Hoy se cumplen 50 años del accidente de la presa de Torrejón donde murieron (oficialmente) 54 trabajadores

Hoy se cumplen 50 años del accidente de la presa de Torrejón donde murieron (oficialmente) 54 trabajadores

Casi nadie en los saltos de Torrejón se cree los 54 muertos de la versión oficial
22 Octubre 2015

El 22 de octubre de 1965 por la mañana murieron en un mismo sitio del norte de Extremadura al menos 54 personas, pero probablemente hay una mayoría de extremeños que no lo sabe.

Lo que sucedió fue que se rompió una de las ataguías colocadas en la presa del río Tiétar, que en ese punto casi se roza con el Tajo, del que le separa un farallón de cincuenta metros. O sea, el sitio perfecto para construir una presa en cada cauce, unidas por una central hidroeléctrica subterránea y por un canal que permitiera llevar líquido de un río a otro. Con el embalse casi en su cota máxima y la compuerta provisional rota, el torrente de agua penetró en el canal en obras y se llevó por delante a los trabajadores y las máquinas que fue encontrando. Según el NO-DO del 1 de noviembre de aquel año –que dura 9:39 minutos, abre con el baile de las debutantes en Barcelona y le dedica a esta noticia 1 minuto y 18 segundos–, la rotura liberó 140 millones de metros cúbicos de agua.

El régimen de Franco zanjó el desastre con una indemnización de 20.000 pesetas por cadáver y 5.000 por hijo vivo o en camino de nacer. Los tribunales archivaron la causa.

Hoy se cumplen 50 años de aquel accidente. Y el sábado 24, los niños de Torrejón han quedado al mediodía en el poblado derruido donde pasaron algunos de los mejores años de su infancia. En la explanada de los compresores, Máximo Fragoso leerá un poema que ha escrito «el compañero Julio». Luego, lanzarán una rosa al agua, en recuerdo de quienes murieron construyendo dos presas que nadie se atrevió a inaugurar.

Lo último y casi lo único que la oficialidad ha hecho por honrar la memoria colectiva es una escultura en un cruce de la carretera que atraviesa Malpartida de Plasencia. El monolito se inauguró hace siete meses, y el pasado martes, sobre la peana había dos flores. Cerca de allí está el Hogar del Pensionista.

«Hay mucha confusión sobre cuánta gente falleció, porque hay bastantes zonas de sombra en torno a esta tragedia, pero si yo tuviera que hacer una estimación, diría que murieron entre 75 y 100 personas». Quien lo dice lleva más de un año investigando para publicar ‘Sueños anegados’, su libro sobre los Saltos de Torrejón. Es Urbano García, periodista, director de RTVE en Extremadura, hijo y nieto de quienes llevaban a diario el pan a los poblados desde Plasencia. «Hay un dato ilustrativo –aporta García–: al empezar esta tarea, contacté con el Ministerio de Trabajo, y en sus archivos no hay constancia de que en España se haya producido un accidente laboral con más víctimas». «El último cuerpo –amplía– lo encontraron el 5 de julio de 1966, y es posible que alguno no llegara a aparecer».

A esto que él ha constatado hay que sumar que entre los más de cuatro mil trabajadores que llegó a tener la obra, había quienes utilizaban nombres falsos para no ser identificados por la autoridad. Lo aseguran varios de los que vivieron la catástrofe en primera persona. Los mismos que tienen claro que allí se empleó a presos políticos, algo que no era extraño en las obras públicas españolas hasta, por lo menos, finales de los años cincuenta (la de los saltos comenzó en 1959 , y concluyó en 1966).

En aquella época, trabajar en los saltos era algo parecido a un chollo. «Vivir allí fue un privilegio», resume Paqui Martos, que llegó al poblado de los obreros –estaba también el de los ingenieros y técnicos– con 5 años. «Fuimos la quinta familia en llegar –recuerda la mujer, que ahora vive en Villafranca del Penedés (Barcelona)–, cada día llegaban dos o tres familias, fui viendo cómo se iban construyendo los poblados, todo aquello me tenía fascinada».

Las casas incluían lujos impropios para la mayoría, como el agua corriente o la luz eléctrica. Entre un poblado y otro había piscina, cine, sala de baile, escuela, iglesia con misa cada domingo, capilla, bar, economato, cuartel de la Guardia Civil, barbero, estanco, fotógrafo –Ángel Falcato, que estuvo en el frente de Leningrado con la División Azul, según ha averiguado Urbano García–, una playa aprovechando una zona de arenal, médico, practicante, autocar diario a Plasencia...

Fuente: Diario Hoy

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