¿Por qué muchas mujeres sienten que son un fraude en el trabajo? Qué es “El síndrome de la impostora” y cómo superarlo
¿Por qué muchas mujeres sienten que son un fraude en el trabajo? Qué es “El síndrome de la impostora” y cómo superarlo
"El síndrome de la impostora" explica por qué a las mujeres les cuesta cultivar la autoconfianza y da herramientas para ganar seguridad.
“¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?”, se preguntan la periodista Elisabeth Cadoche y la psicoterapeuta Anne de Montarlot en su nuevo libro, El síndrome de la impostora.
Este síndrome, claro, no es exclusivo de las mujeres. Todos pueden sufrirlo: sentir poca autoconfianza, dudar de las decisiones, no poder lidiar con los fracasos. Pero, según demuestran las autoras basadas en estudios recientes, afecta mucho más a la población femenina que a la masculina.
“¿Por qué en el colegio las chicas creen que no han estudiado lo suficiente y en cambio los chicos piensan que «el examen era muy difícil»? ¿Por qué en la actualidad, aunque las estadísticas continúen mostrando que ellas sacan mejores notas, sigue faltándoles confianza (cosa que además influirá profundamente en su desarrollo profesional)? ¿Por qué la mayoría de mujeres sienten que son un fraude en su trabajo y que sus éxitos son solo fruto de la buena suerte?”, plantean las autoras, que ya publicaron en conjunto La rivalidad femenina y cómo acabar con ella.
El síndrome de la impostora, editado por Península, investiga las causas psicológicas de este fenómeno y explica cómo incluso grandes políticas y artistas como Michelle Obama, Angela Merkel o Margaret Atwood lo han sufrido. Pero, además, da herramientas para aprender a cultivar la autoconfianza y ganar la seguridad necesaria para tener una carrera exitosa, tanto en lo profesional como en lo personal.
¿Qué es la confianza en uno mismo?
Si nos atenemos a la definición del Larousse, la confianza en uno mismo es «el sentimiento, la conciencia que uno tiene de su propia valía y de los que se obtiene una cierta seguridad».
En psicología, la definición es parecida. Se puede distinguir de forma sencilla a una persona que tiene confianza en sí misma según dos criterios:
♦ se siente capaz de alcanzar el objetivo que se ha puesto;
♦ y cree de verdad en sus capacidades, su talento y su eficacia.
Actuar y progresar es posible gracias a esta convicción. La confianza en uno mismo permite no dudar infinitamente de las decisiones que hay que tomar y de embarcarse sin complejos en lo que nos motiva. Nuestros actos toman forma en esta dinámica de confianza que proporciona una sensación de logro y la promesa de poder ir más allá de uno mismo.
La confianza en uno mismo requiere tres aptitudes
♦ no buscar la consideración del otro para conseguir la aprobación necesaria: avanzar, en cambio, al descubierto, con un poder volitivo, en una alquimia de fuerza y docilidad;
♦ conocerse bien uno mismo, las fortalezas y las debilidades, y ser honesto frente a los desafíos y los deseos;
♦ ser capaz de soportar los fracasos, asimilarlos e integrarlos como parte del proceso normal de vida y de aprendizaje. La idea de aceptación de uno mismo es muy importante en este sentido. Todo influye: la forma en que se ha desarrollado nuestra trayectoria escolar, nuestro lugar en la familia, el modo en que esta misma familia ha gestionado los fracasos y los triunfos.
De manera general, la confianza en sí mismo es un sentimiento que todos buscan, que permite sentirse bien con uno mismo, avanzar armado de una buena dosis de confianza en uno mismo y audacia y afrontar los riesgos y las heridas para extraer la esencia, lo más valioso: la sensación de estar vivo. Significa creer en las posibilidades e intentarlo.
¿Por qué es tan importante confiar en uno mismo?
