo? ¿Lo que este ofrece como pensamiento a sus lectores, lo que un filósofo quiere decir sobre un tema como la hiperproductividad? ¿O se trata en realidad de lo que sus lectores necesitan encontrar una y otra (y otra) vez en ese pensamiento acerca de la hiperproductividad que los aqueja? Por el cuidadoso equilibrio intelectual entre la repetición y la variación, Vida contemplativa. Elogio de la inactividad quizás ofrezca una respuesta.

En esta oportunidad, Han despliega su idea sobre la inactividad a través de seis textos breves encadenados en un grado creciente de complejidad conceptual y unidos por su red habitual de citas de grandes nombres de la filosofía y la literatura.

De ahí que, tal como suele ocurrir en muchas de sus páginas, Platón, Aristóteles, Martin Heidegger, Hannah Arendt, Michel Foucault, Giorgio Agamben y Walter Benjamin, entre otros, se combinen con Homero, Friedrich Hölderlin, Novalis, Rainer Maria Rilke o Peter Handke para explicar por qué “hemos olvidado que la inactividad, que no produce nada, constituye una forma intensa y esplendorosa de la vida”, razón por la cual “a la obligación de trabajar y rendir se le debe contraponer una política de la inactividad que sea capaz de producir un tiempo verdaderamente libre”.

¿Qué significa que el tiempo es una mercancía?

Quien al abrir el libro de cualquier filósofo solamente pretenda encontrar ideas nuevas, tarde o temprano descubrirá lo que decía Sócrates: lo más difícil es decir siempre lo mismo de lo mismo. ¿Y eso qué significa? Significa que pensar no es una tarea cuya lógica se asemeja a la de una góndola en un gran supermercado, donde las novedades se pelean entre sí por captar la atención flotante de los consumidores, sino que se asemeja más bien a la morosa pero renovada exploración de lo ya explorado. La novedad, en consecuencia, suele ser una trampa: un desvío en el camino permanente hacia lo más fundamental.

No obstante, la aclaración, es probable que quienes estén familiarizados con un concepto como el de la razón instrumental y estén al tanto de su vasta expansión en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana, Byung-Chul Han no los sorprenda demasiado al afirmar que “lo que vuelve auténticamente humano al hacer es la cuota de inactividad que haya en él”.

Ante la compulsión por hacer, que se traduce en un mandato cultural de productividad permanente bajo la fantasía de que este es el único modo de ser rentables, libres e incluso queridos (como muestran quienes construyen una sociabilidad virtual de interacciones frenéticas en las redes sociales), Han opone la noción de la cultura como fiesta.

¿Y qué es una fiesta sino lo que se desentiende de la finalidad de una meta y se pierde entre digresiones, excesos y desvíos por fuera de la funcionalidad y la utilidad? En este primer sobrevuelo de la cuestión, por lo tanto, Han señala que “el capitalismo transforma el propio tiempo en una mercancía, con lo cual este pierde toda festividad”.

Ahora bien, para el crítico de arte estadounidense Jonathan Crary, la noción de que el tiempo es una mercancía tampoco es novedosa. Sin embargo, al igual que Han, Crary no pretende sorprendernos con el hecho conocido de que el tiempo es dinero. De lo que se trata, en cambio, es de iluminar hasta qué punto incluso aquel tiempo que antes era considerado personal (y que aún hoy suele considerarse propio e intransferible) está siendo mercantilizado más allá de nuestra conciencia.

Tal como escribe Crary en 24/7. El capitalismo tardío y el fin del sueño, “el capitalismo 24/7 no es simplemente una captura de la atención continua sino, también, una densa capa de tiempo en la que se puede asistir casi de forma simultánea a múltiples operaciones o atracciones, más allá de donde uno se encuentre o de lo que esté haciendo”.

¿Qué es la meditación inactiva?

