Una Seguridad Vial de las simples cosas

Una Seguridad Vial de las simples cosas

La música folklórica argentina es muy rica y variada. Desde el tango, emblema de la ciudad de Buenos Aires, hasta la zamba norteña, pasando por las chacareras santiagueñas, el chamamé litoraleño, la cueca cuyana o el carnavalito jujeño.
14 September 2023

Dentro de tamaña variedad de ritmos, autores y cultura popular, hace unos días me reencontré con la Canción de las simples cosas, cuyos autores son nada más y nada menos que por dos íconos del folklore argentino, César Isella y Armando Tejada Gómez, cuya letra y música me transportó a mi adolescencia, cuando con una guitarra trataba de comunicarme y transmitir mensajes y enseñanzas.

         A esta altura el lector estará preguntándose si se equivocó de link, pues su intención era la seguridad vial, el derecho de tránsito o la formación vial.  Pero por favor, no se vaya tan rápido.

         En una parte de este tema aparece una frase que me volvió a conmover, aunque por otras razones, y dice ”uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida”,  invitando a repensar aquellos lugares que fueron puntos de partidas de momentos claves de nuestras vidas.  Y allí recordé justamente que al vincularme con la seguridad vial hace varias décadas, la gran motivación fue amar profundamente la vida y por ello rechazar la muerte como un efecto del tránsito.  Vinculado a ello, la necesidad de encontrar las respuestas más eficientes para frenar esa realidad y finalmente tratar que esas acciones se generen desde las simples y cotidianas cosas, para que el ciudadano las termine entendiendo y aplicando inmediatamente.

         Como se observa, la frase sugiere que resulta importante regresar a los viejos  -y conocidos- lugares en que se amó la vida, lo que podríamos aplicar en materia de seguridad vial, a la necesidad de volver a abrevar en los principios, objetivos y fundamentos que dieron origen a la seguridad vial, sobre todo porque tengo una sensación incipiente, que no estamos pudiendo controlar, como lo logramos con el Covid 19, la siniestralidad vial.  En muchos lugares ya se reportan los mismos datos que en el año 2019 y lamentablemente, en otros ya estamos con una siniestralidad vial mayor.

         Ante esta realidad estadística indisimulable, volvemos a observar una actividad vertiginosa y a veces, un desenfreno por mostrarse activos e innovadores, de parte de las administraciones y especialistas, proponiendo nuevas medidas y acciones supuestamente disruptivas, poniendo en la mayoría la mira en la falta de compromiso de los ciudadanos con la temática.  Dentro de las que me han llamado la atención, destaco las siguientes:

         1)- Cambios legislativos, volver a introducir modificaciones a las normas de tránsito, cuando en muchos casos aún no se terminaron de asumir las últimas, incorporando nuevos conceptos, casuísticas interminables de situaciones a revolver, resoluciones y más exigencias para los ciudadanos, generando un discurso retribucionista por el cual se atribuye solo a sus comportamientos el aumento de la siniestralidad  Considero que sería importante que cada vez que se promuevan cambios en el sistema legal del tránsito, exista un detallado análisis interdisciplinario sobre los objetivos del cambio, sus costos y sobre todo, el tiempo que llevará al ciudadano acostumbrarse a ellos, posponiendo los recurrentes castigos (cada vez más gravosos, con la esperanza que “la letra con sangre entra”) por no cumplir estas valiosas normas reformadas.

         Los especialistas tenemos una tendencia a pensar que los ciudadanos están preocupados por mejorar la seguridad vial y que ante los cambios normativos inmediatamente los comprenderá y lo aplicará en su vida diaria, desconociendo la complejidad de la vida actual y sus desafíos.

          En este contexto aparece una situación novedosa y que merece ser investigada, que nos indica que a diferencia de lo que venía ocurriendo cada vez más jóvenes (algunos hablan de un 20 %) ya no les interesa tener un vehículo automotor propio ni acceder a su licencia de conducir.

Resulta también preocupante, que no se presenten a la sociedad informes técnicos por los cuales especialistas hagan un reconocimiento a la sociedad de aquellas medidas o propuestas que, a juzgar por su instrumentación o sus resultados, constituyeron un error y no debieron haberse instrumentado.  Esa falta de autocrítica resulta muy difícil de aceptar, sobre todo porque siempre ante el aumento de la siniestralidad, se termina responsabilizando a los ciudadanos.

