Cuerpos femeninos y masculinos en la especialidad técnica de enfermería. CECyT 7 Cuauhtémoc, Instituto Politécnico Nacional.

Nigel Thrift (2008) propone analizar el espacio como experiencia, en el cotidiano devenir, como flujo dinámico entre límites establecidos, como imágenes que representan historias y como actos que construyen cuerpos y afectos. Es a través del cuerpo, que cada circunstancia se ubica, se comporta y experimenta los contextos socioculturales específicos, se posiciona en un mundo inter e intrasubjetivo, en un mundo material y encarna posibilidades históricas situadas. El cuerpo joven toma su lugar. En la escuela, los jóvenes que estudian enfermería practican en el hospital, entre camas enfiladas que albergan enfermos de todo tipo. Ahí, los cuerpos de jóvenes estudiantes realizan diversas tareas, limpieza de otros cuerpos, apoyo en toma de signos vitales, aplicación de medicamentos, cuidado de cuerpos que recién han llegado al mundo y la preparación de aquellos que se despiden de él. Los cuerpos femeninos y masculinos de Nivel Medio Superior IPN, reciben un trato desigual en este contexto, oportunidades inequitativas: los cuerpos femeninos signados por su sexo son disciplinados a labores administrativas y de cuidado con desempeño sobresaliente, los cuerpos masculinos son dirigidos al acompañamiento del médico a cargo, a labores que requieren fuerza física, son los médicos chiquitos tal cual se nombran en el hospital. El trabajo fue realizado bajo un enfoque cualitativo, empleando para ello entrevistas tanto a docentes como a alumnas y alumnos que cursan la especialidad Técnica. Este trabajo relata las experiencias de desigualdad que las y los alumnos viven durante su formación en la escuela, pero principalmente en sus prácticas dentro del sistema hospitalario.
Keywords: 
Condiciones de trabajo; Cultura y Clima; Estudio de casos; Trabajadores especialmente sensibles; Seguridad laboral
Tema secundario: 
Main Author: 
SILVIA
OCHOA AYALA
Cinvestav, Instituto Politécnico Nacional
México
Co-authors: 
Gumersindo David
Fariña López
Instituto Politécnico Nacional
México
Adolfo
Ochoa Ayala
Instituto Politécnico Nacional
México
Introducción: 

En este trabajo se pretende dar cuenta de los riesgos de seguridad emocional que sufren las y los estudiantes de enfermería, tanto en el ámbito académico como en el ámbito hospitalario. Particularmente el sesgo de género se ve reflejado en el trato que alumnas y alumnos reciben en ambos ámbitos. La seguridad psicológica recibe un fuerte deterioro, ya que los cuestionamientos permanentes sobre la eficiencia y la competencia internas construyen un ambiente poco propicio para la salud mental juvenil. Ya como servidores de la rama en salud, las y los enfermeros reciben fuertes dosis de estrés cotidiano, que posteriormente se transforma en burnout. Desafortunadamente no es extraño encontrar esta manifestación de agotamiento laboral en el sector salud, siendo las y los enfermeros los que reciben el primer impacto del dolor físico y del duelo de las personas que han perdido funciones o que han perdido familiares. Es por esta condición específica de las y los enfermeros, que este trabajo se centra en conocer su formación técnica y las redes de poder, sesgos de género y discriminación que se establecen desde la escuela y desde sus primeras prácticas como enfermeras y enfermeros.

Como es sabido el dolor emocional repercute de manera considerable en la salud física, el cuerpo resiente el estrés, el abandono, el rechazo y la discriminación, así como una amplia gama de emociones que se pueden denominar positivas. Por esta razón, la investigación hace uso del análisis del cuerpo juvenil para explicar las desigualdades y sesgos que los jóvenes sufren en el espacio académico, fundamentalmente el hospitalario, que es donde la intensidad de la discriminación se eleva significativamente, constituyendo a su vez, riesgos al bienestar. Considerando que la población en enfermería es mayoritariamente femenina, las desigualdades laborales compartidas por las mujeres, se multiplican. Sin embargo, cabe hacer notar que los sesgos de género se invisivilizan, el disciplinamiento coadyuva en este ocultamiento, y por ser un núcleo femenino, la importancia de su estudio se acrecienta.

