¿Resulta conveniente una educación vial específica para adultos mayores?

¿Resulta conveniente una educación vial específica para adultos mayores?

El proceso de envejecimiento poblacional, con el aumento de la expectativa de vida y la reducción de la fecundidad, plantea nuevos desafíos para la organización de la sociedad y para enfrentar los problemas sanitarios que, como la siniestralidad vial, afectan la vida y la calidad de vida de sus integrantes.
15 Octubre 2024

En el caso de la Argentina, –según censo 2022- el 18,4% del total de las mujeres tenía 60 años y más, mientras que para los varones este valor era de 14,6%, en una población de 46 234 830 habitantes, este grupo representa en conjunto más del 16 % del total. A ello se agrega que, de mantenerse este comportamiento, la población de adultos mayores (de más de 60 años) superará el 25% para el año 2050.

            A este cambio demográfico, que se repite en casi todo el mundo, se le debe agregar que esta población no sólo vive más, sino que se manifiesta cada día más activa, independiente y preocupada por conservar su autonomía personal y social.         

            Esta creciente demanda de los adultos mayores viene generando la necesidad de programas que canalicen y ayuden a resolver positivamente las distintas situaciones conflictivas que se suceden, buscando contribuir a la calidad de vida de estas personas, promoviendo un envejecimiento activo y saludable.  La OMS plantea que estas acciones “…como un proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen…”

            Esa necesidad de conservar la autonomía nos traslada casi inmediatamente a la conducción de automotores, en donde la experiencia nos indica que en el sentir popular ha cambiado jubilación laboral por la imposibilidad de renovar la licencia de conducir como el principio del fin del camino vital de las personas.  De allí la necesidad de abordar está temática con el mayor profesionalismo posible.

            De las propuestas que se conocen respecto de la educación vial de mayores, son escasas las que desarrollan una formación vial específica para este grupo etario, reiterándose en estrategias comunes y repetitivas propias de la educación vial general. En el caso del peatón, por ejemplo, lo que se observa es que, se trabaja en caminatas grupales en vía pública, simulacros de cruces por sendas peatonales y esquinas semaforizadas y a lo sumo, buscando incorporar como hábito el uso de chalecos reflectantes en sus desplazamientos. 

            Esas acciones -normalmente aconsejados para todos los peatones-, carecen de especificidad para los adultos mayores, no aportándoles estímulos nuevos o abordajes innovadores, repitiendo mensajes preventivos, advertencias poco originales o consignas sensibilizadoras genéricas.

            Y es aquí donde debemos comenzar a revisar las estrategias para la formación vial de los adultos mayores, sobre todo si tenemos presente que, estas personas ya han recibido capacitaciones sobre distintas temáticas vinculadas a la movilidad y seguridad vial.

            Este cambio de mirada empieza por traer al debate que este grupo etario presenta una característica común, y es el inevitable deterioro de sus condiciones psicofísicas, el cual se va produciendo, en forma continua y progresiva por el solo transcurso del tiempo.

Los profesionales de la salud coinciden que en este grupo lo cambios comunes son la disminución de la agudeza visual y auditiva, la pérdida de fuerza muscular, deficiencias en la coordinación visomotora, demoras en las reacciones o en la toma de decisiones ante situaciones imprevistas y las dificultades en el andar (arrastre de pies en el suelo, caminar cada vez más lento, etc.) por solo mencionar las más habituales.

            Estos cambios que se verifican en los adultos mayores muchas veces no son percibidos por ellos, no solo porque se van adaptando a esas disminuciones sino también porque no impactan de golpe sino en forma paulatina.  A ello se agrega, que en muchas oportunidades no se reconocen y menos aún, se aceptan que esos cambios van generando imposibilidad de seguir cumpliendo con la misma eficacia muchas de las acciones que antes, la realizaban sin mayores inconvenientes.

            Ese desconocimiento o incluso negativa a aceptar los cambios en las aptitudes y capacidades, puede convertirse, a través de una buena estrategia formativa, en una oportunidad para lograr que los adultos mayores puedan asumir con dignidad tales disminuciones, incluso las que se manifiestan en la circulación por la vía pública y la conducción de vehículos.

            No es lo mismo decirle a una persona que por su edad ya no puede conducir un vehículo o hacerlo reflexionar y vivenciar como el paso de los años en forma natural, disminuyeron sus aptitudes para realizarlo con márgenes aceptables de seguridad.  

Por eso resulta importante incluir en los programas de formación vial destinado a este colectivo etario, la premisa que con el paso de los años se deben revisar y adecuar a las nuevas capacidades en la circulación vial y en la conducción de automotores.

