La academia que enseña a inventar en Silicon Valley tiene alma española: el fundador de Product School comparte las claves para desarrollar un producto

La academia que enseña a inventar en Silicon Valley tiene alma española: el fundador de Product School comparte las claves para desarrollar un producto

• Implicar a los clientes desde el principio y comenzar por proyectos modestos es clave en el desarrollo de producto, opina Carlos González de Villambrosia, fundador de Product School. • Ubicada en Silicon Valley, su academia enseña los secretos de un perfil que es ya uno de los más demandados entre las empresas punteras. • Hace unas semanas, la empresa levantó más de 24 millones de euros en su última ronda de financiación.
29 September 2021
 

Piensa diferente, piensa grande. Hace ya 40 años, personalidades como Steve Jobs o Bill Gates trazaron un camino que infinidad de emprendedores tratan de emular año tras año en Silicon Valley.

Convertida en la meca de la innovación, esta zona de California da cobijo a emprendedores que tienen en mente proyectos de todo tipo.

Con los años, solo un pequeño porcentaje alcanzará su sueño de poner en marcha una empresa que, tras mucho esfuerzo y sacrificio, será rentable. Y de estos, solo un número mínimo se convertirá en el afamado líder de una de esas grandes empresas que cotiza en bolsa y cambia la vida de millones de personas con sus herramientas.

El resto, la mayoría, o bien fracasará con estrépito, o bien se dará cuenta de que, aunque interesante, su idea no alcanza para vivir. 

En ello tendrá mucho que ver algo clave: el desarrollo de producto.

Toda empresa vende algo. Por muy bien que funcione el marketing, al final todo proyecto empresarial se resume en un cliente potencial pensándose si comprar un producto o servicio o no hacerlo. Para que lo haga, debe tratarse de algo extraordinario, algo que por sí mismo no podría conseguir mejor y más barato en otra parte. Ahí entra lo que se conoce como desarrollador de producto.

Parte ingenieros, parte diseñadores, parte hombres de negocios, la misión de los desarrolladores de producto es, en primer lugar, que las ideas que sustentan los productos de las empresas sean buenas.

Después, se encargan de que el producto, es decir, la respuesta que la empresa da a un problema, sea de calidad y resuelva de verdad la necesidad del cliente.

Dicho así, parece hasta fácil. Nada más lejos. Para hacer su trabajo, estos profesionales deben ser creativos, eficientes y deben poseer conocimientos de todo tipo de ámbitos. 

Por eso están tan cotizados.

"Un error muy común es pensar que un buen proyecto debe ser algo necesariamente grande desde el principio, cuando en realidad basta con que resuelva un problema concreto", explica al respecto Carlos González de Villaumbrosia.

Es el fundador de Product School, una academia de origen español fundada en Silicon Valley que forma a los desarrolladores de producto de algunas de las empresas más importantes del mundo.

Entre sus 10.000 alumnos egresados algunos trabajan en empresas como Twitter, Google, Facebook, Amazon o Spotify, entre otras muchas tecnológicas de renombre.

Hace un par de semanas, los inversores premiaron la buena acogida que han tenido estos profesionales en una ronda de financiación en la que la empresa levantó 24 millones de euros.

Product School subraya la importancia de implicar al cliente en el proceso creativo

El origen de Product School encaja precisamente con el modelo que pregona hoy la escuela. En vez de pensar en grande y en abstracto, González de Villaumbrosia se centró en un problema a priori menor.

Este era la falta de formación específica para el puesto de desarrollador de producto que él mismo había experimentado cuando, recién acabados sus estudios, tuvo que zambullirse en el mundo laboral.

"Para empezar un proyecto, no hacen falta grandes planes ni grandes rondas de financiación iniciales. Hay que implicar al cliente desde el principio", explica González de Villaumbrosia.

Así lo hizo él hace 7 años. Antes que enredarse pensando más allá, empezó como instructor tratando de averiguar si era capaz de enseñar bien lo que sabía y si había mercado para su academia.

Sí que lo había. Sus primeros alumnos quedaron satisfechos y el boca a boca hizo el resto. El proyecto creció poco a poco mientras las empresas empezaban a reclamar las certificaciones Product School.

Pronto llegaron más profesores y, con ellos, más alumnos deseosos de conocer los secretos de la academia española que enseñaba a inventar. 

Con ello, Product School cumplió también con otro de los secretos que enseñan en cuanto a desarrollo de producto: hay que implicar a los clientes y hay que hacerlo desde el principio.

"El error principal de las startups es no probar las cosas. Puedes ejecutar a la perfección un plan, pero no tendrá sentido si no vas probando lo que estás haciendo", señala González de Villaumbrosia.

"No hace falta tener lo que se va a vender perfectamente terminado desde el principio. Vale con ir probando prototipos. Esta es la mejor manera de mejorar", explica.

"Product School es mi producto. Empecé con algo pequeño. Yo mismo era instructor por las noches. No levanté capital. Empecé por el usuario. Mi primera clase fueron 8 personas", recuerda González.

Hoy, la empresa está compuesta de un equipo de más de 100 personas que incluye unos instructores que imparten cursos de unas 40 horas cuyo precio ronda los 4.500 dólares.

Dado que el perfil de muchos de los que entran es el de alguien que ya tiene trabajo, muchas de las clases se imparten de manera online y por la noche, una vez acabada la jornada laboral.

El enfoque de estos cursos, explican desde Product School, es que debe tratarse de algo práctico. Los alumnos van desarrollando sus ideas.

Lo hacen con la ayuda de sus profesores, profesionales con años en el oficio y que reciben una formación previa para poder dar su clase conforme a los estándares de la academia.

"Les pagamos, claro, pero no lo hacen por eso, ya tienen muy buenos puestos. Lo hacen porque quieren impartir la formación que ellos no tuvieron cuando empezaron hace 20 años".

"Es muy intenso, porque la motivación es conseguir un trabajo o cambiar de empleo. Entre alumnos y profesores se van tejiendo además relaciones que vienen muy bien para el futuro", confiesa González de Villaumbrosia. 

Todo, para dar con el santo grial de la innovación, la siguiente gran idea que cambiará la vida de todos para siempre.

O tal vez no hace falta irse tan lejos: "Toda empresa es tecnológica, y un desarrollador simplemente gestiona esa tecnología. Es una combinación de arte y ciencia", resume González de Villaumbrosia.

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