Testigos notables de dos años difíciles
Testigos notables de dos años difíciles
NACIONES UNIDAS
“El mundo está tratando los síntomas y no el origen de las pandemias”, según alerta la ONU. “El número de las epidemias "zoonóticas" está aumentando, desde el Ébola hasta Sars, hasta el virus del Nilo Occidental y la fiebre del Valle del Rift, y la causa principal de todas ellas es la destrucción de la naturaleza por parte de los humanos y la creciente demanda de carne”.
Incluso antes de Covid-19, 2 millones de personas morían de enfermedades zoonóticas cada año, principalmente en países más pobres. El brote de coronavirus fue altamente predecible, dijeron los expertos: "[Covid-19] puede ser el peor, pero no es el primero", dijo el jefe de medio ambiente de la ONU, Inger Andersen. “Los mayores costos económicos recaerán en las naciones ricas: 9 billones de dólares para Covid-19 en dos años”, según el economista jefe del FMI.
El informe dice que un enfoque de "una sola salud" que una la salud humana, animal y ambiental es vital, incluyendo más vigilancia e investigación sobre las amenazas de enfermedades y los sistemas alimentarios que las llevan a las personas. "Ha habido mucha respuesta a Covid-19, pero gran parte se ha tratado como un desafío médico o un shock económico", dijo la profesora Delia Grace, autora principal del informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y el Instituto Internacional de Investigación Ganadera (ILRI). “Pero sus orígenes están en el medio ambiente, los sistemas alimentarios y la salud animal. Esto es muy parecido a tener a alguien enfermo y tratar solo los síntomas y no tratar la causa subyacente, y hay muchas otras enfermedades zoonóticas con potencial pandémico ".
"Un aumento intenso de la actividad humana está afectando el medio ambiente en todo el planeta, desde los florecientes asentamientos humanos hasta la producción de alimentos y el aumento de las industrias mineras", dijo Doreen Robinson, jefa de vida silvestre de UNEP. “Esta actividad humana está rompiendo el tampón natural que una vez protegió a las personas de una serie de patógenos. Es de vital importancia llegar a las causas fundamentales; de lo contrario, solo reaccionaremos urgentemente a las cosas".
"La ciencia es clara en que, si seguimos explotando la vida silvestre y destruyendo nuestros ecosistemas, entonces podemos esperar ver un flujo constante de estas enfermedades saltando de animales a humanos en los próximos años", afirmó Andersen.
La vida silvestre y el ganado son la fuente de la mayoría de los virus que infectan a los humanos, y el informe cita una serie de impulsores de brotes, incluida la creciente demanda de proteínas animales, la agricultura más intensiva e insostenible, la mayor explotación de la vida silvestre, el aumento de los viajes mundiales, y la crisis climática.
"Los principales riesgos para el futuro contagio de enfermedades zoonóticas son la deforestación de ambientes tropicales y la cría industrial a gran escala de animales, específicamente cerdos y pollos", dice el ecólogo de enfermedades Thomas Gillespie de la Universidad de Emory en los Estados Unidos. “Estamos en un punto de crisis. Si no cambiamos radicalmente nuestras actitudes hacia el mundo natural, las cosas se pondrán mucho peor".
El informe es la última advertencia de que los gobiernos deben abordar la destrucción del mundo natural para prevenir futuras pandemias. Andersen, un destacado economista de la ONU, señaló que la pandemia de coronavirus constituía un "SOS para la empresa humana", mientras que los principales expertos mundiales en biodiversidad afirman que es probable que se produzcan más brotes de enfermedades mortales, a menos de que la naturaleza esté protegida.
"Nuestra respuesta a las zoonosis y los otros desafíos que enfrenta la humanidad debería ser la simple constatación de que la salud de la humanidad depende de la salud del planeta y la salud de otras especies", dijo Andersen. "Si la humanidad le da a la naturaleza la oportunidad de respirar, será nuestro mayor aliado si buscamos construir un mundo más justo, más verde y más seguro para todos".
WORLD WILDLIFE FUND (WWF)
Un estudio de WWF alerta de la relación entre el coronavirus Sars-Cov-2 y el impacto del ser humano en la naturaleza. La aparición del coronavirus en China, muy posiblemente en un mercado de animales vivos en Wuhan, ha tenido un efecto mariposa en muchas partes del planeta, en las que se están padeciendo las consecuencias de la pandemia de coronavirus.
