La psiquiatra nos descubre los secretos del miedo: cuándo nos ayuda, cuándo nos paraliza...

La psiquiatra nos descubre los secretos del miedo: cuándo nos ayuda, cuándo nos paraliza...

Especializada en la terapia EMDR, de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares, la doctora Anabel González acaba de publicar su último libro ¿Por dónde se sale?
27 Abril 2024

Anabel Gonzalez es psiquiatra, psicoterapeuta y doctora en Medicina. Trabaja en el Complexo Hospitalario Universitario A Coruña (CHUAC) y desde hace años es entrenadora acreditada de terapia EMDR

Se trata de una terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares, que ha demostrado científicamente ser muy útil para ayudar a las personas a recuperarse de un trauma, la depresión, el estrés postraumático e incluso la ansiedad.

  • "El miedo es una emoción que para muchas personas se acaba convirtiendo en un problema, pero es una emoción natural y que nos sirve para sobrevivir”. En muchas ocasiones, cuando se complica, “nos lleva a tomar decisiones basadas en el miedo”.

En las primeras páginas del libro explica la importancia de entender el miedo. Pero, ¿sabemos reconocerlo realmente?

El miedo tiene muchos matices. Un día pregunté en redes sociales y la gente lo relacionaba con parálisis, incertidumbre, preocupación… Diferentes formas en las que se puede complicar porque si el miedo nos ayuda a pensar mejor, vivir totalmente despreocupados puede hacer que nos coja un imprevisto sin ninguna medida de precaución. El problema es cuando la preocupación lo controla absolutamente todo. Y relacionarnos únicamente con este sentimiento es muy angustioso, ya que es una manera poco agradable de vivir la vida.

Sin miedo no podríamos sobrevivir

Una de las preguntas que se plantea en el libro es si podemos controlar el miedo, e incluso enseñarselo a nuestros hijos, para vivir de forma libre. ¿Es esto posible?

Si anulamos el miedo nos pueden pasar cosas. Es fundamental que en algunas ocasiones tengamos ese sentimiento. No sobreviviríamos. Hay personas que nacen sin sensación de dolor y mueren muy pronto, porque se hacen daño y no se dan cuenta. Y el miedo cumple una función de este estilo: que algo puede ser peligroso. Si no tuviésemos miedo sería terrible. Y controlarlo tampoco es una buena filosofía, porque significa que lo estamos conteniendo, y que cuando lo soltamos, se desborda. Por lo tanto, hay que convivir con el miedo, llevarnos bien con él, abrazarnos como hacemos con un niño pequeño cuando tiene miedo. Y llega un momento que si entendemos cuándo y por qué aparece, tenemos la suficiente seguridad para atravesar esa situación sin quedarnos bloqueados.

¿Nuestro cuerpo es capaz de expresar sentimientos como el miedo o la angustia incluso antes de que seamos conscientes de esas emociones?

Adquirimos más conciencia a medida que vamos cumpliendo años, y eso tarda un tiempo. Al principio, los niños son emoción pura. Son etapas del propio desarrollo. Un bebé no tiene pensamientos como tales, experimenta sensaciones y el significado de lo que está sintiendo no lo tiene él, sino que lo ve en la cara de las personas de su alrededor. Por ejemplo, si un niño tiene una enfermedad y ve a sus padres muy asustados, lo que interioriza es que está pasando algo grave. Pero si los ve preocupados, pero sosteniendo sus emociones, su percepción es totalmente diferente. Y no vale disimular. Es muy importante que los padres se cuiden para poder cuidar. 

El miedo es contagioso y se puede trasmitir de padres a hijos

¿Los padres pueden transmitir sus miedos a los hijos?

El miedo es innato, pero también es contagioso y aprendido. Lo traemos incorporado como una señal de alerta, que mejor que se nos active porque si no no existiría el ser humano, pero es cierto que si crecemos con personas que nos transmiten seguridad, aunque nos asustemos, vamos a ser más capaces de resolver ese miedo.  Sí que hay una parte aprendida y otra que se puede transmitir, aunque esto no quiere decir que como padres tengamos que adoptar una postura radical: tenemos que estar preocupados por nuestros hijos, lo que se considera razonable, no estar angustiados todo el tiempo por si les pasa algo y tomar las precauciones estrictamente necesarias.

Muchas veces escuchamos hablar de mamitis o papitis, ¿son los padres responsables de ese sentimiento derivado de la sobreprotección?

El apego está íntimamente relacionado en cómo los padres protegen y cuidan al niño. Protegerlo está bien, pero sobreprotegerlo le impide tener autonomía, que es muy importante para el desarrollo emocional, y debe haber un equilibrio. El niño debe poder hacer cosas que para su edad son perfectamente válidas, y que fomentan su autonomía, pero también necesita que le cuidemos de peligros como pueden ser, por ejemplo, las redes sociales, que son un territorio muy peligroso. Hay que tener claro que los niños son diferentes, por lo que no hay un patrón fijo de actuación. Hay niños que son más nerviosos, con más temperamento, más cariñosos…  E incluso entre hermanos. Pero tenemos que ayudarles a pasar por los momentos de dificultad y también a disfrutar de las cosas.

Por tanto, ¿la comunicación familiar es imprescindible, no?

Un deporte muy conveniente es hablar con los demás, en este caso con la familia, y escuchar de verdad. Todos necesitamos que en una conversación, cuando expresamos que estamos mal, no nos digan ‘no tienes que estar así’. Si no encontramos la salida de un problema, escuchar otro punto de vista puede hacernos pensar que es una clave para solucionar esa problemática. Aunque esto no es una ciencia exacta, ya que puede funcionar en algunas ocasiones.

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