La exploración de las condiciones que originan los sesgos de género, puede apoyar la comprensión de fenómenos como el agotamiento laboral, diversas formas de “escape” socioemocional y diversas formas de depresión entre los miembros de la comunidad de los servicios hospitalarios.

En la escuela, las y los jóvenes que estudian enfermería practican en el hospital, entre camas enfiladas que albergan enfermos de todo tipo. Ahí, los cuerpos de jóvenes estudiantes realizan diversas tareas, limpieza de otros cuerpos, apoyo en toma de signos vitales, aplicación de medicamentos, cuidado de cuerpos que recién han llegado al mundo y la preparación de aquellos que se despiden de él.

Los cuerpos femeninos y masculinos de Nivel Medio Superior IPN, reciben un trato desigual en este contexto, oportunidades inequitativas: los cuerpos femeninos signados por su sexo son disciplinados a labores administrativas y de cuidado con desempeño sobresaliente, los cuerpos masculinos son dirigidos al acompañamiento del médico a cargo, a labores que requieren fuerza física, pero que actúan también como ayudantes del médico.

En este contexto, se cuestiona la seguridad emocional que se pone en juego durante la formación de las y los enfermeros, que posteriormente serán herederos de la tensión emocional que puede devenir en agotamiento laboral.

Metodología: 

La metodología empleada para aproximarse al trabajo de campo, es de orden cualitativo con orientación etnográfica, por ello, los relatos detallados permiten hacer visible la cotidianeidad y experiencia de los participantes en sus contextos específicos. El ambiente tóxico del estrés es visible a través del relato de los participantes.

Este estudio se realizó en el CECyT N°6 Miguel Othón de Mendizábal, primero de dos planteles que ofrecen el Área Médico-biológica, del Instituto Politécnico Nacional. Las entrevistas se llevaron a cabo durante el turno matutino, ya que esta especialidad técnica sólo se cursa por la mañana y sólo en este plantel. El trabajo fue realizado bajo un enfoque cualitativo, empleando para ello entrevistas tanto a docentes como a alumnas y alumnos que cursan la especialidad técnica de Enfermería. Los docentes entrevistados se encuentran adscritos al plantel realizando tanto trabajo teórico-práctico en aula, como en el campo hospitalario. Las y los alumnos participantes se encuentran en un rango de 17 a 18 años y se encontraban en el momento de las entrevistas, a punto de concluir su formación de Nivel Medio Superior y en trabajo de campo, es decir, en el ambiente hospitalario. Actualmente son estudiantes de Medicina.

Resultados: 

Los resultados que se presentan a continuación muestran las narrativas de los participantes entrelazadas con la vida en el hospital y la escuela, pretenden dar cuenta desde el diario vivir, de los sesgos sufridos y las desigualdades que acontecen en sus dos espacios formativos.

La enfermería como práctica técnica especializada, posee una historia construida a la sombra de la práctica médica, toma lugar detrás de un médico quién es considerado el responsable en la toma de decisiones relacionadas a un ser enfermo que lucha por su vida o su salud. Es en este espacio de actividades médicas, donde una fina red jerárquica coloca a las enfermeras y enfermeros siempre al margen de las decisiones que trascienden, pero firmemente sujetas y sujetos a las reglas e indicaciones que los médicos han señalado para el cuidado de la persona enferma. Su presencia es el de la auxiliadora, la que cuida, la que conforta, la que higieniza. El signo femenino de su labor armoniza con sus suaves y cuidados movimientos, con su exactitud, su pulcritud y su “espíritu de servicio”. Su cuerpo es normalizado para el trabajo del cuidado del otro. En el caso de los varones, se habilita la posibilidad del cuidado enfatizando la fuerza de su cuerpo masculino en la movilización de otros cuerpos u objetos pesados, el uso de biotecnologías y el traslado de pacientes de un lugar a otro. El varón abre la posibilidad de su presencia en el hospital o clínica con movimientos amplios, con un cuerpo que representa fortaleza física y que sin embargo, también permanece a la sombra del médico a cargo.

