No existen organizaciones innovadoras sin culturas innovadoras
No existen organizaciones innovadoras sin culturas innovadoras
Organizaciones innovadoras y liderazgo
Las organizaciones innovadoras requieren de culturas innovadoras. ¿Quieres innovar? Haz proyectos innovadores. Impregna la cultura organizativa de innovación y mejora continua. Crea, prueba, mide y aprende. Y repite.
Se necesita una transformación cultural de las organizaciones que creen e impulsen entornos de innovación que favorezcan la inteligencia colectiva, el aprendizaje colaborativo y el desarrollo ágil de los procesos.
O hacemos una profunda renovación de comportamientos y conductas que favorezcan una cultura innovadora que fomente e impulse todo este tremendo cambio y preparamos a los líderes para ello o nunca alcanzaremos el objetivo deseado de la innovación a todos los niveles organizativos. Tendremos nueva tecnología, pero mentalidad analógica y enormemente rígida.
Para todo ello, una de las principales palancas debe ser el estilo de liderazgo de la organización. Ya no nos sirve un liderazgo tradicional. Hemos de buscar líderes que sean ejemplo de innovación, que abracen e impulsen el cambio de ADN personal y organizativo, que arriesguen y dejen arriesgar, que trabajen en procesos ágiles y aceleradores, que se muevan mucho en redarquía y menos jerarquía, que potencien el trabajo colaborativo y en red, y que busquen el talento interno y externo. Necesitamos de líderes transformadores.
Es por ello que la creación de un ecosistema evolutivo de innovación será un aspecto básico para el diseño de organizaciones innovadoras.
Organizaciones innovadoras y cambio
¿Suena fácil? No lo es en absoluto. Las organizaciones del siglo XXI tienen que estar definidas por estructuras ágiles y flexibles. Tremendamente cambiantes. Diseñadas para avanzar a una velocidad diferente de la habitual. Siempre un paso delante de la competencia y del mercado. Y en este punto, los líderes transformadores tienen mucho que decir y, sobre todo, hacer.
La cultura no se crea de la nada. Lo sabemos. Se crea desde la interiorización de valores identitarios compartidos por toda la organización. El ejemplo, la coherencia y la integridad de los líderes serán las estructuras que sustenten la validez de esa cultura que buscamos desarrollar.
Se necesitan de culturas exponenciales para acelerar el cambio en las organizaciones. Las estructuras rígidas, lentas y altamente burocratizadas que solemos encontrarnos tienen un pie y medio en el cementerio del “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Observamos enormes reticencias al cambio y al progreso. A las nuevas formas de trabajar. Necesitamos de estructuras y procesos paralelos a los habituales que generen el conocimiento, el aprendizaje y la innovación. El desarrollo de las competencias digitales y tecnológicas será cada vez más desarrollo de emociones y gestión de las mismas. En un mundo cada vez más robotizado necesitaremos de habilidades más humanas para ser capaces de gestionar el impacto que tendrá en las personas todo este maremágnum digital.
Surgirán mil excusas para no cambiar. La principal es la falta de tiempo y la tremenda obsesión por los resultados. Si nos centramos en los resultados a corto plazo, nos olvidamos de vigilar el mercado, de observar las tendencias, de incorporar nuevas ideas y negocios. Y así acabamos, más rápido que lento, fuera de juego.
“La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad”. J. Saramago
Tenemos que ser capaces de balancear el cortoplacismo con la visión a medio y largo plazo. Invertir en procesos de futuro será la única forma de asegurarnos un hueco en el mercado y no acabar desapareciendo como la mayoría de organizaciones que no abracen la cultura innovadora, la agilidad en los procesos y el desarrollo de competencias tecnoemocionales como mantra organizativo.