"La memoria no funciona como un músculo, y entrenarla no la hace mejor"

"La memoria no funciona como un músculo, y entrenarla no la hace mejor"

Científico y divulgador, ha investigado en la Universidad de Washington y en la NASA, y ahora dirige la International Science Teaching Foundation. Conoce los entresijos de la memoria y el aprendizaje, un saber que expone en 'Los secretos de la memoria'
30 Octubre 2022

La memoria es, para la inmensa mayoría de las personas, un enigma. Nos asusta que nuestros recuerdos se borren, como sucede en las fases avanzadas de la enfermedad de Alzheimer, pero nos atraen las películas en las que el protagonista sufre amnesia y no recuerda quién es ni cómo ha llegado a una determinada situación.

Pero la realidad es mucho más cruda que la ficción cuando la memoria desaparece repentinamente de la vida de alguien, como le ocurrió al director de orquesta británico Clive Wearing -protagonista del documental 'El hombre con solo 7 minutos de memoria'- después de sufrir una encefalitis provocada por el virus del herpes simple.

Por el contrario, a menudo envidiamos a quienes poseen una memoria prodigiosa, capaz de retener hasta el más mínimo detalle, pero “en realidad no olvidar nada supone un gran despilfarro energético, una dudosa ventaja con un gran coste biológico. Olvidar es un proceso normal del funcionamiento de nuestra memoria”, afirma el biólogo y divulgador Héctor Ruiz Martín (Barcelona 1980), director de la International Science Teaching Foundation y uno de los mayores expertos de nuestro país en psicología cognitiva de la memoria y el aprendizaje.

La memoria está rodeada de mitos, como lo es equipararla con un almacén de recuerdos o con una grabadora, o creer que se pueda entrenar como un músculo para hacerla más fuerte. “Los remedios para fortalecerla han demostrado efectos entre leves y nulos”, salvo el ejercicio físico, que lo que realmente hace es “conservar el cerebro sano, en las condiciones adecuadas para llevar a cabo sus funciones”.

Otro error común es pensar en que la memoria es una -en realidad contamos con distintos tipos de memoria, que dependen de distintas regiones del cerebro y que se ocupan de distintas clases y usos de la información: memoria de trabajo, a largo plazo, episódica, etc- . Para arrojar luz sobre este campo tan familiar y a la vez tan desconocido, Ruiz Martín ha escrito ‘Los secretos de la memoria’ (Penguim Random House), un texto especialmente dedicado “a quienes sufren alzhéimer u otras enfermedades que lentamente devastan su memoria, a quienes cuidan de ellos y a los investigadores e investigadoras que trabajan sin descanso para hallar una cura o profilaxis”.

PREGUNTA. Este es un libro muy potente y exhaustivo sobre la memoria. ¿Cómo surgió la idea de adentrarse en este campo?

RESPUESTA. Soy biólogo y empiezo a interesarme por la ciencia del aprendizaje desde la neurociencia, estudiando cómo el cerebro hace de soporte físico del aprendizaje, pero inmediatamente doy un salto hacia la psicología cognitiva. Siempre he trabajado en educación y mi interés ha estado en responder las preguntas que nos hacemos en el aula: ¿qué puedo hacer para que los alumnos aprendan más y mejor? Me intereso por entender cómo funciona nuestra memoria, que no es un almacén de datos, sino nuestra capacidad de aprender cualquier cosa.

Me apetecía mucho hacer una obra de divulgación, aunque con la intención de que sirva para explicarles a las personas no especialistas cómo funciona la memoria, cómo falla, sus fortalezas y debilidades. Este libro va más allá del contexto educativo, porque nuestra memoria tiene repercusiones en todos los aspectos de nuestra vida.

P. Habla de educación, pero tengo la sensación de que en las aulas todavía sigue muy ‘vigente’ lo de aprender las cosas de memoria.

