La antifragilidad empresarial: más allá de la resiliencia

La antifragilidad empresarial: más allá de la resiliencia

“No ver venir un tsunami o una crisis económica es excusable; construir algo frágil para hacer frente a la incertidumbre no lo es.» Nassim Nicholas Taleb «Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden»
4 April 2022

En el mundo disruptivo de hoy, las empresas se enfrentan a varios factores externos e internos que influyen en su capacidad para sobrevivir y prosperar. Si bien, la resiliencia ofrece un enfoque defensivo para enfrentar las crisis emergentes, en la reflexión de hoy os propongo explorar la antifragilidad como enfoque ofensivo, para aprovechar las crisis emergentes para adaptarnos y prosperar en el futuro. Se trata no solo de resistir amenazas o cambios impredecibles, sino también de emerger más fuertes.

La antifragilidad nos enseña cómo las organizaciones pueden beneficiarse del desorden y la disrupción, si en lugar de evitar la incertidumbre, se optimizan para adoptar, la variabilidad inherente en el entorno empresarial actual.

La resiliencia: el arte de sobrevivir

Posiblemente estás familiarizado con el concepto de resiliencia, que en general se usa para expresar la capacidad que tiene un material de recuperar su forma original después de ser sometido a altas presiones, es decir, hace referencia a la capacidad de adaptarse y recuperarse de situaciones adversas. Aplicando el concepto al mundo empresarial, nos referimos a la capacidad que tienen las empresas de superar y adaptarse a los cambios, ya sean internos o externos, y salir adelante.

Las empresas resilientes se preparan para la disrupción y son capaces de adaptarse, resistir y recuperarse con rapidez, en base a tres pilares interconectados: en primer lugar está la resiliencia financiera que permite a la organización prepararse mejor para resistir los eventos que afectan la liquidez, los ingresos y los activos. En segundo lugar la resiliencia operativa: para asegurar que la organización pueda asimilar los efectos de la disrupción en sus operaciones, la tecnología, las instalaciones y sus cadenas de suministro. Y por último la resiliencia de reputación de marca: para controlar el impacto de las crisis y los riesgos en la fiabilidad de la marca y la confianza de sus grupos de interés.

La resiliencia ha sido un tema central en nuestras vidas durante la crisis de Covid-19. Ante este escenario abrumador, hemos visto la resiliencia de las personas para resistir un virus devastador y la resiliencia de los sistemas de salud y bienestar para mantener los servicios sanitarios ante un crecimiento exponencial de la demanda. También hemos visto la resiliencia de las empresas que se han visto obligadas a repensar sus modelos de trabajo y escalar las infraestructuras para permitir el trabajo remoto y no tener que cerrar.

De ahí, que como resultados de la crisis. la resiliencia se ha convertido en un tema prioritario en la agenda estratégica de muchos líderes innovadores, que buscan extraer lecciones para aumentar su preparación para crisis futuras. Sin embargo, si la disrupción es la nueva normalidad, es necesario ir más allá de la resiliencia, porque este concepto no tiene suficientemente en cuenta el crecimiento y la prosperidad organizacional después de la adversidad. Los líderes transformadores quieren que sus organizaciones vayan más allá que no solo se recuperen de la adversidad, sino que sean capaces de adaptarse y prosperar en el nuevo contexto aumentando la capacidad organizacional para la innovación y la reinvención.

La antifragilidad: de sobrevivir, a prosperar

Una forma poderosa de abordar la disrupción desde una perspectiva de crecimiento, es el concepto relativamente nuevo de antifragilidad. Acuñado por Nassim Nicholas Taleb, en su libro «Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden».

La idea central detrás de este libro es simple y bastante tentadora. Taleb divide el mundo y todo lo que hay en él (personas, cosas, instituciones, formas de vida) en tres categorías: lo frágil, lo robusto y lo antifrágil. Eres frágil, si evitas el desorden y la disrupción por miedo al desorden que puedan causar en tu vida: crees que te estás manteniendo a salvo, pero en realidad te estás volviendo vulnerable al impacto que lo destrozará todo. Eres robusto, si puedes resistir los golpes sin inmutarte y sin cambiar quién eres. Pero eres antifrágil, si los choques y las disrupciones te hacen más fuerte y más creativo, más capaz de adaptarte a cada nuevo desafío a que te enfrentas. Lo resiliente resiste los golpes y se mantiene igual; lo antifrágil mejora.

