Paracelso y los arándanos

Paracelso y los arándanos

“Nada es veneno, todo es veneno; todo depende de la dosis” Paracelso (1493-1541)”
18 June 2013

En 1959, justo antes del Día de Acción de Gracias, Arthur Fleming, entonces Secretario de Educación y Bienestar Social de los Estados Unidos, anunció que una remesa de arándanos se había contaminado con aminotriazol, un herbicida potencialmente cancerígeno. Comunicados de prensa identificaron específicamente el origen de las bayas contaminadas y pusieron de relieve que el problema se limitaba a un área geográfica muy concreta.

Sin embargo, el problema surgió cuando el Secretario de Educación fue preguntado si las amas de casa podían o no comprar arándanos, una pregunta que suele crear dificultades. Él respondió que no debían y la consecuencia fue previsible. El pánico cundió rápidamente con una variada gama de respuestas, desde la inmediata prohibición de la venta en algunos estados, a la voluntaria suspensión en otras jurisdicciones, lo que provocó la eliminación del producto de forma generalizada de las estanterías de los supermercados.

Ansioso por ayudar y tratando de rectificar su metedura de pata, el Secretario de Educación y Bienestar declaró públicamente que durante el Día de Acción de Gracias, él mismo se serviría salsa de arándanos. El pánico aumentó.

Fue incluso necesario que durante la campaña electoral en la que el senador John Kennedy saldría elegido Presidente, tanto él como su contrincante, Richard Nixon, bebiesen vasos de jugo de arándano a la vista del público asistente. Poco a poco el miedo desapareció.

La observación de que el aminotriazol provocaba cáncer de tiroides en ratas de laboratorio inició un proceso sumamente perjudicial para los cultivadores de arándanos americanos. Sin embargo, a pesar de su disponibilidad, nadie solicitó el asesoramiento de expertos. Si lo hubiesen hecho les dirían que cuando la salsa de arándanos cubriese el pavo durante el Día de Acción de Gracias, podían hacerlo con el pleno conocimiento de que tendrían que comer más de 6.000 kilos de arándanos al día durante varios años para lograr una dosis equivalente a la recibida por los desafortunados roedores de laboratorio, una hazaña que incluso el Secretario de Educación encontraría difícil de lograr.

Pero ¿hemos mejorado en el manejo de este tipo de pánico?

Cuando se niega el placer culinario de un chuletón frente a un riesgo infinitesimalmente pequeño de contraer la encefalopatía espongiforme bovina, uno debe contestar que no lo hemos hecho. Especialmente si comparamos esa probabilidad con la que tiene un trabajador de padecer dolor de espalda, si a lo largo del día traslada media tonelada de losas de hormigón. Es pues el tema de la dosis lo que separa los dos enfoques.

Pero, ¡un momento! ¿No hemos oído hablar de esto en alguna parte? ¿No fue un médico suizo llamado Paracelso quien dijo algo así en 1567 “nada es veneno, todo es veneno; todo depende de la dosis”? ¿Podría ser que esta ley incluso tuviese aplicaciones fuera del estricto ámbito de la toxicología? Sí, efectivamente, es la dosis lo que determina si un agente en el lugar de trabajo es peligroso o no y esa es una de las razones fundamentales de este curso “todo depende de la dosis”…

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