La escuela como institución, se ha dedicado al disciplinamiento constante de los cuerpos desde la más tierna infancia, el currículum se ve atravesado por las normas signadas para las niñas y los niños, se aprueban los comportamientos “apropiados” para cada cuerpo acorde a su sexo. Otra dicotomía que prevaleció en la escuela es la separación manual/intelectual que históricamente asigna a los cuerpos femeninos habilidades de tipo manual, asociadas a la sensorialidad, a lo inmediato a lo emocional, y que bajo el impulso de la modernidad determinó en los varones el ejercicio de la objetividad, de la intelectualidad, de la razón y la imparcialidad (Scharagrodsky, 2010)

En el ámbito educativo del Nivel Medio Superior del IPN, como en otras alternativas de bachillerato técnico, inicia la normalización de los cuerpos para el ejercicio laboral técnico en las y los alumnos que han decidido cursar esta especialidad. La forma de vestir se marca con precisión: Blanco impecable, cabello sujeto siempre, en las mujeres coronado por la cofia que indica su función y nivel académico. En los varones, cabello siempre corto, no bata sino filipina que expresa su condición de subalterno frente a los médicos. La bata blanca, símbolo de conocimiento puro, superior y poder, es por ello que es usada con igual signo de prestigio por los científicos de ciencias biológicas, físicas y otras especialidades de la salud.

El plantel donde se forman las alumnas y alumnos en esta especialidad, se conforma por estructuras amplias bien cuidadas y adecuadas para su formación. Esta unidad académica es considerada la mejor en su área, tanto por su nivel de egreso como por la calidad educativa que reciben sus egresados. Generalmente constituye el puente académico que los vincula con la carrera superior en que concluyen sus estudios de Licenciatura. La carrera anhelada por gran parte de ellas y ellos es Medicina, en las entrevistas realizadas afirman elegir la especialidad de enfermería por ser la más cercana a su elección profesional.

Como en toda institución, la dinámica generizada incorpora tensiones y negociaciones. En los testimonios de las y los docentes aparecen diferencias importantes respecto a las relaciones de poder intergénero que se establecen, así como algunos espacios donde se logran beneficios por ser de algún género en particular. Llama la atención que sea en enfermería donde de manera contundente, al menos en el discurso, se encuentren estas diferencias más explícitamente:

“…el reto es ver qué mujer puede más, yo creo que entre mujeres sí es más pesado ese demostrar quién puede más, pero cuando un hombre quiere ocupar un puesto gerencial, es el problema también, porque en enfermería como es de género femenino el mayor porcentaje… sí hay problemas, la profesión de enfermería sí ha sido, a lo mejor no egoísta, a lo mejor elitista, de que es de puras mujeres, si es el ámbito en que hemos logrado que seamos mujeres… Para qué (¿?)… dejar que un hombre dirija la enfermería… tiene que demostrar de verdad que sabe…” (Teresa, profesora en la especialidad de Enfermería).

Bordo(2001), comenta en su trabajo sobre la cultura occidental y el cuerpo, que muchas mujeres se exigen y exigen a otras, el cumplimiento de los mandatos establecidos para las mujeres de manera extremadamente demandante, es decir las luchas que se establecen para ubicar las relaciones de poder entre ellas, es la dinámica que marca el cumplimiento preciso de las normas patriarcales que se han establecido para las mujeres, encontramos en el relato de la primera parte de la docente, ese demostrar quién puede más, la huella del mandato estricto de perfección para las mujeres y el reclamo posterior de no permitir que un varón demuestre que él puede encabezar este campo. Podríamos afirmar que este campo acorde a Bourdieu (1999) representa el habitus de las enfermeras en cuyas luchas y negociaciones, los cuerpos de las mujeres marcan también sus límites genéricos.     