Desde la perspectiva empresarial, La robustez nos permite hacer frente a los desafíos y resistir, mientras que la resiliencia nos da la capacidad de recuperarnos. La antifragilidad nos ayuda, no solo a superar las adversidades, sino a ver la disrupción como una oportunidad para mejorar la flexibilidad y adaptabilidad de la organización al entorno. Se trata de aceptar los cambios, y ver en las disrupciones una oportunidad para continuar aprendiendo, encontrar un significado y un beneficio a lo que sucede. En lugar de preguntarnos por qué sucede, preguntarnos cómo podemos transformar la disrupción en una oportunidad de innovación.

La antifragilidad, como capacidad no solo de sobrevivir sino también de emerger más fuerte de los impactos externos, se ha convertido en una prioridad estratégica para muchas organizaciones. Cuando el coronavirus COVID-19 se extendió por todo el mundo, las empresas y las organizaciones del sector público tuvieron que reconfigurarse de la noche a la mañana para proteger vidas y satisfacer patrones de demanda y cumplimiento radicalmente diferentes. El COVID-19 ha sido sin duda el mayor catalizador para la transformación digital en todo tipo de organización y en todos los sectores haciendo avanzar su digitalización diez años en solo unos meses. Organizaciones antifrágiles como Amazon. Netflix o Amazón con fuerzas de trabajo e infraestructuras digitalmente habilitadas, débilmente acopladas y distribuidas, han demostrado que es posible flexibilizarse, adaptarse y salir fortalecidos de crisis como la del COVID-19 más fuertes.

El trabajo de la organización antifragil no cesa cuando nos hemos recuperado de la disrupción y la organización vuelve al equilibrio. En cambio, este es el detonante para que la organización posterior al impacto comience a pensar en su próxima fase de transformación y crecimiento. Al aprovechar las lecciones aprendidas durante la gestión de la crisis COVID-19, una organización antifragil  puede acelerar su transformación, eliminando la inercia previa a la crisis.que le impedía alcanzar sus objetivos de transformación. De esta manera, una empresa antifragil puede, con el tiempo, reinventarse, elevarse a nuevas alturas, y resurgir de la disrupción con un propósito renovado aprovechando los desafíos de la disrupción para desarrollar las nuevas capacidades, adaptar su estructura, desarrollar una cultura más ágil, descubrir nuevos motores de crecimiento y transformar así la disrupción en una oportunidad de innovación y crecimiento.

Los cinco pilares la antifragilidad

Construir empresas sólidas que no solo sobrevivan, sino que prosperen en tiempos de cambios disruptivos, implica fortalecerlas y volverlas “antifrágiles». Sin embargo, la pregunta del millón sigue siendo: ¿cómo se vuelve una organización antifrágil? ¿Cuáles son los pasos que debes seguir para empezar a potenciar tu naturaleza antifrágil?

Cuando las organizaciones se preguntan por la antifragilidad, a menudo se debe a que una crisis obliga a los líderes a desafiar sus suposiciones sobre el mercado y el desempeño y a experimentar con nuevos enfoques. Pero no es necesario esperar a una situación grave. Por extraño que parezca, hay formas de diseñar su empresa para que pueda aceptar, en lugar de intentar evitar, la incertidumbre y el cambio constante.

Estos son cinco pilares que hemos validado durante los últimos dos años ayudando a muchas empresas grandes y pequeñas de nuestro país a superar la disrupción del COVID-19 y aprovechar las lecciones aprendidas para prepararse para disrupciones futuras. Creo que son consejos prácticos que pueden servirte como hoja de ruta hacia la antifragilidad, y ayudarte a construir una organización capaz no solo de superar los nuevos desafíos, sino salir reforzado ante las adversidades.

