El estrés emocional eleva el riesgo de infarto sin tener problemas coronarios

El estrés emocional eleva el riesgo de infarto sin tener problemas coronarios

Los afectados por este tipo de ataques cardiacos son más jóvenes y la mitad mujeres
13 October 2017

El estrés emocional y las enfermedades psiquiátricas –depresión, ansiedad, etcétera– aumentan el riesgo de sufrir un infarto de miocardio con arterias coronarias normales y, además, empeoran su pronóstico, según un estudio del hospital Universitario de Getafe que se presentó ayer en el congreso europeo de cardiología que se celebró a finales de agosto en Barcelona. Según explicó en rueda de prensa el responsable del estudio, Joaquín Alonso, aunque la mayoría de ataques al corazón se producen por la obstrucción de las arterias del corazón a causa de un coágulo que se produce sobre un estrechamiento de las vías coronarias, hay otro tipo de infartos –que suponen entre el 5% y el 13% del total– que lo sufren personas sin lesiones obstructivas, y es entre estos pacientes en los que se ha detectado la influencia de la esfera psicológica.

El equipo del doctor Alonso ha comparado los aspectos sociales –estado civil, desempleo, trabajo nocturno o por turnos, consumo de drogas, práctica de deportes....– y emocionales –trastornos psiquiátricos, dolor de cabeza crónico, estrés emocional...– de todas las personas ingresadas con diagnóstico de infarto en el hospital de Getafe durante dos años. Y sus conclusiones son que, en el caso de los infartados sin problemas coronarios, el 29% tenía historia psiquiátrica previa y el 80% reconocía una situación de estrés emocional antes del ataque, mientras que entre los infartados con lesiones obstructivas estos porcentajes era el 11% y el 30%. El estudio también detectó que los primeros acostumbran a tener más dolor de cabeza crónico (11% frente al 3,5%), que la edad a la que se producen este tipo de ataques no obstructivos es más baja (61 años de media frente a 66) y que son más habituales entre mujeres (50% frente al 20% con infartos normales). En cambio, los investigadores han visto que los condicionantes sociales –el estado civil, el desempleo, el empleo precario, la práctica deportiva...– no son relevantes, no arrojan diferencias entre unos y otros infartados.

El doctor Alonso explicó que de momento es difícil saber por qué determinadas alteraciones psicológicas pueden hacer a una persona más proclive a sufrir un infarto aún sin tener problemas en las arterias, pero apuntó que una de las teorías podría ser el aumento de los niveles de adrenalina que provoca el estrés emocional, lo que a su vez aumenta el consumo de oxígeno, una disfunción del endotelio (capa interna de las arterias) y favorece la formación de coágulos. “Lo que sí confirmamos es la máxima de mens sana in corpore sano, la influencia de la esfera psicológica en otros órganos del cuerpo y su correcto funcionamiento, y la necesidad de realizar más estudios en este ámbito y de incidir en la prevención mediante la búsqueda de una vida emocional más saludable”, enfatizó.

En este sentido, el equipo de Alonso ha ampliado ahora su trabajo para analizar y cuantificar qué tipo de alteraciones emocionales o enfermedades psiquiátricas, y con qué intensidad, presenta cada paciente.

Fuente. La Vanguardia

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