El albañil herido

El albañil herido

Con los cuadros: “El albañil herido” y “El albañil borracho”, Goya cooperó en una política de fomento y dignificación del trabajo en el siglo XVIII, alineándose con el sentir más progresista de su época.
1 maig 2015

Dentro de la vasta producción del genial pintor aragonés, tienen un papel fundamental las obras cuya temática es la crítica social. El cuadro que nos ocupa (“El albañil herido”, foto izquierda), pintado en 1786 como cartón para tapiz y destinado a decorar el comedor del Príncipe de Asturias en el Palacio del Pardo, nos muestra en primer plano a dos trabajadores que transportan en brazos a un tercer compañero. Los rostros apesadumbrados de los primeros, la postura de desvanecimiento producido por el dolor del tercero y la presencia de unos andamios al fondo de la composición sugieren que el obrero acaba de sufrir un accidente laboral. El lienzo se ha relacionado con un edicto real, anunciado por primera vez en 1778 y publicado repetidas veces, que demandaba daños y perjuicios a los capataces por la caída de albañiles desde los andamios, a la vez que preveía ayudas para los heridos y sus familias.

Goya coopera, pues, con su pintura, en esta política de fomento y dignificación del trabajo, alineándose con el sentir más progresista de su época. 

Pero, pese al marcado carácter social de este ejemplo, Goya no evitó hacer otra versión más satírica del mismo tema (“El albañil borracho”, foto derecha).

Este lienzo, perteneciente a los duques de Osuna, pintado el mismo año y de un formato sólo ligeramente menor, muestra la misma escena en la que sin embargo hay detalles que lo diferencian del encargo real. El herido, en camisa y sin calzones, tiene una hilera de sangre que le corre por la sien, mientras sus compañeros lo contemplan con cara de burla. Sus muecas parecen indicar que el accidente se ha producido a causa del estado de embriaguez del obrero. El cuadro, también presente en la actualidad en las colecciones del Museo del Prado, se conoce con el significativo título de “El albañil borracho”. Para los especialistas, esta última versión fue en realidad el boceto del cartón definitivo, aunque el artista se vio obligado a modificarlo, suavizando el tema en sus puntos fundamentales, dado el destino regio para el que fue encargado.

Francisco de Goya y Lucientes nació el 30 de marzo del año 1746, en Fuendetodos, provincia de Zaragoza. A los 12 años comenzó en Zaragoza el oficio de pintor en el taller de José Luzán, donde estuvo cuatro años. En 1763 se traslada a Madrid y entra en el taller de Francisco Bayeu donde termina su aprendizaje, hasta que en 1769 viaja a Roma, escala obligada para todo artista.

A su regreso (en 1771) obtiene el encargo de diseñar cartones para la Real Fábrica de Tapices de Madrid, donde realiza 63 composiciones durante los 18 años que permanece allí. En 1773 contrae matrimonio con María Josefa Bayeu, hermana de su maestro Francisco. Tras convertirse en un consumado retratista, en 1783 se abren para él las puertas de los palacios, como el de los Duques de Osuna, Medinaceli, y, especialmente, el de la duquesa Cayetana de Alba (las famosísimas majas de Goya, La maja vestida y La maja desnuda, condenadas por la Inquisición, parece que fueron retratos suyos). En 1789 es nombrado pintor de cámara de los nuevos reyes Carlos IV y doña María Luisa, para los que realizará el famoso cuadro “La familia de Carlos IV”. Pero, en el invierno de 1792, cae gravemente enfermo en Sevilla; tras meses de postración se recupera, pero como secuela de la enfermedad pierde de forma irreversible la capacidad auditiva, volviéndose su carácter más taciturno. A pesar de ello, en 1795 es nombrado Director de pintura de la Academia de San Fernando. De esta época son los “Caprichos”, donde critica la sociedad de su tiempo de una manera ácida y despiadada, manifestando su ideología ilustrada. El 3 de mayo de 1808, al día siguiente de la insurrección popular madrileña contra el invasor francés, el pintor se echa a la calle, no para combatir con la espada o la bayoneta, pues tiene más de sesenta años, sino para mirar insaciablemente lo que ocurre. Con lo visto pintará algunos de los más patéticos cuadros de historia que se hayan realizado jamás: los lienzos titulados el Dos de mayo y Los fusilamientos del tres de mayo. Durante la llamada guerra de la Independencia, Goya irá reuniendo un conjunto inigualado de estampas que reflejan en todo su absurdo horror la sañuda criminalidad de la contienda. Son los llamados Desastres de la guerra, un grito contra toda forma de guerra o tortura, cuyo valor no radica exclusivamente en ser reflejo de unos acontecimientos atroces sino que alcanza un grado de universalidad asombroso y trasciende lo anecdótico de una época para convertirse en ejemplo y símbolo, en auténtico revulsivo, de la más cruel de las prácticas humanas. En 1824, harto del absolutismo del rey Fernando VII, se traslada a Burdeos, Francia, donde muere, el 16 de abril de 1828, a los ochenta y dos años.

Entre las consecuencias más características del consumo de alcohol en la población laboral destacan los problemas de relación con el resto de compañeros (con conductas de agresividad verbal o física), problemas de salud (con las alteraciones orgánicas típicas del alcoholismo que dan lugar a un mayor número de casos de absentismo laboral y de incapacidades laborales), disminución del rendimiento, y por último, los accidentes (tanto dentro de la propia empresa como los in itínere).

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