El método que Dalí utilizaba para echarse la siesta ha demostrado ser un potenciador de la creatividad
El método que Dalí utilizaba para echarse la siesta ha demostrado ser un potenciador de la creatividad
La siesta de Dalí ha desmostrado ser un verdadero potenciador de la creatividad
La idea de que descansar poco y trabajar mucho es el único camino hacia el éxito está muy implantada en nuestra cultura. Sin embargo, cada vez son más los que defienden precisamente lo contrario. Es decir, que la fórmula para ser más productivos incluye menos tiempo de trabajo y más tiempo de descanso. Tomarse unos minutos para relajarse y para recuperar la energía durante la jornada laboral tiene muchas ventajas sobre el desempeño físico y congitivo. Existe un método en concreto que ha demostrado ser realmente efectivo a la hora de potenciar drásticamente nuestra creatividad y nuestra capacidad de resolver problemas:
La siesta de Dalí
Salvador Dalí explicó en más de una ocasión que tenía un método para potenciar su creatividad y para madurar sus ideas al que él mismo bautizó como “la siesta de la cuchara”. Básicamente, lo que el pintor catalán hacía era acostarse con una cuchara en la mano y, justo debajo, un platito. En el momento en el que se dormía, la cuchara se resbalaba y caía en el platito, haciendo que el sonido le despertase.
Este pequeño descanso colocaba a su mente en un sueño lo suficientemente profundo como para vaciarse de contenido, pero lo suficientemente ligero como para que se sintiese libre para crear y desarrollar nuevas ideas. Este método es tan efectivo que -al parecer- otros personajes históricos también han utilizado técnicas similares, como Thomas Edison, por ejemplo; aunque en su caso utilizaba una bola de acero en lugar de una cuchara.
La revista Science Advance compartió hace un tiempo un estudio desarrollado por científicos del Instituto del Cerebro de la Universidad Sorbona donde se demostró que -efectivamente- la “siesta de Dalí” es un potenciador de la creatividad.
En su estudio, los investigadores reunieron a 103 voluntarios y les pidieron que trataran de resolver un problema matemático, que tenía un truco muy poco evidente. La idea del experimento era que los participantes tratasen de resolverlo durante un tiempo… pero sin éxito. De esta forma, podrían pedirles que se echasen una “siesta de Dalí” para estudiar su desempeño posterior.
Solo 16 de los 103 voluntarios consiguieron resolver el problema en los primeros 10 minutos. A los 87 restantes se les sugirió que se echasen un rato mientras sostenían una botella. Durante los siguientes 20 minutos, los participantes del estudio tratarían de quedarse dormidos mientras los investigadores observaban sus ondas cerebrales a través de una máquina a la que estaban conectados.
Durante este tiempo surgieron tres grupos: los que se levantaron cuando la botella impactó contra el suelo, los que fueron incapaces de quedarse dormidos y los que se quedaron tan profundamente dormidos que ni siquiera se levantaron cuando la botella chocó contra el suelo. Y una vez que pasaron estos 20 minutos, los 87 voluntarios se pusieron de nuevo en marcha y trataron de resolver de nuevo el ejercicio.
Aquí llega lo interesante: de las personas que se habían quedado profundamente dormidas, solo el 14 por ciento consiguió resolver el problema; de los que se mantuvieron despiertos durante todo el rato, consiguió encontrar la solución el 31 por ciento; y en cambio, de las personas que se levantaron justo antes de entran en un sueño profundo, los que fueron capaces de resolver el problema fueron -nada más y nada menos- que el 83 por ciento.