Cómo afecta la robotización a tu trabajo
Cómo afecta la robotización a tu trabajo
Solo vemos lo que queremos ver
Hay un antes y un después de haber leído a Kahneman y, en concreto, su libro «Pensar rápido, pensar despacio». Hace tomar conciencia de que, si la evolución del ser humano es ya de por sí un logro impresionante, haberlo conseguido con un cerebro plagado de sesgos cognitivos hace que el mérito sea doble.
El Future for Work institute publicaba recientemente los resultados de un estudio sobre «Los trabajadores españoles ante la automatización», cuyos resultados son tan preocupantes como esperables.
El objetivo de este estudio era averiguar cómo perciben los trabajadores españoles el fenómeno de la automatización y en qué medida se están preparando para los cambios que está experimentando el entorno laboral a consecuencia de la llegada de máquinas y algoritmos.
Solo dos de cada diez participantes en el estudio están muy preocupados porque las máquinas o el software puedan hacer innecesario su trabajo o poner en riesgo su futuro en su empresa a medio plazo (10 años). ¡Cuánta ingenuidad!
Nadie es imprescindible
A las personas nos gusta sentirnos importantes. Pensar que nuestro trabajo, o incluso nuestra presencia, juega un papel clave en el día a día de nuestro entorno. Detrás de esta ilusión se esconden comportamientos que de otro modo serían difíciles de entender, como por ejemplo no desconectar completamente del trabajo durante las vacaciones.
Este sesgo cognitivo, junto a otros muchos, es la explicación de por qué los resultados del estudio son tan optimistas. Es cierto que hay determinadas actividades profesionales cuyo grado de complejidad es elevado y, en ocasiones, muy elevado. Pero también es cierto que este tipo de actividades representa un pequeño porcentaje del trabajo que realiza un también pequeño porcentaje de personas.
La mayor parte del trabajo que la mayoría de las personas hace en las organizaciones es simple y repetitivo, es decir, el típico «trabajo de robot». Llegados a este punto es posible que estés pensando en las múltiples situaciones complejas que has resuelto a lo largo de tu carrera profesional y dudes de que un robot hubiera podido gestionarlo tan bien como tú. Seguramente estés en lo cierto.
El problema es que la mayoría de las situaciones complejas a las que las personas se enfrentan en su entorno laboral tienen su origen en errores humanos de diversa índole, lo que significa que son evitables. En un entorno robotizado, la gran mayoría de estas situaciones complejas nunca llegaría a producirse y, por tanto, los robots no se verían en la necesidad de enfrentarse a ellas.
¿Cómo de automatizable es tu trabajo?
Si realmente quieres saber cómo de automatizable es tu trabajo, deja de suponer y empieza a medir. Toma una semana laboral cualquiera y anota qué haces en cada momento del día, cada día. Sé que puede parecer aburrido, pero te va a dar información de calidad sobre qué futuro le espera a tu trabajo.
Es importante que especifiques el verbo que define la acción de valor añadido, sin confundirla con la acción física. Por ejemplo, «enviar un email» no valdría, ya que el hecho de enviar un email no aporta valor por sí mismo. Lo que sí aporta valor es para qué se envía ese email: explicar, informar, aprobar…
Se trata de que, al final de cada día, cuentes con una lista en la que estén todos los verbos asociados a la generación de valor de tu trabajo, indicando el número de veces que ha tenido lugar cada uno. Con esto habrías terminado la primera parte del proceso de medición.
Lo que nos hace humanos
En su último análisis, el foro de Davos identificaba las siguientes como las 10 competencias con mayor demanda global en 2020:
- Resolución de problemas complejos
- Pensamiento crítico
- Creatividad
- Gestión de personas
- Coordinación con otros
- Inteligencia emocional
- Análisis y toma de decisiones
- Orientación al servicio
- Negociación
- Flexibilidad cognitiva
Si observas, verás que todas ellas guardan una estrecha relación con cualidades intrínsecamente humanas, muy difíciles de emular por una máquina.
Con esta información, ya puedes llevar a cabo la segunda parte del proceso de medición. Recupera la lista anterior y divídela en dos grupos, según el siguiente criterio. En una parte, los que están relacionados con las diez competencias arriba indicadas. En la otra parte, todo lo demás. Luego calcula qué porcentaje sobre el total representa cada una de las dos listas. Si la primera representa más del 20%, asegúrate de que estás haciendo bien el ejercicio.
Si se puede repetir, se puede automatizar
Y así llega el momento de la verdad. ¿Cuánto de tu trabajo podría calificarse como eventos únicos e irrepetibles? ¿Cuántas conversaciones de las que mantienes son realmente cruciales? ¿Cuántas decisiones estratégicas tomas al día? ¿Cómo de crítico es tu papel coordinando personas? ¿Qué tal se te da negociar? ¿Eres de esas personas que sigue planificándose el día o has desarrollado tu flexibilidad cognitiva?
Preguntas incómodas que nos llevan a realidades incómodas. Gran parte del trabajo que la mayoría de las personas hacemos en la mayoría de las organizaciones es repetir patrones. Sí, es cierto que siempre hay matices y peculiaridades, pero no por ello dejan de ser repeticiones.
Y – esto es lo verdaderamente importante – si algo se puede repetir, y no requiere poseer una de esas 10 competencias que nos hacen humanos, ten por seguro que se puede automatizar.