el Trabajo Q Viene

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Lunes, 21 Mayo 2018

El 'mindfulness' frente a una buena gestión

La meditación no elimina el estrés de un mal entorno laboral.

La meditación, los mantras y el movimiento mindfulness (plena conciencia) en general están penetrando en el mundo empresarial a un ritmo sorprendente: Google, Intel, Target y General Mills tienen clases de mindfulness para sus empleados. Ray Dalio, el multimillonario fundador de Bridgewater, el hedge fund más grande del mundo, lleva meditando a diario durante más de 40 años. Recomienda a sus empleados que hagan lo mismo y piensa que la meditación es "el principal elemento" de su éxito.

Jeff Weiner, consejero delegado de LinkedIn, es otro entusiasta de la meditación, cree en la "dirección compasiva" y contrata a sus empleados en base a ello. Salesforce, el grupo de software en la nube de EEUU, contrata a monjes budistas zen para que hablen con sus empleados y ha creado espacios especiales para clases de mindfulness en sus edificios. Leah Weiss enseña "liderazgo compasivo" en la Escuela de Negocios para Graduados de la Universidad de Stanford y el título de su libro resume bastante bien sus ideas: Cómo trabajamos: Viva para cumplir su objetivo, recupere su cordura y acepte con satisfacción la rutina diaria. Weiss piensa que una persona puede encontrar sentido y alegría en el trabajo si se fija su propio objetivo y practica el mindfulness.

En su libro Morir por un sueldo, Jeffrey Pfeffer argumenta que los trabajos de oficina y administrativos se han vuelto tan estresantes que pueden ser tan dañinos para la salud como el trabajo manual. La "contaminación social" de compañías tóxicas que imponen largas jornadas de trabajo, horarios laborales impredecibles, despidos implacables y otras condiciones negativas a su personal provoca que los trabajadores quemados y dañados acudan en masa a los congestionados sistemas de salud y bienestar públicos.

Pfeffer ofrece una lista de soluciones. La primera es determinar los daños que causan los lugares de trabajo a la salud y decir quiénes son los culpables. Una cosa que no recomienda es más mindfulness. Por un lado, el mindfulness no modifica en nada la causa subyacente del estrés: la mala dirección. También desplaza la responsabilidad del bienestar de los empleados de las empresas que causan el estrés a los empleados que intentan superarlo. Y peor aún, permite que ocurra el "well-washing": empresas que dicen que velan por el bienestar de sus trabajadores y al mismo tiempo los maltratan con malas prácticas directivas.

Así que la próxima vez que lea un artículo sobre una compañía que ofrece salas de meditación y clases de mindfulness, no la alabe enseguida y pregúntese esto: ¿realmente está interesada en el bienestar de sus trabajadores? ¿O simplemente intenta lavar lo que ha ensuciado?

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Química y Liderazgo

De todas las hormonas y neurotransmisores que existen, Simon Sinek  identifica cuatro elementos básicos que contribuyen decisivamente a nuestros sentimientos positivos y que genéricamente llama ‘felicidad’: endorfinas, dopamina, serotonina y oxitocina. 

Cuando experimentamos una sensación de satisfacción o de alegría, seguramente una o varias de estas hormonas estarán circulando por nuestro torrente sanguíneo aunque, en realidad, no existen para hacernos sentir bien, sino que cada una de ellas contribuye a otro propósito mucho más práctico y vital: la supervivencia de la especie.

Cuando nuestro prehistórico antecesor del paleolítico tenía que salir a cazar para poder comer, se veía sometido a interminables sesiones de persecución que podían durar días hasta que abatía a su presa, así es que, cuando se encontraba extenuado para poder continuar, la Madre Naturaleza  le incentivaba con un chute de endorfinas que le hacía sentir placer en el dolor, algo parecido a lo que les pasa hoy en día a los corredores de maratones, con la diferencia de que en aquellos tiempos lo que estaba en juego era su propia vida y la de su tribu. Si no cazas, no comes, y sino comes te mueres… y desapareces como especie. Las endorfinas nos aportan el impulso necesario para seguir adelante cuando estás agobiado. Hasta tal punto lo tenía claro la Madre Naturaleza que consiguió que, con este apoyo químico, cazar o cultivar la tierra se convirtieran en actividades adictivas para los seres humanos de aquel tiempo, de manera que no esperaran a no tener comida para salir a por ella.

En la actualidad, el cuerpo ya no recompensa con endorfinas la búsqueda de alimentos, tan solo hay que ir al supermercado de la esquina para encontrarlos, así es que las actividades de las que disponemos para obtener una inyección de endorfinas son el ejercicio físico, la conexión con la naturaleza, dedicar tiempo a aficiones, la relajación y los masajes, el sexo… y, sobre todo, la risa, la mejor productora de endorfinas que existe. 