Los testimonios permiten visibilizar la dinámica intragénero subyacente en la especialidad de enfermería, sobre todo, la competencia/rivalidad en las mujeres de enfermería, en este rubro se observa continuidad multitemporal entre la maestra y la alumna ya que la opinión es básicamente compartida:

“…pero sí se ve en los grupos que hay rivalidad entre mujeres, y yo creo que no sólo en enfermería, si no que en todos lados, que cuando son puras mujeres toman esa rivalidad entre ellas…los chicos son menos, no hay tanta rivalidad entre ellos, si uno lo hace mal y el otro lo hace bien, no hay conflicto, si todos lo hacen peor se ríen del que lo hizo mejor de lo peor. Pero no hay tanta rivalidad, de competencia entre hombres.” (Teresa, profesora en la especialidad de Enfermería).

“Enfermería es muy competitiva. De aquí… de la escuela, siempre se ha dicho que somos los de…mejor promedio. Por lo tanto te encuentras a gente muy competitiva y eso nos hace ser muy agresivos, en todos los grupos de enfermería tenemos problemas; o sea, a pesar de la ética que tenemos, dentro de nosotros todo es muy diferente, o sea siempre estás compitiendo por ser el mejor y hay compañeros a los que no les importa pasar por quien tengan que pasar para salir bien, para quedar bien con las personas…(en cambio) los niños se apoyan, es raro ver pleitos entre ellos; pero las niñas no. (Hilda, alumna en la especialidad de Enfermería).

Hilda relata la necesidad de las compañeras, incluyendo la propia, de hacer notar su valía, es muy interesante en su lenguaje el uso del género masculino para referirse a esta actitud de competencia de alta intensidad. La ética es nombrada no como postura de vida, sino como una mascarada impuesta como Joan Riviére (1998) lo advierte.

En cuanto a los saberes que se van construyendo en el laboratorio y en el aula, las y los docentes relatan su encuentro con características diferenciales entre las alumnas y los alumnos que vale la pena explorar con mayor precisión. Haciendo alusión a la historia de su formación como varón, el profesor José de Jesús indica:

Las chicas buscan mayor perfección, mayor estética hacia sus procedimientos. Tal vez un hombre lo hace más recto así como fue forjado, raras veces busca apoyo o enseñanza de… como que somos más “cuadrados”. (José de Jesús, Lic. en Enfermería y profesor en la especialidad de Enfermería).

En este segmento se dibujan las habilidades propias que la enfermera debe proyectar y que el docente varón reafirma como oportunas, así como la vivencia varonil de soledad en la práctica. Acorde al mandato hegemónico masculino, los varones  deben resolver los problemas sin ayuda, la cuadratura a la que el profesor se refiere, dibuja la rigidez en que el varón de manera naturalizada, no manifiesta debilidad, muestra un cuerpo fuerte, serio y confiable. Además su comportamiento que se expresa como una sola forma: la cuadrada.

En contraposición a la imagen masculina, la profesora Teresa expresa las características de las alumnas en franca dicotomía manual/intelectual:

…no es general, pero las niñas tiene(n) un poco más de síntesis… de relacionar las situaciones, el diagnóstico con las sintomatología, con lo que se le debe de hacer, o más análisis en identificar al paciente y qué necesidades tiene. Los niños se nota que son más de hacer… “qué se necesita hacer para que yo lo haga”, no es tanta síntesis…. “Mejor díganme qué es lo que tengo que hacer y yo lo hago”. (Teresa, Lic. En Enfermería y profesora en la especialidad de Enfermería).

La maestra expresa en este señalamiento dicotómico la supremacía intelectual sobre la manual, en que las alumnas son colocadas en un lugar distinto al de sus compañeros, sus cuerpos se desdibujan para hacer lucir sus habilidades cognitivas. Los cuerpos femeninos de las estudiantes son asexualizados a favor de la construcción performativa del modelo de pureza, cuidado, higiene y eficiencia de la enfermera.