R. Han cambiado muchas cosas. Es cierto que podemos seguir encontrando situaciones en las que los alumnos acaban aprendiendo de memoria, pero también tenemos que procurar que el aprendizaje vaya acompañado de comprensión, porque, al final, la memoria es una red de significados y su gran facultad es ayudarnos a recordar cosas a partir de los significados, no de los hechos exactos concretos. Cuando necesitamos recuperar esos significados, no reconstruimos una versión exacta de lo que sucedió o de la información, sino una aproximación que conserva el transfondo, el significado.

Nuestra memoria se hace fuerte a medida que vamos aprendiendo. Cuantos más conocimientos tenemos, más nos podemos basar en ellos

Nuestra memoria se va haciendo fuerte a medida que vamos aprendiendo. Se va haciendo fuerte porque aprendemos conectando la nueva información con los conocimientos que ya tenemos. Lo interesante es que cuantos más conocimientos tenemos, más nos podemos basar en ellos para recordar las cosas que han sucedido.

Los niños, en general, tienen menos conocimientos que los adultos, por lo que suelen apoyarse más en memorizar al pie de la letra y eso implica que no pueden recordar tantas cosas como los adultos.

Los adultos tenemos la sensación de que los niños son como esponjas que absorben todo, pero si los ponemos a prueba, científicamente podemos ver que pueden recordar con más precisión que los adultos, pero menos cosas.

Por lo tanto, es importante desde la escuela apoyarnos más en la idea de que la memoria realmente debe funcionar como una red de significados y no como una grabadora. En educación se utilizan términos como competencias, que en el fondo son el hecho de tener unos conocimientos y ser capaces de usarlos; es decir, poder interpretar gracias a ellos nuevas situaciones y poder resolver nuevos problemas.

P. Pero con tanto cambio de currículos…

R. Eso es un despropósito…

P. Todo esto no favorece esa nueva forma de enseñanza y aprendizaje. Al profesor se le dice que tiene enseñar a razonar al alumno, pero está obligado a cumplir unos programas... La falta de tiempo diluye las buenas intenciones.

R. El nuevo currículo que se está aprobando en todas las comunidades autónomas pretende reducir la cantidad de contenido en pro de la profundidad; es decir, menos amplitud pero más profundidad, enfocar en comprender y aplicar esos conocimientos y que perduren. Ahora bien, si este nuevo currículo plantea eso, pero cada 4 años lo cambian y los profesores no saben a qué atenerse, es muy difícil plantear proyectos concretos porque se necesita tiempo para poder acometer un cambio como el que estamos planteando, de reflexionar sobre la práctica educativa y tratar de ir a buscar maneras de enseñar que promuevan un aprendizaje con comprensión, un aprendizaje transferible a nuevas situaciones, productivo y funcional.

P. Usted es catalán, y en Cataluña hay una fuerte lucha por el idioma. ¿Eso ayuda a la formación de recuerdos duraderos y objetivos, desprovistos de connotaciones ideológicas?

R. El idioma que uses es independiente de si los conocimientos van a ser con comprensión, funcionales y transferibles. La memoria semántica está ligada al lenguaje, pero en general no depende del idioma que utilices, sino de que lo domines. Yo hablo tres idiomas; tengo los conceptos y los explico en diferentes idiomas. Es más, una cuestión de vocabulario, de si en el momento determinado que pretendes verbalizar un concepto o una idea lo puedas hacer bien, pero eso es independiente de que el concepto exista.

En realidad, tener múltiples palabras para expresar las mismas cosas suele ser beneficioso para la memoria, porque, como hemos dicho, funciona haciendo conexiones y cuantas más conexiones podamos hacer, más fuerte es nuestra memoria.

Gimnasia para la memoria

P. Dice que la memoria no es un músculo que se ejercita. Esto choca con la recomendación de hacer ejercicios cuando comienza el deterioro cognitivo…

R. Me imaginaba que sorprendería porque es una idea muy generalizada a la hora de entender cómo funciona la memoria.

En la escuela se justifican determinadas actividades con el argumento de fortalecer la memoria; por ejemplo, aprender un poema. En realidad, la memoria no funciona como un músculo, y porque memoricemos sobre algo, la memoria no se hace mejor. Nuestra memoria es una red de ideas y de datos que se van conectando a la información con la que se pueden relacionar semánticamente. Cuanto más sé sobre algo, más fácil lo tengo para aprender cosas relacionadas con eso, no con otra cosa.

