The Royal Maid Ship Titanic: lecciones para aprender de los errores y evitar la autocomplacencia

The Royal Maid Ship Titanic: lecciones para aprender de los errores y evitar la autocomplacencia

Un poco de historia, arte y toxicología
5 September 2014

La historia del Titanic ofrece una valiosa lección para aprender de los errores y evitar la autocomplacencia, subrayando la necesidad de mejora en seguridad y salud en el trabajo.

El 10 de abril de 2010 marca el centenario del viaje inaugural del Royal Maid Ship Titanic (el barco más famoso construido por el astillero Harland & Wolff en Belfast) y que ha sido conmemorado realizando un centro de exposiciones emblemático en el mismo muelle de su construcción.

Cuando la compañía Harland & Wolff fue fundada en 1858, Belfast se estaba convirtiendo en un importante astillero que, en su momento de mayor auge, empleó a más de 20.000 trabajadores. La White Star Line encargó el Titanic, uno de los tres transatlánticos de lujo conocidos como “Olympic-class”. El Titanic poseía un casco de acero de 269 metros de largo, pesaba 42.238 toneladas, tenía 46000 caballos de potencia, una velocidad de 21 nudos, una capacidad para transportar a 3547 pasajeros más la tripulación, y un coste de 1.5 millones de libras. La construcción comenzó en marzo de 1909 y la nave se completó al cabo de tres años, tras más de tres millones de remaches de acero en su casco.

El Titanic, después de embarcar pasajeros y tripulación, salió de Southampton el 10 de abril de 1912 en su viaje inaugural rumbo a Nueva York. Hubo dos paradas en ruta, en Cherbourg (Francia) y en Queenstown (en Cork), antes de poner rumbo al Océano Atlántico. El barco estaba a dos tercios de su capacidad total con 2206 personas a bordo. En la noche del 14 de abril el barco chocó con un iceberg a las 23:40 horas originando un corte a lo largo del casco de 91 metros, hundiéndose en el plazo de tres horas, a las 2.20 de la madrugada del 15 de abril, con la pérdida de 1514 vidas - la mayoría pasajeros varones y miembros de la tripulación-. El Titanic, a pesar de contar con sólo 16 botes salvavidas, excedía la cuota de la obsoleta reglamentación de los barcos británicos de la época. Los botes podían acomodar a 1178 personas (suficiente para poco más de la mitad de los que iban a bordo). A pesar de esa limitada capacidad, los botes no se llenaron y sólo hubo 705 supervivientes. La Comisión Británica de Investigación culpó al capitán por no hacer caso a las advertencias de hielo. Además, se hicieron recomendaciones que incluyeron la dotación de botes salvavidas suficientes para todos los pasajeros y tripulación, obligatoriedad de ejercicios para situaciones de emergencia, mamparos estancos hasta arriba para aislar los compartimentos y, por último, obligatoriedad del doble casco. H & W fue elogiada por su construcción y exonerada de cualquier culpabilidad.

El trabajo en los astilleros era difícil y peligroso a principios de 1900, en donde la salud y la seguridad tenían una muy baja prioridad.
Había muchos peligros físicos: caídas desde alturas, lesiones causadas por objetos que caían, aplastamientos por maquinaria y otros materiales (así fallecieron ocho trabajadores durante la construcción del Titanic); además, la exposición a pesados trabajos manuales, posturas incorrectas, y largas horas de trabajo, estaban asociadas con una gran variedad de lesiones musculoesqueléticas. 
Todo ello sin incluir las sorderas inducidas por el ruido, un hallazgo común.

Desde el punto de vista químico, los humos de soldadura, óxido nitroso, disolventes, plomo, mercurio e isocianatos, eran tóxicos habituales en los astilleros. Pero además, más de 1000 toneladas de amianto eran utilizadas como aislantes de las calderas cada año entre el periodo de 1907 a 1923. La peligrosidad del amianto o asbesto no fue reconocida hasta la década de los años 30, tras los informes de fibrosis pulmonar y mesotelioma en aquellos trabajadores altamente expuestos y con escasa protección (riesgo que se extendía a las familias de los trabajadores a través de las ropas contaminadas). Llevó muchos años, y muchos trabajadores de los astilleros fallecidos, para que quedase claro el vínculo entre la exposición al asbesto y el mesotelioma pleural. En 1955, Doll describió una mortalidad incrementada por cáncer de pulmón entre los trabajadores del amianto y el efecto aditivo del tabaco. La tasa de cuerpos de amianto presentes en la población de Belfast en la década de los 60 era superior al 20%, sugiriendo que una gran proporción estaban expuestos a importantes niveles ambientales de amianto.

La historia del Titanic ofrece una valiosa lección para aprender de los errores y evitar la autocomplacencia, subrayando la necesidad de anticiparse para mejorar la seguridad y salud en el trabajo. Para todo ello se hace necesario el reconocimiento, control y eliminación de riesgos a través de los sistemas de seguridad y formación adecuados.

Hoy, cien años después, y a pesar del hecho de que las deficiencias de la era del Titanic hayan sido largamente recordadas, es quizás momento de rendir un último tributo a aquellos trabajadores, miembros de la tripulación y pasajeros que perdieron la vida debido a su relación con el navío.

Foto adjunta: el Titanic durante su construcción en los astilleros de Harland & Wolff, en Belfast, Irlanda del Norte.

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