La dicotomía desde la concepción de género manejada por los entrevistados, da cuenta de las negociaciones e imaginarios que se manifiestan en las labores cotidianas y que colocan a las alumnas y alumnos en posiciones que naturalizan las diferencias sexuales.

“…somos las chicas, así de: “tenemos que cuidar esto” y lo hacemos con cuidado y los hombres de… “ay (ah) ya vámonos”… pero… después dicen: “no, ay (ah) no, sí”… o lo vuelven a repetir… siempre es la mentalidad que tenemos las mujeres: bueno, hagámoslo despacio, lo hacemos bien, aprendemos bien, preguntamos alguna duda si es que tenemos, y los chicos así de… bueno…” (Bere, alumna en la especialidad de Enfermería).

Otro elemento en cuestión es la noción de diferencias corporales en la dinámica de las acciones hospitalarias. Haciendo alusión específicamente a las diferencias en la fuerza física, se hace evidente en el discurso de los informantes, que en ciertas actividades se favorece más a un género que a otro. En Enfermería por una parte, se describe la ventaja de los varones respecto a su fuerza física, pero por otra, se muestra la desventaja del cuerpo masculino ante el trabajo con personas de sexo femenino que no aceptan el contacto físico con varones:

“…el hombre a veces puede apoyar a movilizar al paciente, ayudarles con el material y muchas situaciones, sí hay muchos beneficios… hay la necesidad de movilizar a los pacientes, tal vez esa actividad física… nos permite darles mayor control y estabilidad, que en ocasiones nos acomedimos a apoyar a las compañeras.” (José de Jesús, profesor en la especialidad de Enfermería).

“…por ejemplo mujeres, ya señoras grandes, no dejan que un hombre las cambie, que las bañe… entonces es ahí cuando los empiezan a tachar, o sea… sí es un poco más complicado para ellos.” (Elena, alumna en la especialidad de Enfermería).

El cuerpo masculino que procura brindar cuidado al cuerpo de la mujer mayor, es experimentado como atacante de la intimidad. El rechazo a la posibilidad de que un varón durante el procedimiento de la limpieza pudiera tocar sus genitales, así como otras partes del cuerpo, que un varón no debería ni siquiera ver, se torna defensivo. El cuerpo masculino joven, por el hecho de (en) carnar la historia de violencia hacia las mujeres, así como la represión sexual hacia las mismas, sufre la negación de una práctica que forma parte de su labor como enfermero técnico.

Los cuerpos varoniles encuentran así el rechazo hacia determinadas actividades del cuidado en enfermería, pero también, encuentran la preferencia que tienen algunos médicos varones por su ayuda. Se refleja en el discurso de Heidi un ambiente de discriminación en las prácticas de campo desde el hospital:

“Es que en los hospitales hay mucho machismo… los mismos médicos… (les dan) ventaja…los jalan más a ellos; por ejemplo (en caso de) alguna cirugía, “vente tu”, y escogen a los hombres, nada más en eso. (Heidi, Alumna en la especialidad de Enfermería).”

Heidi describe una situación que ha sido común en el hospital: el patriarcado reproducido y heredado, ella minimiza este hecho como una forma de resistencia ante la desigualdad que ha identificado, disciplina su cuerpo a la precariedad de oportunidades, no sin antes des-colocarse fuera de la victimización.

Los cuerpos femeninos jóvenes en el hospital reciben acoso sexual, como parte de un grupo estudiantil de apoyo y práctica externo a la institución hospitalaria, su lugar “flota” en la práctica médica, son chicas que están aprendiendo, son cuerpos adolescentes dispuestos a conocer, a trabajar, a apropiarse de un espacio al que incursionan con diferentes niveles de vulnerabilidad, al respecto Heidi reclama airada:

“… bueno, es que a veces los médicos se quieren pasar de listos, entonces siempre tienes que ponerte en tu lugar desde que llegas… Piensan que somos muy niños o no sé, que vamos a caer ¿no? (Heidi, alumna en la especialidad de Enfermería).”