Es decir, la memoria, más que verla como un músculo, deberíamos verla como si fueran cientos de miles de músculos, y cuando aprendemos sobre algo, ejercitamos uno de esos músculos y eso la hace mejor para seguir aprendiendo cosas relacionadas con ese músculo. En el libro recojo muchos ejemplos, desde los atletas de la memoria capaces de hacer grandes proezas recordando números, pero si les pedimos que lo hagan con letras, son iguales que los demás…

P. Entonces, ¿quién sabe más cosas tiene más memoria?

R.- Cuanto más conocimiento tenemos sobre algo, más fácil nos resulta seguir aprendiendo cosas relacionadas con ese conocimiento.

P. ¿La memoria de qué depende?

R. Hay unas condiciones genéticas que hacen que, de entrada, a unos les resulte más fácil aprender que a otros. Pero, a partir de ahí, a medida que nos desarrollamos, nuestra memoria va mejorando y lo hace a lo largo de toda la vida a medida que adquiere conocimientos. Cuando tengo conocimientos los puedo usar para recordar algo, en vez de tener que grabar toda la experiencia; como tengo muchas cosas que forman parte de esa experiencia, las reutilizo, no las tengo que incorporar a mi memoria (algo que tiene un coste biológico, como cambiar conexiones entre neuronas).

Por ejemplo: si te explico que me he ido de viaje a París, Roma y Londres, seguro que mañana te acuerdas de lo que te he dicho, pero si cuento que me he ido a tres ciudades japonesas, muy probablemente no te acordarás, porque no puedes aprovechar unos conocimientos sobre ese acontecimiento ya que son ciudades que no conocemos.

P. Más que memoria yo lo llamo saber…

R.- Eso es la memoria. La memoria no es nuestra capacidad de almacenar datos; es todo, es nuestra capacidad de aprender cualquier cosa. Todos los conocimientos y habilidades que tenemos, todas las cosas que podemos hacer, incluso cómo reaccionamos, prácticamente todo lo que hacemos a lo largo del día (cómo abrimos la puerta, llamamos al ascensor, hablar, etc) ha sido modelado en nuestro cerebro y ese moldeado es posible gracias a la memoria. La memoria es eso, el producto de que nuestro cerebro cambia en todas nuestras experiencias y acciones, y esos cambios son los que nos permiten hacer cosas que antes no podíamos.

La dificultad para olvidar

P. Es importante acordarse de las cosas, pero también lo es olvidar. ¿Cómo se pueden deconstruir recuerdos? ¿Cómo revertir conexiones?

R. En realidad no reviertes, lo que haces es interferir. Hay una discusión entre los neurobiólogos y los psicólogos en torno al olvido. Para los primeros, el olvido se explica porque unas estructuras cerebrales se van deteriorando, y en cambio, los psicólogos, que investigan el olvido desde la conducta, tienen muy claro que prácticamente todo lo que supimos algún día sigue estando ahí, solo que no lo encontramos. Es una interferencia.

"Queremos olvidar cosas que han tenido una carga emocional grande y queremos evitar las emociones negativas que nos genera recordarlo"

Las dos visiones explican el olvido, pero para mí tiene más sentido que la mayor parte del olvido se debe a interferencia; cuando sabemos algo, a través de las conexiones que establece la memoria podemos llegar a un recuerdo. Cuando olvidamos, la mayor parte de lo que sucede es que esos caminos que creamos en la memoria van cambiando, unos se van haciendo más fuertes en detrimento de otros. Si cambiamos la contraseña del ordenador, es muy probable que te venga a la mente la antigua y la nueva no, pero la nueva está ahí -y lo compruebas si lo tienes escrito-, lo que pasa es que la antigua está interfiriendo la nueva. Al final, olvidar es, sobre todo, ir cambiando la preferencia de aquello que recordamos a partir de unos estímulos determinados.

