LA CAJA NEGRA DE NUESTROS TURISMOS... esa gran desconocida

LA CAJA NEGRA DE NUESTROS TURISMOS... esa gran desconocida

La capacidad de almacenamiento de información que permite la electrónica aplicada a los vehículos es ya ahora mismo muy amplia. Los instantes antes de un accidente son captados y muchas variables están a disposición de los investigadores, quienes, en general, aun no dominan el acceso a su lectura y disponibilidad.
16 Marzo 2016

Los profesionales que nos movemos en el mundo de la ingeniería, de la peritación o la reconstrucción de accidentes partimos de los conocimientos básicos que nos han aportado nuestros estudios, que según la edad que tenemos, nos quedan cerca, lejos o muy lejos. En todo este tiempo, la formación contínua es esencial y la experiencia quizás aun más trascendental para llegar a ser un gran profesional. Pero los avances científicos van mucho más rápidos que nuestras posibilidades de autoformación, tanto, que en este momento las tecnologías ofrecen un ingente campo de avances a los que solo en parte algunos pueden llegar por especialización o por necesidad de progresar en una investigación. Estos avances tienen además el inconveniente de la inercia de los mercados, la viscosidad y lentitud de adaptación de las leyes y la cobardía política de quienes podrían aplicarlos.

Algo tan sencillo como instalar un detector de velocidad en cada señal de limitación o tramo con velocidad genérica para captar a todos los infractores no es aun políticamente digerible. Algo tan simple como imponer en las vías públicas carriles para vehículos eléctricos afectados por campos magnéticos que impidan a los motores rebasar las revoluciones por minuto que puede prestar un motor eléctrico podría enloquecer el mercado del petróleo. Algo tan asequible tecnológicamente como pasar el umbral de la conducción asistida a la conducción automatizada, en la que el vehículo pasa a tomar del control de la conducción, rompería los esquemas de la formación vial y de la interpretación de los agentes de vigilancia.

Pero no hay que ir tan lejos. En la circulación normal de los vehículos con dispositivos tan extendidos como el air-bag, sus mecanismos electrónicos tienen memoria con capacidad de reproducir el funcionamiento de aspectos tan relevantes en la producción de un accidente como la velocidad en cada momento, el uso o no del alumbrado o de los intermitentes y la aplicación de las frenadas con sus intensidades..

Un juez quizás demasiado decidido ha ordenado prisión para un joven conductor que en zona urbana a mediodía ha efectuado un cambio de dirección desde la vía principal a una calle secundaria. Durante la maniobra, una motocicleta que circulaba en sentido contrario por la calle principal se precipita contra el lateral del turismo y rompe con la cabeza el cristal lateral trasero y las agudas puntas de sierra del cristal roto que han permanecido en el marco de la ventana siegan la carótida del infortunado motorista que fallece desangrado en el lugar del impacto antes de que las asistencias pudieran salvar su vida. Prisión por no quedar probado que pusiera el intermitente. 

¿A qué velocidad circulaba cada vehículo en su aproximación al punto de colisión?. ¿Qué mecanismo de aceleración o frenada accionaron ambos conductores momentos antes del accidente?.¿Llevaban los vehículos las luces encendidas?. ¿Accionó el conductor del turismo el intermitente de la izquierda?. Todas estas preguntas tenían respuesta en la memoria electrónica del air-bag conocida como CDR.

A estas preguntas solo hubieron respuestas en la declaración de algún testimonio y en la interpretación de los agentes. El turismo quedó precintado en el depósito municipal y allí quedó hasta que permitieron a los familiares su retirada sin que nadie hubiera analizado su memoria electrónica. Orden de prisión teniendo pruebas objetivas y científicamente impecables a disposición. Ignorancia? Negligencia? Incompetencia?.... eso sí…. Papeles, papeles y papeles. Atestados, partes, diligencias… Y la información, allí, en el limbo de los justos… o de los injustos.

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