Porque permite abordar la vida, tratar a los demás y al mundo de forma más serena. Nuestros proyectos, nuestras dificultades, nuestras decisiones...; los imponderables se viven con una fuerza tranquila y ligera. Estamos listos para volver a levantarnos, para adaptarnos a lo que surja. Asumir responsabilidades frente a la dificultad es más sencillo y se hace con calma.
«¡Confía en ti!» es, por tanto, la fórmula mágica a la que todos queremos unirnos. Sin embargo, no es un sentimiento estático y experimenta variaciones a lo largo de la vida; volveremos sobre esto más adelante. Como remarcó el filósofo Charles Pépin en su libro La confianza en uno mismo: una filosofía: «No somos: nos estamos convirtiendo. ¿No confiamos en nosotros mismos? No importa: confiemos en lo que podemos convertirnos».
Sentirse eficaz, sentirse competente
Otros conceptos aportan su granito de arena y completan esta definición en función de su potencial y sus capacidades. Por ejemplo, la noción de autoeficacia, descrita por el psicólogo canadiense Albert Bandura, adalid del aprendizaje social, contribuye a la sensación de confianza en uno mismo. La describe como el «sentimiento de competencia de las personas que versa sobre sus aptitudes para organizar y llevar a cabo las acciones necesarias a fin de lograr un cierto tipo de rendimiento».
El sentimiento de autoeficacia es un factor clave de la confianza en uno mismo. Las personas que creen en sus capacidades ven las tareas difíciles más como un reto que como una amenaza que hay que evitar. No temen fijarse objetivos, involucrarse ni dedicar muchos esfuerzos; permanecen concentradas en la tarea y adaptan las estrategias para hacer frente a los obstáculos. Ellas abordan las amenazas o las posibles preocupaciones con la confianza de saber que pueden tener un cierto control sobre ellas mismas. Esta eficaz perspectiva mejora el rendimiento, reduce el estrés y disminuye la vulnerabilidad a la depresión.
Por el contrario, las aptitudes personales se pueden limitar o incluso anular fácilmente por las dudas sobre uno mismo, de modo que las personas con talento pueden hacer un pésimo uso de sus aptitudes en situaciones que minan sus convicciones en ellas mismas.
Estas personas evitan los quehaceres difíciles en los ámbitos en los que dudan de sus capacidades. Les resulta difícil motivarse y reducen sus esfuerzos o abandonan enseguida ante los obstáculos. Sus aspiraciones son escasas y se implican poco frente a los objetivos que deciden perseguir. En situaciones duras, se concentran en sus limitaciones, en las dificultades de la tarea que tienen que realizar y en las consecuencias problemáticas del fracaso.
Saber abordar las dificultades
Es interesante ver el modo en que los jóvenes abordan los obstáculos en el camino hacia sus logros, donde la confianza en uno mismo es un elemento fundamental para afrontarlos con más serenidad. David Dunning, psicólogo estadounidense y profesor de Psicología en la Universidad de Cornell, ha observado que cuando los exámenes eran especialmente difíciles los alumnos no reaccionaban igual, en función de si eran chicas o chicos.
Dunning ha señalado que los estudiantes varones suelen ver el obstáculo como lo que es y reaccionan a sus notas bajas diciendo: «Uf, es un curso difícil», lo que se conoce como atribución externa, y, en este caso, acostumbra a ser un signo de resiliencia. Las chicas tienden a reaccionar de forma distinta. Se parecería más a: «No soy lo bastante buena», lo que corresponde a una atribución interna, y eso puede debilitar.
Es evidente que reducir el discurso a la propia culpa, un rasgo del carácter, una debilidad, lo único que consigue es arruinar la opinión que se tiene de uno mismo, despreciarse y, de este modo, cambiar la convicción de su propia capacidad para triunfar. Las chicas tienen, pues, más tendencia a la atribución interna, que equivale a pensar: si fracaso es por mi culpa. Pero un chico recurrirá más a una atribución externa: fracaso porque el examen es demasiado difícil, el profesor demasiado severo, etc.