Pero ese efecto mariposa no comenzó solo ahí, asevera la organización WWF, que ha publicado un informe que relaciona el cambio climático con el coronavirus. En este estudio, la organización no gubernamental denuncia varios motivos causantes de la aparición de nuevos patógenos y virus como el coronavirus Covid-19:
- Comercio de animales vivos
- Deforestación
- Cambio climático
"Los virus, las bacterias y otros microorganismos, como los protozoos y los hongos, desempeñan un papel esencial en los ciclos biogeoquímicos de la biosfera. Constituyen la condición previa para el nacimiento y la persistencia de la vida en la Tierra", plantea el estudio, que recuerda que "sin embargo, algunos de ellos, como las bacterias y virus patógenos o los protozoos parásitos, pueden tener efectos negativos significativos en la salud humana. Este es el caso del coronavirus SARS-CoV-2 responsable de la pandemia en curso", concluye.
El estudio señala que "en muchos de estos casos, su origen deriva de la mutación de estos patógenos, lo que les permite pasar de animales salvajes a humanos", por culpa de la destrucción y modificación progresiva de los ecosistemas debido a la penetración del hombre en las últimas áreas no contaminadas del planeta, y al comercio a menudo ilegal e incontrolado de especies silvestres, que crea un contacto íntimo entre los animales y sus agentes patógenos. “Estas enfermedades emergentes pueden tener un coste dramático en términos de vidas humanas, y fuertes impactos socioeconómicos", advierte, como se ha podido comprobar con el coronavirus Covid-19 en China, Italia o España.
Para los autores del estudio es evidente que "el creciente impacto humano sobre los ecosistemas y las especies silvestres, en combinación con el cambio climático global, debilita los ecosistemas naturales y facilita la propagación de patógenos al aumentar la exposición humana a estos riesgos". Finalmente, da la clave para evitar la presencia de amenazas como el coronavirus Covid-19: "preservar la naturaleza y restaurar los hábitats dañados es una herramienta esencial para preservar nuestra salud y bienestar".
GREENPEACE
“Los líderes mundiales se felicitan por los acuerdos que han alcanzado al final de la Cumbre del Clima COP26, en Glasgow. Pero no nos engañemos: el resultado es débil y con las políticas actuales vamos a un calentamiento de 2,7 ºC, muy lejos del objetivo de 1,5 ºC.”
Sin embargo, es positivo que se hayan reunido y que, por primera vez en sus casi 30 años de historia, se haya mencionado la necesidad de abandonar los combustibles fósiles.
En la COP26 también ha habido avances en materia de adaptación, ya que los países ricos han empezado por fin a responder a las peticiones de fondos y recursos de los países en desarrollo para hacer frente al aumento de las temperaturas. Pero la única razón por la que conseguimos lo que conseguimos es porque los jóvenes, los líderes indígenas, los activistas y los países en primera línea de los impactos climáticos, han forzado concesiones que se dieron a regañadientes. Sin ellos, estas conversaciones sobre el clima habrían fracasado por completo.
En 2022 los países tendrán que volver con objetivos más fuertes. En este acuerdo se recoge la necesidad de reducir las emisiones en esta década, poniendo así el foco en el corto plazo. Esto no es un simulacro. Suenan las alarmas porque el mundo está en llamas y necesitamos acciones urgentes. Nos dirigimos hacia un desastre ambiental. Un millón de especies ya se enfrentan a la extinción. Esto significa que ningún líder mundial debe llevarse una palmadita en la espalda por hacer negocios en Glasgow y luego regresar a su país con una red eléctrica de carbón o nuevos permisos de perforación.
La ciencia ha declarado “Código Rojo para la humanidad” y dice que “tenemos que dejar de invertir en petróleo, gas y carbón YA. Necesitamos que nuestros líderes políticos se comprometan a hacer todo lo que esté a su alcance para detener la extracción y quema de más combustibles fósiles, asegurando una transición justa y urgente”.