La defensa de su cuerpo como lugar privado y respetable, es otro momento de tensión en que las alumnas tienen que poner en juego sus habilidades para marcar límites, para luchar contra una red de poder que las coloca en un peldaño frágil. En ocasiones han sido acusadas de “no darse a respetar”, volcando violencia sobre violencia (Bordo, 2001).

Como Bourdieu (2009) indica, los cuerpos introyectan tanto las normas de disciplinamiento, que se auto-disciplinan y se viven, como la autoafirmación de ser culpable de tal acoso, de no cumplir con la pureza que su labor como enfermeras les es propio, de ser cuerpos “que provocan”.

Cabe hacer notar que Heidi en su discurso denomina “piensan que somos muy niños”, sin incluir en su relato algún evento de acoso hacia el cuerpo del adolescente masculino, este signo pudiera ser interpretado como la inclusión de este acoso hacia sus compañeros, o como la voz masculina/femenina que reclama un lugar protegido, sin discriminación etaria y sin la posibilidad de rechazo contundente. Ella muestra en su reclamo el temor a “caer”, es decir a que su cuerpo pueda ser colocado en un lugar de desprestigio y devaluación como resultado de la seducción. Nuevamente aparece la normalización de asexualidad higiénica, como parte de las máximas de la enfermera.

El entramado de las relaciones de poder en la institución hospitalaria, coloca estos cuerpos estudiantiles femeninos, en uno de los últimos peldaños de la estructura del hospital. La instructora o instructor que acompaña a las y los alumnos se somete a las reglas de la jerarquía galena, cerrando así un proceso de disciplinamiento para los cuerpos de las alumnas, en que los comportamientos, habilidades y actitudes logran el ensamble correcto en la jerarquía correcta.

Los estudiantes varones enfrentan otras tensiones en su ámbito escolar. La entrevista llevada a cabo con Erik, alumno de 18 años, expresa el hostigamiento que los alumnos de esta especialidad reciben dentro del propio plantel. La preferencia sexual se pone en duda para los enfermeros asociada a su elección/ejercicio ocupacional. Esta situación plantea también una fisura interesante para explorar las formas de resistencia de los varones, ya que la construcción de una posición de privilegio académico sobre los otros, constituye una red de protección para los estudiantes de Enfermería:

“Ah… Dicen que todos los hombres que estamos en Enfermería somos homosexuales todos, yo… así como de “¡no!”…Pues si no los conozco los ignoro, ellos no tienen la suerte de estar aquí; y si los conozco pues les digo: tú me conoces y no soy gay, y voy en enfermería, ¿entonces?…” (Erik, alumno en la especialidad de Enfermería)

Y ellos sí se tienen que enfrentar, por ejemplo a mis compañeros ecólogos o clínicos porque les hacen mucha burla, piensan que todos los enfermeros son gays, entonces yo creo que no. (Heidi, alumna, en la especialidad de Enfermería).

Erik narra también que en su hogar se sienten satisfechos por su elección de ser médico, para ellos y para Erik, la enfermería es un paso para llegar a ser médico, los aprendizajes que ha logrado hasta hoy, se relacionan con el preámbulo de la medicina. Comenta que es motivante para él que sus vecinos lo busquen para alguna aplicación intramuscular o intravenosa, incluso para realizar algunas consultas. El lugar del cuerpo masculino joven de Erik, se amplía, gana reconocimiento, toma un sendero. El médico va emergiendo sutilmente en él. Las voces que insisten en cuestionar sus preferencias sexuales se diluyen. Erik indica que no tiene problemas con los chicos gay, lo que le molesta es la representación que se asocia a esta figura como un varón con poco compromiso, con poca seriedad, con falta de autorespeto y que no enfrenta los problemas.

