El éxito del fracaso (o el fracaso del éxito)

El éxito del fracaso (o el fracaso del éxito)

En la actualidad, todo el mundo habla del éxito y ofrecen temerariamente la fórmula secreta. ¿Pero qué es, en estricto rigor, ser una persona exitosa? Para eso, primero, tenemos que preguntarnos qué es exactamente lo que tiene valor hoy en día.
23 Octubre 2022

El éxito no es algo que se persigue, es algo que se atrae. Y no lo trae una empresa de envíos ni llega en 24 horas a casa: hay que trabajar personalmente para mejorar, y el éxito te encontrará. Porque el éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo, como leí en algún sitio. Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta que las personas exitosas sobre todo han sido fracasadas, pero con una enorme particularidad: nunca se dieron por vencidas.

En estos días tan complejos que estamos viviendo, ¿qué es lo que verdaderamente tiene valor? Esta pregunta, y su respuesta, pueden tener muchas más implicaciones que las que a primera vista asoman. Sin entrar en miramientos metafísicos ni filosóficos, y limitándonos a una mirada estrictamente económica, es medianamente evidente que lo escaso tiene más valor que lo que abunda.

Me explico. Por ejemplo, el tiempo, que todos damos por descontado, puede ser hoy un bien muy escaso y por lo tanto de gran valor. Incluso me atrevería a decir que el tiempo puede valer más que el dinero. El que tiene tiempo para perderse en sus mundos, para estar con sus hijos o leer tranquilamente en el sofá de su casa, es hoy un millonario. Y un millonario obsesionado en incrementar su patrimonio es tal vez todo lo contrario, puesto que no tiene tiempo para nadie (ni siquiera para sí mismo).

Sin embargo, hoy todo el mundo habla del éxito y ofrecen temerariamente la fórmula secreta. ¿Pero qué es en estricto rigor ser una persona exitosa? Yo me niego a entender el éxito profesional solocomo una miserable cosecha de dinero, de fama y poder. Porque comprar lo que no se necesita, con dinero que no se tiene para ser lo que no somos, no es éxito.

«¿Por qué socialmente hemos suscrito que el éxito solo es medible en dinero como una verdad incuestionable?»

¿Qué es más exitoso: escribir un bello heptasílabo de una canción que escucharán solo unos pocos pero apasionados oyentes o hacer una rentable inversión en bolsa? ¿No es acaso más exitoso el que tiene tiempo para tomarse una caña con sus amigos y disfrutar de buenos momentos que el que es capaz de sacrificar a sus amigos con tal de trepar una posición y aumentar su riqueza? ¿Quién dijo que el éxito solo era medible en dinero? ¿Por qué socialmente hemos suscrito este engaño como una verdad incuestionable?

¿Acaso Van Gogh fue un fracasado porque sus cuadros nunca se vendieron? ¿No son sus trigales pintados, que siguen ondeando en la retina de millones de personas, un éxito rotundo y sublime al lado del cual cualquier éxito de un especulador de la bolsa de Nueva York palidece? ¿No serán quizá los exitosos en realidad los fracasados y los fracasados exitosos ignorados?

Cada vez con más frecuencia trato con jóvenes desencantados y aburridos con el discurso del éxito que comienzan a escuchar desde que dan sus primeros pasos. Estos jóvenes, que los tenemos en las aulas de las universidades y dando sus primeras batallas en las empresas, están buscando verdaderos exitosos a quienes admirar. No quieren jefes, quieren líderes que les inspiren, porque el liderazgo no va de mandar, sino de inspirar y de servir.

«Los jóvenes están buscando verdaderos exitosos a los que admirar: no quieren jefes, quieren líderes que inspiren»

Exitoso es Manuel, un conductor de un autobús de Madrid, que a pesar de la odisea que significa cruzar la ciudad conduciendo entre millones de coches y vehículos, empina y regala al final del día una sonrisa pura y genuina, de esas que hoy escasean. Exitosa es Ana, la señora que limpia mi despacho todas las mañanas con noble esmero, con épica prolijidad, con una enorme grandeza y con generoso espíritu de servicio. Exitosa es María, una profesora de la escuela de Narganá que conocí hace algún tiempo en el archipiélago de San Blas en Panamá, que recorre largas cinco horas a pie, entre viento, lluvia intensa o sol ardiente, para dar clases a un puñado de pequeños niños de la comunidad indígenas Kuna en un aula sin cristales en las ventanas. Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo y ser exitosos.

Sugiero tener una actitud positiva, coger la vida por los cuernos y hacer con ella lo que queramos, no lo que podamos residualmente. Digamos no a vivir en modo avión. La clave está en la actitud, aprender a dar si quieres recibir, no buscar protagonismo, no rendirse nunca. El éxito no viene por casualidad. El éxito es siempre consecuencia de causa y efecto.

Creo que ya es hora de que no solo las efigies triunfantes estén en el olimpo de los exitosos. Y, es más, tal vez llegue el día en que haya que hacer una colecta para que ellos recuperen el tiempo perdido en sus exitosos fracasos.

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