            Si se logra una concienciación vial adecuada a la nueva situación de los adultos mayores, y ellos se adaptan a las nuevas condiciones de seguridad, se logrará el objetivo fundamental de la educación vial para este grupo etario.

            De lo expuesto, surge la necesidad de planificar una seguridad vial específica para las personas mayores de 60 años, no siendo recomendable repetir estrategias aplicadas a otros grupos poblacionales.

            Tampoco resulta recomendable, en función de la experiencia de vida de estas personas y como en cualquier otro programa de formación vial, basar la formación solamente en videos o imágenes impactantes, amenazas de sanciones fuertes ante las posibles transgresiones o someterlos a riesgos innecesarios como por ejemplo caminar por la banquina en una ruta o cruzar una avenida de alto tránsito para que sienta el temor y adecúen sus conductas a las normas legales.            

            La visión propuesta, aconseja desarrollar el programa de formación vial, teniendo presente los cambios físicos, cognitivos, psicológicos y sociales propios del proceso de envejecimiento natural y vincularlos con las condiciones que exige el desplazamiento por la vía pública y, en su caso, la conducción de vehículos automotores.  Esa combinación permitirá recomendar nuevos hábitos y conductas seguras adaptadas a las limitaciones que la formación vial ayude a reconocer en cada persona.

            En definitiva, el gran desafío está en lograr que hombres y mujeres, adultos mayores, mediante una adecuada formación vial, puedan seguir desplazándose en la vía pública de manera autónoma, segura y responsable.

            Podríamos sintetizar la propuesta de la siguiente manera:

*  Finalidad del Programa:

            Este programa pretende, lograr que hombres y mujeres (adultos mayores), tomen conciencia de los cambios que conlleva el proceso de envejecimiento para su vida, sobre todo en las capacidades para circular por la vía pública, generando nuevos hábitos en el tránsito para que puedan desplazarse en forma aceptablemente segura.

* Objetivos:

Revalorizar la importancia de la seguridad vial en la calidad de vida de las personas mayores.
Reconocer el impacto del proceso de envejecimiento en las habilidades y destrezas aplicadas a los distintos roles en el tránsito;
Concientizar sobre la responsabilidad de cada persona en la construcción de una movilidad vial armónica y en la generación de entornos seguros.        

* Destinatarios:

            Es recomendable que el programa sea destinado a hombres y mujeres a partir de los 60 años como único requisito, buscando en su presentación una identidad positiva y comprensiva de esta etapa de la vida, en donde los comportamientos seguros en el tránsito sean una oportunidad de reconocer los cambios psicofísicos naturales y la posibilidad de atenuar sus consecuencias en los desplazamientos viales.

* Notas de color:

            En el desarrollo de algunas experiencias, han surgido circunstancias que merecen ser valoradas en el diseño de este programa.  A saber:

            - Fomentar la asistencia al curso con la pareja resulta sumamente positivo, pues cuando se hablan de los cambios psicofísicos que se producen en la etapa, se observan miradas y guiños cómplices que ratifican su aparición en la vida del otro;

            - Destacar que la comprensión de las nuevas limitaciones propias de la edad, implican mayores riesgos en la conducción de automotores, y ello puede afectar a una nueva actividad de la que disfrutan los abuelos como es la transportar a sus nietos a distintas actividades (en un paseo, a la escuela o actividades deportivas o culturales).  Es un buen argumento para asumir la nueva situación y la necesidad de incorporar nuevos hábitos y conductas seguras en el manejo de un automotor.

            - Fomentar siempre una amplia participación de los asistentes, permitiéndoles exponer sus experiencias, temores y sobre todo las dudas que puedan surgir de sus nuevas limitaciones.  Por ello es necesario tener docentes capacitados tanto en seguridad vial, como en pedagogía aplicada y conocimiento sobre los cambios que se producen durante el proceso de envejecimiento.

            Aunque no sea el principal objetivo, el programa seguramente contribuirá de manera indirecta, a una nueva visión de nuestra sociedad acerca del envejecimiento, promoviendo además una imagen social positiva, y reconociendo que la Educación Vial para los adultos mayores, es una oportunidad de cambio y adaptación, mitigando la visión coercitiva y restrictiva que se tiene cuando se habla de formación vial para personas mayores.

            Siempre la educación profesional es una buena oportunidad de superar aquellos conflictos sociales que afectan la vida o la calidad de vida de cualquier comunidad.

¿Qué opinas de este artículo?