Finalmente, los adolescentes refieren su sentir y vivencias frente al discurso perteneciente a personas externas a la institución educativa, que muestra en su cotidianeidad, las formas hegemónicas de signar las profesiones desde los géneros. Estas imágenes sobre las profesiones también se ven atravesadas por la condición juvenil como un momento de menor fortaleza y menor solvencia, siguen prevaleciendo actualmente a pesar de la aparente disminución de los prejuicios:

“…hay muchos jóvenes que se van con que: “Yo no quiero ser enfermero, porque es ENFERMERA, no Enfermería”, lo manejan como enfermera, y ellos dicen que no les gusta que les digan enfermeras. Yo creo que es por estereotipo decir que enfermería es propiamente de mujeres, pero la enfermería está abierta a hombres y mujeres. Pero por historia de la enfermería se da más este estereotipo a la mujer que al hombre, por el cuidado.” (Teresa, profesora en la especialidad de Enfermería).

“…siempre nos dicen médicos chiquitos y no; no somos médicos chiquitos, hacemos actividades muy diferentes a los médicos, y yo creo que somos un equipo. “(Heidi, alumna en la especialidad de Enfermería).

Discusión de resultados: 

Los relatos que docentes y estudiantes han proporcionado, muestran evidencias de sesgo de género y discriminación que pueden constituir riesgos actuales para el desarrollo laboral y explicar la presencia de posteriores manifestaciones del Síndrome de Burnout, que ha prevalecido en ciertas poblaciones de personas dedicadas al cuidado de otros, como es el caso de las enfermeras y enfermeros, Gutiérrez y Pedraza (2010) en su estudio con enfermeras y enfermeros de pacientes que padecen cáncer, indican la presencia del Síndrome de Burnout en trabajadoras que generalmente realizan horas extra, son jóvenes(26-31 años) y tienen más de 10 años de servicio (38% de la población), en tanto que el 59% presentan riesgo de padecerlo. En esta población un factor que atenúa la presencia del síndrome es las habilidades de afrontamiento que poseen. ¿Qué sucede si las y los jóvenes no han sido formados para afrontar este riesgo? El ambiente tóxico del estres, puede desencadenar comportamientos autodestructivos y/o de relaciones sociales poco productivas.

Los riesgos que las y los estudiantes deben afrontar en su ámbito laboral, se enlazan con las condiciones de formación que no son exclusivas del IPN, la escuela estructura formas de disciplina específicas para lograr comportamientos que fortalezcan las funciones que la y el enfermero llevarán a cabo en el hospital. Foucault (1992)  explica que la disciplina es una forma de controlar a las personas y sus cuerpos a través de fortalecer sus aptitudes y habilidades, incluso corporales para proporcionar servicios eficientes, pero a la vez, enseña a estos cuerpos a ajustarse a las normas de las instituciones, dejando que el poder sea asumido por otros. Esta dinámica puede ser identificada en los relatos que se han presentado ya que efectivamente chicas y chicos aprenden con exactitud y puntualidad sus obligaciones, permitiendo que otros actores como jefes y médicos, tomen el poder sobre ellos

Siguiendo a Bourdieu(1999) la construcción de los habitus no sólo comprende las posiciones de jerarquía de poder, sino las prácticas que procuran el establecimiento y reproducción de las relaciones que posibilitan la sobrevivencia de esta dinámica, es por ello que la elección de determinadas alumnas y alumnos, en los diversos ejercicios profesionales, corresponden a la reproducción de las personas masculinas en los espacios de poder, incluyendo un cuerpo uniformado, pulcro y puro que atienda al cuidado, pero en una posición de mayor jerarquía que las enfermeras con mayor énfasis en las enfermeras practicantes.

La presencia de varones en la enfermería, ha dirigido  hacia ellos asignaciones femeninas, que por sí mismas no debieran ser negativas, sin embargo el uso que se ha dado en el ambiente escolar, es por demás violento hacia los alumnos, la “traición” hacia los mandatos masculinos hegemónicos provoca rechazo entre la comunidad masculina (Montesinos, 2007), coloca a los varones en el plano de aquellos que son sumisos (Connell, 2006), por lo tanto vulnerables. Por otra parte, esta vulnerabilidad es compartida por las alumnas jóvenes, al ser colocados también en el peldaño final de la escala jerárquica hospitalaria.

