el Trabajo Q Viene

el Trabajo Q Viene

Viernes, 23 Noviembre 2018

La cultura de empresa está vinculada a la satisfacción del cliente

El objetivo de cualquier empresa es ganar market share en su sector y, por este motivo, la satisfacción de sus clientes es fundamental. Sin embargo, todavía hay compañías que no aprecian el vínculo directo entre el nivel de satisfacción de sus empleados y el de sus clientes.

Desde el departamento de RRHH y la Dirección de la empresa, se debe asegurar que el engagement de los empleados dentro de la compañía sea lo más alto posible: no solo para retener el talento, sino para asegurar que los trabajadores sean lo más productivos posible.

Un empleado entregado que es fiel a los valores de la empresa y que trabaja a gusto, marca la diferencia en cuanto al nivel de satisfacción del cliente. Por lo tanto, el rol del departamento de RRHH, que cada vez asume más responsabilidad dentro de las empresas, es fundamental para asegurar que cada trabajador entiende cómo sus tareas diarias contribuyen al éxito y a los objetivos de la organización en cuanto a clientes, market share, etc.

¿Cómo se lleva a cabo este proceso? Estableciendo un proceso comunicativo desde la dirección: es necesario explicar los objetivos a corto, medio y largo plazo. Hay empresas que estimulan a sus empleados en una especie de simulación del Viaje del Cliente (Client Journey) para que se pongan en su piel. Un cliente puede olvidar qué le dijeron, pero nunca olvidará cómo le hicieron sentir.

La clave es relacionar la satisfacción del cliente con el trabajo diario del empleado con el objetivo de conseguir su compromiso y asegurar que su experiencia sea excepcional. 

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Así es un antilíder

Seguro que a lo largo de tu trayectoria profesional has tenido jefes que recuerdas con cariño y que muy posiblemente con el paso del tiempo se hayan convertido en amigos. Esos jefes que actuaron y actúan como líderes reales, implicándose en el trabajo, escuchando al equipo y empatizando con todos los trabajadores, pero también habrás tenido jefes que nada más escuchar su nombre te pones a temblar. A esos es a los que denominamos ‘antilíderes’.

Esos jefes incómodos que no se preocupan ni de aprenderse tu nombre, ni cómo estás sacando a flote su empresa, ni cómo es tu manera de trabajar, sino que solo se preocupan de colgarse medallas que pertenecen al equipo de trabajo. Esos son los antilíderes y estas son sus características:

COMPETIDOR EN EXCESO, a pesar de tener un rango más alto en la empresa, no deja que nadie brille más que él, ni muestre más conocimiento sobre un tema que él, ni que le haga sombra. Siente la necesidad de competir por todo y con todos, lo que deriva en asumir méritos que no son suyos minando el trabajo de los demás.

NO SABE TRABAJAR EN EQUIPO Sino que pretende que el equipo trabaje para él. Un antilíder es una persona con ápices de soberbia y tiranía.

ACTÚA SIN APROBACIÓN Como buen antilíder, ni le interesa la opinión del resto del equipo ni está dispuesto a preguntarla, simplemente actúa, hace y deshace sin consultar a nadie aunque sus decisiones afecten a los demás.

INCOMODA AL EQUIPO Disfruta utilizando su autoridad para incomodar al resto de trabajadores. En contraposición con un líder, que siempre intenta hacer sentir a todos los trabajadores como una parte fundamental de la empresa y tratarles de igual a igual, el antilíder marca las distancias y las diferencias de rangos.

ABUSA CON SU PODER busca por encima de todo sumarse logros. Y si para ello tiene que explotar a los trabajadores, lo hará, y si tiene que reducir sus sueldos, lo hará, y si tiene que empeorar las condiciones de los trabajadores, también lo hará. Cree que su ansia de poder le permite todo.

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Las mujeres, más amenazadas que los hombres por el avance de los robots

¿Van los robots a destruir trabajo? ¿Afectará a todos por igual? Hace años que infinidad de estudios tratan de anticipar el futuro del trabajo, o el trabajo del futuro. Pero raramente estas investigaciones abordaban una perspectiva de género. Es lo que ahora hace un trabajo recién publicado por el FMI, que además arroja un resultado interesante: la mecanización afecta proporcionalmente más a las mujeres que a los hombres. Y, por lo tanto, los trabajos de ellas peligran más que los de ellos.

El argumento es claro: las mujeres suelen tener ocupaciones más rutinarias, con independencia del sector y el trabajo. Y son precisamente estas tareas las más amenazadas por las nuevas tecnologías. Es decir: la diferencia de género no se explica tanto porque vayan a desaparecer más puestos en fábricas, en la agricultura o en el comercio, sino que dentro de todos estos sectores el personal que se ocupa de tareas menos especializadas y más rutinarias son en mayor proporción mujeres, por lo que su empleo está todavía más en riesgo si la automatización llega.

¿Y cuánto más expuestas están ellas a las inclemencias de las nuevas tecnologías respecto a los hombres? La investigación estima que el 11% de las trabajadoras corren el riesgo de perder su trabajo por las máquinas, mientras que en el caso de ellos es el 9%.

“Sin embargo”, advierten las autoras, “como hay más hombres trabajando que mujeres, esto se refleja en que la cifra absoluta de hombres que corren peligro por la automatización es ligeramente mayor que la de mujeres”. Además, los peligros no son iguales para todas: el riesgo es más grande cuando tiene menos formación y son mayores. El peligro afecta sobre todo a las mujeres que trabajan en puestos poco cualificados en puntos de venta, oficinas o servicios.

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