Comienza por adoptar con tu equipo una mentalidad antifragil. Al seguir principalmente una mentalidad antifrágil, en lugar de una mentalidad de optimización y rentabilidad únicamente, la organización será capaz de adaptarse mejor a la incertidumbre y aprenderá no solo a sobrevivir sino a prosperar ante las adversidades. A partir de ahí…

  1. Facilita la experimentación para fortalecerte con los fracasos y el aprendizaje continuo.Una manera sencilla de empezar es reduciendo la fragilidad. Por ejemplo, sabemos que la aversión al riesgo del sistema inmune corporativo de las organizaciones jerárquicas crea fragilidad, ya que confunde lo desconocido con lo inexistente, y nos impide explorar la nueva realidad asumiendo riesgos razonables y prepararnos para construir el futuro con mejor información. Las organizaciones antifrágiles buscan deliberadamente la volatilidad introduciendo incertidumbre en sus operaciones diarias, de modo que cuando aparezcan shocks externos, estén listas para enfrentarlos
  2. Descentraliza, diversifica y duplica los recursos claves. Mueve la toma de decisiones a la primera línea, cerca del cliente. La autonomía y la autoorganización son claves para la antifragilidad en un mundo complejo. Asegúrate que tienes suficientes rebeldes en tu organización. Las personas rebeldes suelen tener una mentalidad antifragil, son gente de ideas, positivas, capaces de ver las cosas no por lo que son sino por lo que pueden llegar a ser. Son personas exigentes y creativas, nacidas para rebelarse. Son esenciales en los equipos de innovación, sin su ayuda es poco probable que surja una innovación significativa a gran escala.
  3. Crea organizaciones ambidiestras en las que el brazo de la innovación tenga el mismo poder que el negocio existente. Crea una cartera de innovación que incluya tanto iniciativas de exploración como de explotación. La combinación de equipos multifuncionales en red, metodologías ágiles y la confianza en la retroalimentación frecuente de los clientes y del mercado, permite a las organizaciones ajustarse mucho más rápido a los desafíos de un nuevo ciclo económico. Acelera la transformación ágil. Haz de la agilidad empresarial una competencia estratégica de tu organización.
  4. Crea una cultura de aprendizaje continuo. La cultura debe diseñarse y cultivarse. Si deseas crear una cultura de innovación, debes hacerlo de forma intencionada, ser un modelo, aceptar los errores como aprendizaje y reconocer los comportamientos innovadores. Diseña, implementa y gestiona una cultura de innovación para alimentar constantemente su embudo de innovación y mantenerse relevante. Una empresa de consultoría en innovación organizacional como la nuestra puede ayudarte en este camino.
  5. Compite con modelos comerciales superiores. Los modelos de negocio caducan más rápido que nunca y no querrás volverse obsoletos junto con su declive. Aprende de las empresas emergentes. La competencia proviene cada vez más de lugares inesperados como nuevas empresas insurgentes, además de los rivales tradicionales. Las organizaciones antifragiles cómo Amazon, a menudo superan los límites de la industria y trastocan otros. Su modelo de negocio o cartera de negocios no es el resultado del área en la que trabajan, proviene de una organización que explora constantemente nuevas formas de crear valor en torno a las oportunidades de mercado.

Una última reflexión

Espero no haberlo abrumado con la reflexión de hoy, soy consciente que el concepto de la antifragilidad empresarial no es fácil de asimilar en una primera lectura. El punto clave es este: ante la incertidumbre de un mundo donde la disrupción es la norma, no es suficiente ser resilientes y superar la crisis para que todo siga igual, es necesario ir más allá. Es necesario aprender de nuestras adversidades y salir reforzados y preparados para abordar disrupciones futuras. Seguir igual no es una opción. La buena noticia es que no se trata de una moda de gestión ni de un concepto nuevo y atractivo: se trata de un cambio fundamental para aprender a crecer en la incertidumbre. La mala noticia, como dijo W. Deming, es que “No es necesario cambiar; la supervivencia no es obligatoria”.

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