Hacer la colada y coser pelotas: el amianto que mató a más de 8.000 mujeres

Hacer la colada y coser pelotas: el amianto que mató a más de 8.000 mujeres

Las mujeres que fallecen por amianto son las víctimas menos visibles de una pandemia de por sí invisibilizada
2 February 2023

“Mi madre es un daño colateral, las empresas sólo ven números”, dice con rabia María Pilar Naldaiz, hija de Purificación Muñoz, fallecida el día de Navidad de 2018 cuando agonizaba por un mesotelioma. La enfermedad despertó en su cuerpo décadas después de respirar el amianto que desprendía la ropa de trabajo de su marido, que lavaba en el pilón comunitario de Lazcano (Guipúzcoa).

De niña, Pilar acompañaba a su madre al lavadero y sacudía con ella el polvo del buzo de su padre, soldador de Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) en Beasáin, una localidad a escasos dos kilómetros de su pueblo que se ha convertido en uno de los epicentros de la pandemia del amianto en España. “Ese polvo era anaranjado, oscuro y metálico”, recuerda.

En ocasiones, sacudían las prendas dentro de casa y luego barrían, esparciendo sin saberlo el polvo de amianto. O lo hacían por el balcón, antes de tender. Ese gesto cotidiano y aparentemente inocuo, repetido durante años, desencadenó mucho tiempo después el mesotelioma de su madre, un tipo de cáncer que se produce en el tejido que recubre los pulmones por inhalar las minúsculas fibras de amianto.

Aunque las enfermedades por amianto están asociadas a entornos laborales masculinizados del sector industrial y de la construcción, en España fallecieron 8.423 mujeres entre 2001 y 2020 por su exposición a este potente carcinógeno, según una estimación realizada por Moncloa.com con datos de defunciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), a los que se les han aplicado ratios avaladas por científicos**.

De las casi 8.500 fallecidas, 1.753 murieron por mesotelioma y asbestosis, enfermedades causadas por una exposición intensa al amianto, un 30 por ciento del total.

La tasa de mortalidad femenina se dispara en los municipios en los que se localizaban antiguas fábricas de fibrocemento de amianto, como Ripollet y Cerdanyola del Vallès. Siguen Baracaldo y Pamplona, escenarios de fundiciones e industria pesada que también usaron este potente cancerígeno en sus manufacturas.

En la industria ferroviaria, el amianto se usó en el siglo XX para forrar el interior de los vagones por sus propiedades aislantes. Según el comité de empresa de la CAF, desde 1996, en Beasáin han fallecido por mesotelioma 56 trabajadores y tres de sus esposas, entre ellas Purificación.

Algunas mujeres lo inhalaron en sus puestos de trabajo. En muchos otros casos, el amianto entró en los hogares empujado por el viento –contaminación ambiental─ o, como le ocurrió a Purificación, oculto en las ropas de trabajo de su marido –contaminación doméstica.

Con mesotelioma, cada respiración sin morfina duele. Purificación Muñoz comenzó a no poder subir las escaleras de su casa y a sentir una punzada profunda en un costado. Hasta que llegó un día en el que no podía caminar. Tras una dolorosa punción lumbar, en marzo de 2018, recibió el demoledor diagnóstico: tenía un mesotelioma y era irreversible.

“En cuanto le dijimos al médico que mi padre, fallecido un año antes de un ataque al corazón, había trabajado en la CAF, tuvo claro de dónde le venía la enfermedad a mi madre”, recuerda Pilar.

Ocho meses después del diagnóstico, ya necesitaba una bomba de morfina e inyecciones adicionales cada media hora para soportar el dolor. El 23 de diciembre le dijo a sus hijas y a su doctora que cualquier día era bueno para morir. Ella misma reguló su bomba de morfina para no sufrir más dos días después.

Un infrarreconocimiento del 99%

En España, existe un infrarreconocimiento endémico de enfermedades por amianto. Sólo un 3% de los trabajadores logran el reconocimiento de su enfermedad laboral, un porcentaje que baja a un ínfimo 1% en el caso de las mujeres, de acuerdo con las estimaciones de este medio tras el análisis de los datos de partes de enfermedad laboral del sistema de Comunicación de Enfermedades Profesionales (CEPROSS) y de defunciones del INE.

“La Seguridad Social no reconoce una enfermedad laboral si no hay una vinculación contractual, por lo que las mujeres que lavaban los buzos o remendaban los monos de sus maridos sólo tienen la posibilidad de lograr una indemnización si demandan a la empresa por daños y perjuicios”, explica Alfredo Menéndez, catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad de Granada.

Además, señala Menéndez, los sectores de riesgo por amianto más reconocidos oficialmente son los de astilleros y siderurgia, donde trabajan hombres. “El sector textil que fabricaba trajes de bomberos y protecciones con amianto o los talleres de planchado son los sectores laborales en los que las mujeres tuvieron más exposición en el siglo XX”.

Según el Programa de Vigilancia de la Salud de los Trabajadores Expuestos al Amianto (PIVISTEA), en la actualidad, sólo el 3,8% de los 57.876 trabajadores alguna vez expuestos son mujeres (2.218).

Fuente: Moncloa.com

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