CONSEJO EMPRESARIAL MUNDIAL PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE (WBCSD)
La visión post-COP26 de Peter Bakker subraya que el impulso para la acción por el clima, la naturaleza y la equidad debe ser “ahora”:
“La COP26 ha sido como ninguna otra, y será vista como un punto de inflexión para la recuperación climática mundial. Durante la cumbre se acordó el límite de 1,5 °C de incremento de temperatura. El pacto climático final de Glasgow es un vaso medio lleno, medio vacío, aunque es preferible adoptar una visión optimista, ya que el progreso que se ha logrado en áreas clave, como la eliminación gradual de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles, la eliminación gradual del carbón, y el requisito de que los países actualicen sus contribuciones a nivel nacional antes de la COP27, es bienvenido”.
“En paralelo con las negociaciones básicas, la cooperación público-privada ha logrado grandes progresos. Como principal comunidad global de las principales empresas sostenibles del mundo, WBCSD fue un testigo relevante del liderazgo que el sector privado ha aportado a la acción climática en Glasgow. Las empresas estuvieron presentes más que nunca antes y en mayor número, participando activamente en los debates y análisis sobre cómo descarbonizar y alcanzar compromisos innovadores en numerosas áreas”.
UNIVERSITAT OBERTA DE CATALUNYA (UOC)
Según un reciente informe, el 59% de los consumidores tiene en cuenta las implicaciones ambientales a la hora de hacer sus compras. Dos expertos de la UOC analizan cómo ha influido la COVID-19 en este cambio de mentalidad, y cómo la pandemia impulsa la conciencia medioambiental de los consumidores.
El confinamiento parece haber cambiado la sensibilidad de los consumidores hacia el medioambiente. O al menos, ha acelerado un cambio que ya se estaba produciendo de forma sostenida. “Antes de la pandemia se percibía un aumento de la conciencia colectiva en relación con el medioambiente, pero la COVID-19 ha acelerado más el proceso y ha motivado a más personas a tomar parte de esa responsabilidad”, afirma Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Los ciudadanos son cada vez más conscientes de los peligros que supone no cuidar el planeta, y la COVID-19 ha impulsado un cambio de mentalidad. “La pandemia ha puesto de manifiesto que la necesidad de cuidar el planeta es real y que la huella que dejamos las personas en la naturaleza es muy negativa”, explica Soler.
Según el informe Who Cares, Who Does? 2020, de Kantar, el número de consumidores implicados mucho o bastante con el medioambiente (los denominados eco activos y eco considerados) aumenta de un año a otro, y pasa a representar un 59% de los compradores en 2020, frente al 51% que representaban en 2019. “Son comportamientos que la sociedad va asimilando lentamente, sin darse cuenta, hasta que llega un momento en el que los tiene interiorizados y que se ven como algo totalmente normal, como, por ejemplo, reciclar materiales, comprar envases reciclados, etc”, señala Juan Carlos Gázquez-Abad, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
La seguridad alimentaria y la contaminación son las nuevas preocupaciones. Los consumidores eco activos buscan estrategias para reducir su nivel de desperdicio de plásticos siempre o de forma muy frecuente, mientras que los eco considerados son aquellos que simpatizan con ciertas acciones pero que no siempre las llevan a cabo, aun siendo conscientes de su importancia. “Lo que ha provocado la pandemia es un individuo más preocupado por la higiene y por los aspectos sanitarios”, afirma Gázquez-Abad. “La polución del aire y la seguridad alimentaria son los temas que más crecen como mayores preocupaciones de los consumidores”.
Para Gázquez-Abad, “la COVID-19 ha aumentado, si cabe, esa necesidad de comunicar que la marca o el establecimiento son seguros para el consumidor. La pandemia ha intensificado la importancia de todo lo relacionado con la seguridad alimentaria y con la necesidad de conocer cuál es el origen de lo que comemos, cómo se manipulan los alimentos en los diferentes niveles de la cadena de distribución, etc”.
A la hora de comprar alimentos, hay dos áreas en las que los consumidores están más comprometidos: la garantía y calidad de los productos, y el embalaje (packaging). “Ante esta situación de pandemia, el consumidor presta mayor atención a la forma en que se fabrican los productos y los materiales que se utilizan para envasarlos; le interesa esta información e influye en su decisión de compra, quizás incluso en detrimento de otras variables, como el número de calorías o la cantidad de azúcar del producto”, afirma Soler.