Es destacable la reproducción de la exigencia femenina sobre las propias mujeres que Bordo (2001) indica y que las informantes ratifican, Bourdieu (1998) a través de la dominación masculina, explica que la reproducción de las reglas masculinas incluye que las mujeres hagan respetar estas normas a las mismas mujeres y que compitan para llegar al mayor nivel de aspiración. Con ello se mantiene la reproducción desde distintos ángulos.

Conclusiones: 

Los cuerpos femeninos y masculinos en la especialidad de enfermería, son normalizados por la práctica médica siguiendo un modelo jerárquico estricto, en que la vestimenta/uniforme reproduce este orden, así como también su comportamiento dirigido al cuidado, la higiene y la obediencia.

Los cuerpos femeninos y masculinos de estudiantes que practican la enfermería a nivel técnico en las instituciones hospitalarias, reciben trato desigual y discriminatorio. Esta experiencia intersecta la condición juvenil como inmadurez por una parte, el lugar  que dentro de la jerarquía médica que como enfermeras y enfermeros les es asignada en el entorno hospitalario y el género que condiciona oportunidades distintas para chicas y para chicos.

El cuerpo femenino joven es principalmente acosado por razones etarias y de jerarquía galena, sin embargo las estudiantes han encontrado formas de resistencia ante tal acoso.

Los cuerpos jóvenes de las y los enfermeros encuentran puntos de ruptura y de resistencia, cumplen las normas con especial esmero, pero en sus movimientos y en sus expresiones muestran también las luchas y negociaciones que emprenden a diario mientras se forman como técnicas y técnicos. Los cuerpos jóvenes abren espacios propios que permiten la emergencia de sus miedos, sus enojos, su incertidumbre, su alegría y su fuerza.

Agradecimientos: 

Agradecemos a la ORP, su apoyo para la presentación de este trabajo en el XVI Congreso Internacional de Riesgos laborales 2016

Agradecemos profundamente el apoyo de la academia de la Especialidad Técnica de Enfermería del IPN por permitirnos realizar el trabajo de campo para esta presentación.

Referencias bibliográficas: 

Bordo, S. (2001) El feminismo. La cultura occidental y el cuerpo. Revista La Ventana N°14. Universidad Autónoma de Guadalajara. México pp.7-81.

Bourdieu, P. (1988) La distinción. Taurus: Madrid.

Bourdieu, P. (1998) La dominación masculina. Anagrama. Barcelona, España

Bourdieu, P. (1999)  El espacio para los puntos de vista. Revista Proposiciones, núm. 29: Historias y relatos de vida. Investigación y práctica en las ciencias sociales, Santiago de Chile, Ediciones Sur, pp. 12-14.

Foucault M. (1992) La microfísica del poder. Editorial Ediciones de la Piqueta. Madrid España.

Gutiérrez y Pedraza, Síndrome de Desgaste Profesional en el Personal de Enfermería del Instituto Nacional de Cancerología, Ciudad de México Cancerología 5 (2010): 31 – 35.

Reguillo, C. R. (2000) Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Norma. Bogotá, Colombia.

Rivière, J. (1929):  Womanliness as a masquerade. International Journal of Psychoanalysis 10, pp 303-313.

Scharagrodsky P. (2010) El cuerpo en la escuela. Revista Explora, Pedagogía. pp 1-16 Ministerio de Educación. UNLP/CONICET/FLACSO. Consultado 02/07/15. Disponible en: http://explora.educ.ar/wp-content/uploads/2010/04/PEDAG05-El-cuerpo-en-la-escuela.pdf

Thrift Nigel (2008) Non Representational Theory Ed. Routlenge Inglaterra

 

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