P. ¿Es más fácil olvidar que recordar?

R. ¿Voluntariamente? En realidad, realmente queremos olvidar cosas que han tenido una carga emocional grande y queremos evitar las emociones negativas que nos genera recordarlo. Queremos olvidar cosas que nuestro cerebro ha consolidado de manera preferente, porque las emociones provocan que fortalezcamos los recuerdos que han acompañado a esas emociones. Por eso, cuando queremos olvidar algo, acostumbramos a elegir cosas que son difíciles de olvidar y eso siempre cuesta.

Lo mejor que podemos hacer es intentar no pensar en ello, cambiando el entorno, los estímulos, intentando evitar que aparezcan las pistas que nos lleven a recordarlo y dejar pasar el tiempo, no para que se nos olvide, sino para que con el tiempo vaya cambiando el significado que le damos a ese recuerdo; más que olvidarlo, lo que hacemos es rebajar su carga emocional.

En alzhéimer, escribir cosas para recordar no sirve para que la memoria sea mejor, pero sí para que las personas tengan pequeños éxitos

P. ¿Ahora son buenos tiempos para olvidar?

R. Lo bueno es que olvidamos prácticamente todo lo que vivimos, es muy poco lo que recordamos, y es curioso porque tenemos la sensación de que nuestra vida tiene una continuidad y que no nos estamos perdiendo nada, pero en realidad, si nos paramos a pensar en lo que hacemos cada día y lo que realmente recordamos al final, es muy poco. Incluso los momentos que han sido muy importantes, al final solo recordamos flashes, piezas que podemos ir juntando y más o menos reconstruir una historia, pero no mucho más.

P. O sea, que olvidamos más que recordamos…

R. Sí. Al final de lo que hablamos es de que todo lo que percibimos deja una huella en nuestra memoria que nos permite navegar sin desorientarnos, pero la mayoría de las cosas que vivimos desaparecen pronto, las olvidamos y quedan aquellas que han sido significativas. De ahí que las emociones surgen cuando han ocurrido circunstancias con relevancia vital y acabamos recordando sobre todo cosas que han tenido una carga emocional.

Proteger del alzhéimer

P. El alzhéimer es el paradigma que tenemos todos al hablar de memoria y olvido. ¿Cómo influyen todos estos estudios sobre la memoria para mejorar a estos pacientes? ¿Esos entrenamientos, en las fases iniciales de la enfermedad, no sirven?

R. Cuidar nuestras emociones es importante. Por desgracia, esos ejercicios, como escribir cosas, no sirven, en general, para que la memoria sea mejor, pero sí sirven para que las personas tengan pequeños éxitos. Si practico aprenderme un poema no significa que vaya a aprender antes otro poema que no tiene nada que ver, pero sí va a hacer que recuerde ese poema que he practicado. Es decir, la memoria se hace más fuerte en aquello específico que prácticas, pero eso no se va a transferir a la memoria en general. Cuando las personas hacen esos ejercicios y luego los repiten y ven que lo recuerdan, es importante el hecho de que tengan las sensaciones de que siguen ahí.

Por desgracia, de momento, no tenemos nada que nos ayude con esta terrible enfermedad y creo que será difícil que lo consigamos hasta que podamos encontrar las causas, porque, incluso, aún estamos ante el dilema de qué provoca el alzhéimer.

P Para terminar, ¿recuerda cómo hemos empezado la entrevista?

R. (risas) Te he explicado muchas cosas, pero al principio me has dicho que el libro era muy intenso y yo te he preguntado a qué te refieres... Soy de los que siempre ha tenido facilidad para recordar. Esta habilidad está bien, pero si realmente quieres sacar el máximo provecho a tu memoria, lo importante es usar buenas estrategias: es mejor explicarte algo a ti mismo que volver a leerlo, la práctica de la evocación, o espaciarlo en el tiempo (no masificar, como hacen los alumnos en los exámenes), y eso hace que la memoria funcione mejor.

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