España, a la cola de la productividad del trabajo: está a diez puntos de la eurozona
España, a la cola de la productividad del trabajo: está a diez puntos de la eurozona
La productividad de la economía española se encuentra muy por detrás de la productividad de la zona euro. En concreto, a más de diez puntos porcentuales de lo que produce, de media, cada trabajador en todos los países de la moneda común. Así, si tomamos como base (100) la producción media por trabajador en la Unión Europea, en la zona euro escala hasta 103,8, mientras que nuestro país se queda rezagado: en 2022 este baremo fue del 93,7.
La productividad, entendida como el producto interior bruto (PIB) entre unidad de trabajo (en este caso, entre trabajador), sitúa a España lejos de las grandes potencias del euro. De acuerdo con Eurostat, Francia está en el 110,3; Italia, en el 105,3; y Alemania, al 102,7. También está lejos de otros países como Bélgica (131,3), Dinamarca (121,6) o nórdicos como Suecia (115,5) o Finlandia (105,9).
Y, por debajo, países como Portugal (74,9), Grecia (68,9) y Bulgaria (54,6). Aunque esta medida puede ser tramposa. Algunos países, como Irlanda, más que duplican la renta per cápita de la zona euro: llega al 223,2. Pero esta cifra es tramposa: en Irlanda están implantadas muchas de las multinacionales tecnológicas que operan en todo el conglomerado gracias al régimen fiscal más beneficioso, por lo que contabilizan sus beneficios como parte del PIB.
Falta de innovación en productividad
«Es uno de los grandes problemas, olvidado muchas veces», detalla en conversación con Economía Digital el catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Valencia e investigador asociado de Fedea, José Emilio Boscá. «Da igual como lo midas [por trabajador o por hora trabajada]: sistemáticamente es inferior a la de las doce potencias más grandes de la UE. Y es grave, porque la productividad es el determinante fundamental de los salarios en el medio y largo plazo», incide el profesor.
Razones hay varias: desde las relacionadas con el capital humano (alto abandono escolar y baja formación, también durante la etapa laboral), hasta otras relacionadas con la innovación, el marco regulatorio o el modelo productivo. «Tenemos un modelo con un peso grande de los sectores menos productivos, pero es un problema trasversal: somos menos productivos en servicios, en las actividades industriales…», subraya Boscá.
De acuerdo con los datos de Eurostat, llevamos sin converger con los datos de nuestro entorno desde 2017, cuando la productividad por trabajador de nuestro país alcanzó los 102. Desde entonces y hasta 2022, todos los años hemos estado por debajo de la barrera de los 100.
Ganar productividad mediante despidos
«Llevamos ya un tiempo en esta situación. Es un problema endémico«, coincide el director del Adecco Group Institute, Javier Blasco, en conversación con Economía Digital. A su juicio, el tamaño de la empresa en nuestro país (las pymes son las más numerosas y, en tamaño, son más pequeñas que en el entorno) impide las inversiones necesarias para aumentar la productividad, a lo que se suma la falta de un sector industrial más productivo, con procesos y tecnologías que aumenten la producción.
Pero, a juicio de Blasco, el problema principal es que el modelo productivo español es «anticíclico» y la productividad se consigue gracias a las extinciones de contratos. «Al tener una economía tan basada en el capital humano, la flexibilidad se consigue precisando de la gente: con menos recursos humanos se produce lo mismo que antes de la crisis. Esto es indicativo de que es un modelo precario desde el punto de vista de la productividad», abunda.
Sin embargo, durante la pandemia los ERTE sostuvieron el empleo y eliminaron la principal variable para la tradicional ganancia de la productividad. «Ahora estamos en peor situación desde ese punto de vista porque no hemos avanzado en básico (talento, procesos y digitalización) y el proceso de retenimiento de capital humano hace que seamos menos productivos», indica Blasco.
El problema de la productividad, por tanto, no es una variable meramente macroeconómica, sino que también es una cuestión del bolsillo. «Si queremos aspirar a niveles de riqueza y bienestar de países más avanzados, necesariamente tenemos que corregir el problema de la productividad», zanja el catedrático Boscá.