         2)- Creación de nuevas señales viales y cambios en la demarcación horizontal, buscando en muchos casos, reforzar las advertencias de riesgos o de situaciones peligrosas para la circulación, olvidando por ejemplo que aún no tenemos un sistema uniforme de señalización vial, conviviendo por lo menos dos manuales internacionales sobre la materia, lo que en cierta forma complica la seguridad vial global.  A ello se agrega, que en muchos lugares han decidido cambias formatos, colores o contenidos de la señalización vial vertical y horizontal sin brindar mayores explicaciones de sus significados o mucho menos de sus motivaciones.

         La señalización vial constituye una forma de lenguaje, razón por la cual cambiar su estructura, símbolos o forma de lectura no puede hacerse con liviandad y sin estudios suficiente ni una buena campaña de formación.  Debiera valorarse si tales cambios realmente pueden mejorar la seguridad vial, pues lo que seguro provocan es mayor confusión.

         3)- Mayor exigencias en la revisión técnica de los vehículos.  Se debe recordar que esta medida se diseñó para promover el mantenimiento periódico de los vehículos, a efectos de prevenir que sus fallos contribuyen a la producción de siniestros viales.

         En una parte importante del mundo, está medida fue bien aceptada por los gobiernos y también por empresas privadas que vieron un nicho económico rentable.  Por eso esta obligación se incorporó rápidamente en las legislaciones, aunque muchas veces sin demostrar demasiada preocupación por educar o acreditar su verdadera potencia preventiva.  En muchos países se considera esta exigencia como una carga más del estado, sin visualizarse adecuadamente su relación con la seguridad vial para circular.

         4)- Incorporación de mayores exigencias en los exámenes para acceder a las licencias de conducir, lo que necesariamente conlleva mejorar la formación previa de los conductores, pues de nada vale que el examen sea más complejo, si el alumno no cuenta con una preparación profesional que le permita demostrar su idoneidad conductiva. 

         En este tema, un modelo a seguir es el que se generó en España, en donde el sector privado desarrolló un servicio profesional y de calidad, controlado muy de cerca por el estado que le impone reglas, objetivos, condiciones y acreditación de resultados, que le han permitido a varias generaciones de españoles llegar a tramitar su licencia de conducir con mucha más formación que en gran parte del mundo, todo lo cual contribuyó, desde mi humilde conocimiento, a que mejorara en forma importante sus datos de siniestralidad y mortalidad a causa del tránsito.

         5)- Finalmente, otra de las medidas que se están proponiendo, es agravar aún más las penas para los responsables de siniestros viales con víctimas, llegándose incluso a equiparar la figura dolosa del homicidio simple con la del homicidio culposo cometido en la conducción de un vehículo automotor, descontando así que con esta medida se disminuirán de manera decisiva la siniestralidad vial, lo que contradice la experiencia criminológica que enseña que solo agravar la pena no logra mejoras sustanciales.  

         En su momento y en este mismo espacio, propuse pensar -y lo reitero- si realmente podemos sostener que el derecho penal puede enseñar a conducir mejor un vehículo automotor fundado en una amenaza de prisión efectiva si se causa una muerte al frente de un volante.

         Volviendo a las simples cosas, me parece que, tal como lo hiciera el Covid 19 en sus acciones de concienciación y formas de evitar la propagación de la amenaza, para enfrentar la inseguridad vial se debe apuntar a disminuir las situaciones de riesgo que generan los siniestros viales, educando profesionalmente sobre la forma de visualizarlos y enseñando -profesionalmente- las conductas seguras para evitarlos o que disminuyan sus consecuencias.

Trabajar sobre el ciudadano reforzando los principios de convivencia segura, solidaridad, tolerancia, respeto al otro y su espacio y ajustar sus conductas a las normas legales que las regulan.  Amar y respetar la vida sobre cualquier otro valor o riesgo, como bien enseñan las viejas normas de circulación, sería un buen comienzo para compartir en forma segura la vía pública.

Por favor, no dejemos que a las cosas simples se las devore el tiempo.

Horacio BOTTA BERNAUS

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