Nomadismo digital, una experiencia muy tentadora
Nomadismo digital, una experiencia muy tentadora
«… la mayoría de las personas descubrirán que el vínculo geográfico se está disolviendo. Sucederá gradualmente…, el mundo se encontrará libre para vivir donde quiera y viajar tanto como quiera. (…) Los humanos podrán preguntarse ¿soy un nómada o un colono?».
Podría decirse que los orígenes del nomadismo digital comienzan con esta cita del escritor David Manners y el científico e ingeniero informático el Dr. Tsugio Makimoto procedente del libro que escribieron en 1997, Digital Nomad. Es decir, el término nómada digital ya se acuñó hace 25 años, no es nada nuevo, pero tuvieron que pasar más de diez para que se hiciera popular y conocido, y esto fue gracias a los medios de comunicación. Por ejemplo, fue en el 2014 cuando importantes medios declararon el nomadismo digital como «un nuevo estilo de vida 2.0», y a partir de ahí y otras publicaciones, el interés de la gente por saber más de esta nueva forma de vida aumentó, y cada vez más personas se sentían seducidas por la libertad que lo caracteriza, y querían experimentarlo. Desde entonces, esta comunidad de profesionales no deja de crecer, sobre todo en este momento en que a raíz de la pandemia muchas personas han descubierto que pueden teletrabajar, que ya no tienen que ir a la oficina, y se preguntan ¿por qué atarse a un lugar fijo cuando puedes convertir cada lugar que visitas en tu propia oficina? No hay duda, es tentador, por lo menos probarlo por un tiempo.
Si tuviéramos que definir qué es exactamente un nómada digital, diríamos que son aquellos que utilizan las tecnologías de la comunicación para poder trabajar desde cualquier lugar del mundo, y en vez de establecerse en algún sitio, escogen una vida nómada, es decir, no son viajeros tradicionales —aunque viajen mucho—, sino que van instalándose de forma temporal gracias a su trabajo remoto en las ciudades y pueblos que les apetece. La mayoría de estos nómadas se trasladan varias veces al año para sortear las restricciones de los visados, conocer nuevos lugares y personas, buscar climas idóneos…, pero existen muchas formas de nomadismo digital. Es, como hemos dicho, un estilo de vida, y aunque hay un perfil definido mayoritario, no hay reglas que lo rijan más allá que cumplir con el trabajo en el lugar donde se asienten —algunos de estos profesionales lo hacen por días, otros por meses y otros por años—.
Repetimos, es tan tentador para todos aquellos que trabajan en remoto y están empezando a crearse tantas «leyendas urbanas» sobre este tema que hemos querido entrevistar a dos personas, Adela Alonso y Osiris Martínez, que hace años eligieron esta forma de vida para que nos cuenten qué fue lo que las motivó a hacerlo, cómo fue el cambio, qué les ha aportado…, y, sobre todo, qué les aconsejan a aquellos que están pensando convertirse en nómadas digitales.
Comencemos por Adela Alonso, su perfil es el de una chica de 37 años que en el 2017 decidió ir cambiando de lugar de residencia gracias a que llevaba dos años trabajando en remoto:
¿Por qué decidiste ser nómada digital? ¿Cómo fue el proceso de esta decisión?
Más que una decisión premeditada fueron las circunstancias las que propiciaron que probara esta forma de vida, y desde luego, una vez que la probé tuve muy claro que me encantaba, aunque nunca antes hubiera pensado vivir de manera errante.
Por motivos de trabajo, me fui a Dubái en el 2015, estuve dos años en la empresa por la que me trasladé allí, hasta que me di cuenta de que no me aportaba, de que no estaba a gusto, y la dejé. Casi inmediatamente, y viviendo aún en Dubái, me contrató una startup en la que todo el equipo trabajaba en remoto, fue mi primer contacto con esta forma de trabajar. No sé muy bien por qué seguí instalada en Dubái, hasta que en el verano del 2018 me dije ¿qué hago aquí a 50 grados pudiendo irme a cualquier lugar del mundo en el que haya buena conexión a Internet?
¿Cuáles fueron tus primeros destinos?
Recogí mis cosas y me fui un mes a Georgia, a Batumi, este fue mi primer destino y sinceramente lo elegí por cercanía y porque tenía muchas ganas de conocer esa ciudad. Como alojamiento alquilé un Airbnb y cada día, después de trabajar con mi ordenador en el apartamento, salía y disfrutaba de esta preciosa «capital veraniega» del Mar Negro georgiano; sentí por primera vez la libertad de decidir por mí. De allí me fui a Tailandia, a la isla Koh Lanta, y fue aquí donde realmente descubrí el mundo del nomadismo digital. Escogí para esta estancia un paquete que ofrece el coworking KoHub, que consta de un espacio de trabajo compartido 24 horas, alojamiento (coliving) y dos comidas diarias, es una opción que soluciona todo de una vez. Si tuviera que describir la experiencia de este mes, fue como una inmersión de choque en este mundo, conocí a muchas personas con las que aún mantengo lazos de amistad, me impregné de la creatividad de sus trabajos, me sorprendí de cómo algunos de ellos dirigían grandes empresas a golpe de Internet —y en chanclas de playa, algo que parecía surrealista— y disfruté de inolvidables atardeceres en su compañía. Era como vivir en un tranquilo pueblecito de paisajes idílicos, pero con el aliciente de estar rodeada de mentes intelectuales e inquietas, y el enriquecimiento personal que eso implica no tiene precio.