Presentada la idea más básica de lo que Vida contemplativa. Elogio de la inactividad entiende por inactividad, Han abandona por un rato el tono inicial del divulgador y se vuelve un poco más complejo. Llega el momento de explicar qué es la vida contemplativa y por qué “la actividad se nutre, más bien, de la inactividad”.

Para esto, primero advierte sobre las pantallas controladas por Silicon Valley a nuestro alrededor, puesto que cuando la obligación de producir datos en esas pantallas se apodera del lenguaje, “este se pone en modo trabajo”. ¿Y qué implica un lenguaje encorsetado por las metas del trabajo? Implica su degradación, ya que se vuelve un instrumento portador de información.

En este punto, Han impulsa sus ideas un poco más allá de lo inmediatamente comprensible y agrega lo siguiente: “La información es la forma de actividad que tiene el lenguaje. La poesía, por el contrario, suspende el lenguaje entendido como información. En la poesía el lenguaje se pone en modo contemplación”.

A través de estas referencias, Vida contemplativa. Elogio de la inactividad dejará atrás muchos de los repetidos lugares comunes del propio Byung-Chul Han para adentrarse en el pensamiento de Martin Heidegger. Y esto no es una tarea simple, dado que obliga a tratar bajo la particular mirada heideggeriana con la pregunta por el ser.

En De la acción al ser y La absoluta falta de ser, los dos textos centrales de su libro, Han intenta abrir entonces una puerta a la idea de meditación desarrollada por Heidegger. Para eso, empieza por explicar que, al contrario de la acción, “la meditación nos trae nuevamente de vuelta a donde ya estamos desde siempre”.

Ahora podemos volver a Sócrates y a la tarea filosófica de decir siempre lo mismo de lo mismo, puesto que la meditación, dirá Heidegger, “es la serenidad para con lo digno de ser cuestionado”. En otros términos: la meditación es el camino hacia lo verdaderamente fundamental, camino que demanda a quien esté dispuesto a recorrerlo una posición de espera antes que una posición de expectativa.

En su Debate en torno al lugar de la serenidad, un curioso diálogo socrático escrito por Heidegger en 1944, un personaje lo explica de esta manera: “A la espera sí, pero nunca a la expectativa; porque el estar a la expectativa es ya estar atado a una representación y a lo representado”.

Esta premisa heideggeriana será reafirmada por otro personaje, que en el mismo diálogo dice: “La espera no tiene propiamente objeto”. Lo que Heidegger intenta mostrar es que, en oposición al pensamiento utilitario que persigue objetivos calculables, dominables y consumibles, el auténtico pensamiento se nutre de una inacción lúcida y abierta a la espera.

En palabras de Han: la “meditación inactiva” va tras el esplendor de lo insignificante, lo inutilizable, lo indisponible, de lo que se sustrae a toda utilidad, a toda meta. Por supuesto, si tal elogio de la inactividad hoy resulta extraño y ajeno, probablemente se deba a que ni siquiera dejamos de calcular cuántos corazoncitos podrá tener nuestra próxima foto en Instagram mientras le sonreímos a la cámara.

En el fondo

Lo que en el fondo Vida contemplativa. Elogio de la inactividad intenta transmitir es que si el ser tiene una dimensión temporal en el cual tal espera ocurre, “el cortoplacismo actual lo desmantela”. De esta manera, volvemos a lo que, sin duda, nos resulta más claro y familiar: nuestra existencia frente a pantallas que demandan a cada instante metas laborales, sociales e incluso eróticas permanentes.

Escribe Han: “Las informaciones refuerzan la tormenta digital de contingencias y agudizan la falta de ser. Nada promete compromiso y duración. La contingencia intensificada desestabiliza la vida”. ¿Acaso es realmente necesario entender las profundas diferencias entre el ser y el ente para percibir el fundamento de este escenario? Si Byung-Chul Han es un “filósofo de moda”, probablemente lo sea porque sabe señalar hacia lo fundamental.

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