“El tema del packaging es fundamental, ya que es uno de los aspectos más visibles de un producto, siendo más fácil de valorar por parte del consumidor”, explica Gázquez-Abad. Además, el experto añade que “es necesario que la comunicación entre las marcas y los consumidores fluya, de modo que el consumidor conozca qué están haciendo las marcas para cuidar el medioambiente”.
Que cada vez haya más personas preocupadas por el medioambiente es una buena noticia para el planeta y para las propias marcas. Los eco activos son un grupo muy interesante para el mercado. “Estos consumidores suponen un sector muy importante, y las marcas saben que ese gasto lo van a dedicar a aquellas que cubran las expectativas medioambientales que ellos demandan”, detalla Gázquez-Abad. Las marcas que inviertan en sostenibilidad y cuidado del medioambiente pueden llegar a clientes con un poder adquisitivo medio-alto. “El consumidor eco activo está dispuesto a hacer un esfuerzo económico para adquirir ese tipo de productos; las empresas pueden estar seguras de que la inversión que hacen tendrá su recompensa”, afirma.
Al otro lado de la balanza está el consumidor eco resignado, es decir, aquel consumidor que no tiene mucho interés por los retos medioambientales a los que se enfrenta el mundo, y que no lleva a cabo ninguna medida para mejorar. Aun así, las cifras demuestran que este tipo de consumidor decrece un 8% a escala global. En Latinoamérica es donde más baja —un 16 % en comparación con el año 2019—, seguida de Europa del Este —con un 7 %. “En el grupo de eco resignados se sitúan las clases sociales bajas, cuyo poder adquisitivo no les permite plantearse la compra de productos de mayor precio, y que en muchas ocasiones no poseen la cultura necesaria para entender esta necesidad ambiental y social”, afirma Soler. La experta añade que “son personas que sí son muy sensibles al precio, y que asumen, consciente o inconscientemente, que por un precio inferior no pueden obtener una calidad mayor”. Según Gázquez-Abad, también influye la educación: habitualmente, a mayor nivel cultural, mayor será la conciencia ecológica y medioambiental.
AZTI
AZTI es un centro científico y tecnológico situado en Pasaia (Guipuzkoa) especializado en investigación del medio marino que desarrolla proyectos de transformación de alto impacto con organizaciones alineadas con los ODS 2030 de Naciones Unidas. Recientemente ha publicado las conclusiones de un estudio relacionado con la contaminación marítima por plásticos con el fin de analizar y dar respuesta a las siguientes incógnitas: ¿Dónde se generan realmente los residuos que acaban en los mares? ¿Cómo se acumulan las basuras marinas? ¿Qué son los micro plásticos y cómo se producen? El centro tecnológico ha procedido a analizar estas cuestiones con el propósito de desterrar algunos mitos sobre este tipo de contaminación.
Los estudios científicos más relevantes sobre contaminación marina que estudian las basuras marinas plásticas apuntan a que entran de media 8 millones de toneladas de plástico cada año a nuestros mares y océanos. Son estudios basados en estimaciones a escala global de plástico mal gestionado en poblaciones costeras y que potencialmente puede llegar al mar. Pero, ¿qué pasa con las basuras generadas por fuentes marinas como pueden ser el transporte marítimo, pesca, acuicultura, turismo azul, etc.?
A esta incertidumbre se le tiene que añadir otra afirmación que se escucha con frecuencia, y que hace referencia al hecho de que el 80% de las basuras marinas proviene de fuentes terrestres, pero estos datos se tienen que tratar con precaución ya que pueden variar mucho en función de la zona de estudio.
Gracias a muestreos realizados en el marco del proyecto LIFE LEMA, el centro tecnológico AZTI ha podido comprobar que el 55% (en peso seco) de la basura marina que flota en aguas costeras del golfo de Bizkaia, corresponde a fuentes marinas, un 35% si nos atenemos al número de objetos. Esto da pie a desmitificar esa afirmación y resaltar la necesidad de estudiar cada región para poder establecer medidas de actuación contra este tipo de contaminación marina adaptadas a cada sector que la genera.