Por su parte, el psicólogo François Ruph reduce a cuatro los modos en que se instaura este sistema de aptitudes:
♦ Las experiencias de dominio: «Cuando una persona logra el éxito, esto le permite creer en sus capacidades. En cambio, un fracaso arruina esta convicción»;
♦ Las experiencias vicarias: «El hecho de ver que personas semejantes a uno mismo triunfan gracias a un esfuerzo constante aumenta la creencia en sus propias capacidades para tener éxito»;
♦ La persuasión social: «Las personas convencidas verbalmente de tener las capacidades necesarias para dominar una determinada actividad son más propensas a hacer un esfuerzo y a sostenerlo que si dudan de sí mismas»;
♦ Los estados fisiológicos y emocionales: «El sentimiento debe reflejarse en la consideración de los demás y en su interpretación de su comportamiento como una expresión de la capacidad».
Confianza en uno mismo, filosofía e introspección
El sentido de competencia es básico para comprender las causas de la confianza en uno mismo, pero se puede complementar con el enfoque de la filosofía, que aporta más aclaraciones, sobre todo acerca del papel que desempeña la incertidumbre.
La incertidumbre y el aspecto relativo a la existencia son imprescindibles y forman parte, entre otros, de la condición humana. Conocer la naturaleza de los recursos de lo desconocido y tener una mente abierta en lugar de ignorarlo puede ayudar a fortalecer nuestra confianza en nosotros mismos. Aun cuando los errores estén presentes, si se tiene una sólida confianza, se pueden comprender mejor y reemprender camino hacia el destino.
La inscripción «Conócete a ti mismo», que figura a la entrada del templo de Delfos y que Sócrates retomó en el Primer Alcibíades, es una pista obvia en el camino de la confianza en uno mismo. Esta máxima ha tenido diversas interpretaciones a lo largo del tiempo.
En el siglo I, Filón de Alejandría preconiza el conocimiento de uno mismo como fuente de felicidad: para adquirir la sabiduría, tendremos que explorar nuestra alma, nuestras sensaciones, nuestra razón, preocuparnos de lo que nos motiva y no de lo que nos es ajeno.
En el siglo II, los gnósticos recomendaron examinarse a uno mismo, sobre nuestra naturaleza íntima, aunque también sobre el destino de la humanidad. Muchas exhortaciones al autoconocimiento en aras de la sabiduría.
Filósofos, psicólogos y psicoanalistas nos incitan a la introspección, porque conocerse uno mismo es evitar distraerse, perderse en las apariencias. Cuando sabemos firmemente lo que nos conviene, tomamos las decisiones necesarias con total confianza. Es la naturaleza profunda del cogito cartesiano.
Observar nuestro paisaje interior, nuestro estado mental, identificar nuestras emociones, nuestros sentimientos, analizar nuestros pensamientos constituyen instrumentos para conocernos. La introspección nos ayuda a identificar nuestras fortalezas y nuestras debilidades, a gestionar nuestras emociones, a adaptarnos a situaciones nuevas, a cuestionarnos a nosotros mismos. Al avanzar en el autoconocimiento, podemos convertirnos en una versión mejor de nosotros mismos.
En nuestras vidas aceleradas, la introspección es necesaria, pero supone dedicarse tiempo a uno mismo, huir de la dispersión, centrarnos de nuevo. ¿Qué decir entonces de las mujeres que no son capaces de encontrar tiempo para ellas, para aprender a conocerse?
Nicole Brais, investigadora de la Universidad Laval de Quebec, define la carga mental como un «trabajo de gestión, organización y planificación que es a la vez intangible, imprescindible y constante, y cuyo objetivo es satisfacer las necesidades de cada uno y el buen funcionamiento de la casa». Esta carga mental que provoca estrés y agotamiento afecta sobre todo a las mujeres, y en especial a las que trabajan.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de Francia (Insee, por sus siglas en francés), en 2010, las mujeres se ocupaban del 64 % de las tareas domésticas y del 71 % de las obligaciones parentales en los hogares. En estas condiciones, no sorprende que descuiden su paisaje interior...