Democratización de la evaluación de riesgos
Democratización de la evaluación de riesgos
A mi juicio, la evaluación de riesgos no debe ser considerada como un fin, sino como un medio para detectar deficiencias, valorarlas y por supuesto tomar medidas apropiadas y acordes a su prevención. Es decir, si los resultados de esta evaluación ponen de manifiesto situaciones de riesgo para la seguridad y salud del trabajador, debería ser obvio (aunque no siempre parece serlo) realizar aquellas actividades necesarias para eliminar o disminuir y sobre todo controlar tales riesgos. Todo esto, evidentemente antes de que se produzca el accidente.
Charles Clutterbuck desafiaba al concepto que se tiene de la percepción del riesgo a través de lo que él denominaba la ley de las tres generaciones. “En una generación se introduce el riesgo, en la siguiente el riesgo es reconocido como tal; y en la tercera se promulga una ley para su control…. A veces es necesario una cuarta generación para que el riesgo sea efectivamente controlado; pero, sea comos sea, la ley siempre llega tarde”.
En este sentido, viene al caso referirnos a cuando diseñamos un puesto de trabajo sin, en paralelo, hacerlo teniendo en consideración la seguridad y salud del trabajador que lo ocupará. Primero diseñamos el puesto, luego y en función de los riesgos que van apareciendo los reconocemos y actuamos sobre ellos (muchas veces ya habiendo sucedido el accidente). Finalmente, y después de tiempo y varios “ajustes”, se termina controlando el riesgo.
¿Qué piensan los trabajadores sobre las condiciones en seguridad laboral en las que desarrollan su actividad?. ¿Es interesante su aportación?. Y de serlo, ¿En qué medida?.
Cvetkovic y Earle denominaron “realismo ingenuo” a la idea de separar dos cuestiones que por naturaleza, en mi opinión, van de la mano. El riesgo objetivo definido por expertos y el riesgo subjetivo denunciado por los trabajadores. Estos autores consideraban que ambas concepciones se refieren a una misma situación, la evaluación del riesgo implicará necesariamente el valor que las personas le concedan. A todo este debate se le ha vendido a llamar “democratización de la evaluación del riesgo”.
En mi opinión, son varias las líneas de trabajo en este sentido. Todas ellas giran alrededor de la percepción y participación del trabajador en la seguridad laboral. La percepción que tenga el trabajador en relación al clima de la empresa relacionada con la prevención será determinante para que éste cumpla o no con la normativa vigente. Sus propias actitudes y comportamientos los justificará en función de este clima percibido. La percepción sobre la preocupación que tiene la empresa sobre el esfuerzo físico que requieren las tareas que realiza, y sobre el entorno y la organización del trabajo, explicará la posibilidad o no de que los accidentes sean evitables.
Si en el diseño de puestos de trabajo, además de evaluar los riesgos objetivos, consultamos y hacemos partícipes a los trabajadores, tendremos la garantía de haber hecho un análisis completo. Habremos evaluado las condiciones objetivas y subjetivas que emanan del ajuste trabajador/puesto de trabajo/organización. A mi juicio, sólo de esta manera es posible una “edificación” de la actividad preventiva sin grietas que tengan que ser reparadas continuamente por una falta de previsión en la “construcción”.