Por otra parte, cuando nuestros antepasados, durante sus largas batidas de caza, localizaban una pista, unas huellas en la arena o divisaban a lo lejos al animal, una vez más, la Madre Naturaleza les pegaba otro apretón, esta vez de dopamina, para que no se rindieran, para que perseveraran hasta alcanzar el objetivo. La dopamina nos convierte en una especie orientada hacia las metas tangibles y visibles (quizá por eso nos gusta tanto tachar tareas de nuestras listas de ‘cosas pendientes’). Cuanto más exigente es la tarea, cuanto más desafiante es el reto, cuanto más trabajo y esfuerzo requiere, mejor nos sentimos al conquistarlo, pues mayor es el chute de dopamina.
Nuestra capacidad de trabajar duramente y de perseverar en el esfuerzo se debe a las endorfinas y nuestro talento para concentrarnos en la tarea hasta alcanzar las metas y objetivos propuestos, al poder motivador de la dopamina… pero siendo necesaria esta capacidad del líder para crear contextos en los que se generen estas dos hormonas, no es suficiente todavía para ser reconocido como tal por sus potenciales seguidores.

El ser humano, desde que existe, es un individuo pero también es miembro de un grupo. Es un ser social que convive con la tribu, que toma decisiones que no solo le afectan a él mismo sino también a los demás y que colabora con los otros para sobrevivir. De hecho, lo que nos hace esencialmente diferentes como especie es nuestra capacidad para colaborar y trabajar en equipo, lo que nos ha permitido progresar y adaptarnos a cualquier entorno. Tanto si nos gusta como si no, no somos suficientemente fuertes como para sobrevivir solos y mucho menos para evolucionar, así es que, de nuevo la Madre Naturaleza tenía previsto otro par de regalitos químicos para animarnos a aplicar y a desarrollar estas capacidades sociales imprescindibles para nuestra supervivencia; la serotonina y la oxitocina, sin efecto tan inmediato como las dos anteriores pero cuyos beneficios duran más tiempo.

Como seres sociales que somos, no solo queremos sino que necesitamos la aprobación y el reconocimiento de los demás. Necesitamos sentir que, sobre todo los miembros de nuestro propio equipo, nos valoran a nosotros y al esfuerzo que hacemos en beneficio del grupo. Cuando nos ponemos al servicio de los demás, la serotonina nos hace sentir genial y gracias a la valoración y el respeto que recibimos de los demás miembros del grupo que nos anima a seguir haciéndolo. Por otra parte, también funciona en sentido inverso, y los beneficiados por nuestra entrega se sienten asimismo incitados por la serotonina a esforzarse para que nos sintamos orgullosos de ellos. Ella nos motiva a asegurarnos de que cuidemos de quienes nos siguen y ayudemos a quienes nos guían. Lo cierto es que, si para liderar hay que servir, dedicar tiempo y energía en beneficio de los demás resulta ser un pre-requisito indispensable para el liderazgo, y es la serotonina la que nos impulsa a hacerlo.

Por último, la oxitocina, la sustancia química favorita de la mayoría, también conocida como la hormona del amor, nos proporciona la sensación de amistad, lealtad y confianza profunda aunque, como las demás, no existe para hacernos sentir bien, sino para ayudarnos a sobrevivir. Sin ella no podríamos forjar vínculos sólidos de confianza, no tendríamos nadie en quien confiar, ni amigos, ni pareja, ni podríamos criar a nuestros hijos, de hecho, ni siquiera les amaríamos… la oxitocina es la hormona que nos hace seres sociales y nos permite cooperar, colaborar y a trabajar en equipo. Nos ayuda a progresar, a evolucionar como especie y nos hace mejores personas, pues a medida que aprendemos a confiar siendo a la vez dignos de confianza, más fluye y más fuertes son nuestras conexiones, vínculos y relaciones. El contacto físico libera la oxitocina, un apretón de manos, un abrazo un poco más largo de lo normal, chocar las palmas, pasar el brazo por encima del hombro… demuestran a los demás nuestra disposición a confiar.

Cuando en una organización, empresa o equipo, el líder no es capaz de generar espacios en los que las personas se sientan a salvo, confiadas y protegidas por un ‘círculo de seguridad’, espacios en los que se liberen serotonina y oxitocina, entonces aparece el cortisol . Mal asunto para crear relaciones de confianza y trabajar en equipo. El cortisol también es una hormona imprescindible para nuestra supervivencia que nos pone alerta y en tensión para evitar peligros inminentes, pero las oficinas, el trabajo o el deporte no deberían ser espacios en los que nuestras vidas se sientan amenazadas. De hecho, no lo son, pero nuestro cerebro, primitivamente programado, no es capaz de percibir la diferencia y reacciona como si lo fueran, con el consiguiente impacto y desgaste en nuestros cuerpos (ansiedad, angustia, depresión, estrés…). Mientras que la oxitocina refuerza nuestro sistema inmunológico, el cortisol, mantenido demasiado tiempo en nuestro cuerpo, lo pone en grave peligro.

Podríamos decir que el liderazgo es una pura cuestión de bioquímica y que los mejores líderes son aquellos capaces de preparar un selecto ‘happiness cocktail’ para todos los miembros de sus Equipos.

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