¿Vivimos en una sociedad más narcisista?

¿Vivimos en una sociedad más narcisista?

Kristin Dombek publicó, en 2016, The Selfishness of Others (El egoísmo de los demás), un ensayo de 130 páginas dedicado íntegramente al Narcisismo.
19 November 2017

Vivimos en una sociedad cada vez más narcisista. Esta percepción es subjetiva, y no creo que haya forma de demostrar esa hipótesis con datos. Algunos lo han intentado, pero con resultados bastante discutibles. No hay evidencias concluyentes de que eso sea cierto, ni los científicos se ponen de acuerdo.

Según el famoso ensayo “The Narcissism Epidemic: Living in the Age of Entitlement”, escrito por los psicólogos Jean Twenge y Keith Campbell, desde la década de los 80 hasta nuestros días el “comportamiento narcisista está aumentando en nuestra sociedad al mismo ritmo que lo hace la obesidad”. Este estudio, muy citado por los medios, llama a los millenials la “generación Me”, y plantea el problema como una epidemia; pero algunas voces opinan que esa investigación cae en errores de “falacia generacional” porque se deja llevar por prejuicios sin evidencias científicas. El psicólogo social Jeffrey Arnett, uno de los críticos más activos de la teoría de Twenge, piensa lo contrario. Para él, la idea de los millenials como generación narcisista es un mito, y que más bien ocurre lo contrario, que es una generación de personas más sociales, generosas y empáticas que cualquiera anterior.

En fin, yo lo que veo es que la gente se mira cada vez más al ombligo. No es una cuestión de más autoconfianza, sino de puro narcisismo. Tampoco se circunscribe a los millenials, sino que es una práctica profesional bastante extendida, en parte arrastrada por la omnipresente influencia del marketing mal hecho.

Pondré un ejemplo. El otro día posteaba en Facebook sobre la forma en que alguno/as se presentan en sus blogs y perfiles de redes sociales, y decía que yo debo ser muy pudoroso, o un pazguato, pero no entiendo cómo una persona con cierto reconocimiento profesional puede presentarse a si misma, en su propio blog, en estos términos, sin ruborizarse (y cito literal):

“***** es uno de los mejores especialistas en Branding del mundo. Tiene talento y carisma, y ha sido considerado como ‘Mr. Branding’ en varios países. Con una personalidad magnética se ha posicionado en puestos de liderazgo desde su juventud…”

Es curioso porque aparecía redactado en tercera persona, lo que induce a pensar (intencionadamente) que es una opinión de otro, pero no es así, es cómo se describe a sí mismo un ilustrado experto del Branding. Yo me pregunto, leyendo eso, si un profesional, por muy brillante que sea, no siente vergüenza de decir que tiene “una personalidad magnética”. Después, me encuentro a otro bloguero que se presenta como el “Enfant Terrible del Management” y se queda tan pancho 

Ejemplos como esos, de sobreexcitación autopromocional, te encuentras a porrones en Internet, y lo más chocante es que la sociedad haya perdido la capacidad de sorprenderse, o incluso que “normalice” el autobombo como una práctica plausible.

Yo, como decía, percibo indicios de que el narcisismo gana terreno, y que es posible que tengamos que hacer algo con eso antes de que se convierta en un problema más grave. Los tristes hechos que se dieron en los atentados terroristas de Barcelona, cuando personas de a pie, buscando su momento de gloria, publicaban imágenes totalmente inoportunas, o preferían sacar fotos antes de salir corriendo o echar una mano a quien lo necesitara, son un buen ejemplo del daño que puede hacer esa tendencia obsesiva de mirarse al ombligo. También tenemos los fatídicos selfis que a más de un irresponsable le ha costado incluso la vida.

Las redes sociales alimentan en buena medida el narcisismo porque favorecen la exposición pública a unos costes muy bajosHay un sobre-estímulo que no es fácil de gestionar, porque el feedback que producen canales como Facebook o Twitter es tan inmediato, que pueden generar obsesión e impaciencia a la hora de seguir hilos de publicaciones que impactan de forma directa en la percepción de nuestra imagen. De forma rápida recibimos palos o zanahorias, y eso amplifica el interés de llamar la atención, de recibir más “me gusta” o RTs, o de modular la proyección que uno percibe que produce en los demás. Por eso alguien ha dicho, y yo creo que, con razón, que puede haber una fuerte correlación entre el número de veces que las personas actualizan al día sus redes sociales hablando de sí mismas con el grado de narcisismo que padecen.

Pero me gustaría centrarme ahora en explicar con más detalle qué significa ser “narcisista”. En sus niveles más serios se ha tipificado como un “desorden de la personalidad”, y reconocido como una patología, pero yo me refiero aquí a un narcisismo más común, como una tendencia a tener una vanidad muy elevada y una terrible necesidad de llamar la atención. Parte de ese comportamiento egocéntrico consiste en exagerar logros y talentos, e idealizar el yo hasta grados que parecen fantasiosos. También es habitual del narcisista que les guste el poder y necesiten recibir constante admiración. Por eso quizás tengamos tantos de esos en la clase política.

Lo que parece un comportamiento de mucha autoconfianza, en realidad se trata de inseguridad y falta de empatía. Se suele decir que, en el fondo, los narcisistas están vacíos, y por eso canalizan su falta de propósito al culto de su propia imagen. Necesitan mostrar éxitos y logros para conseguir aprobación. Buscan producir envidia en los demás, parecer más que ser.

Pueden llegar a ser muy carismáticos. Incluso amables y dulces, siempre que consigan sus objetivos de llamar positivamente la atención. Sus comportamientos constantes de autopromoción a veces se enmascaran de falsa modestia. Solo aceptan un reflejo positivo del espejo y por eso alimentan expectativas no realistas. Eso explica que les cueste tanto encajar críticas y opiniones diferentes a las suyas.

Por cierto, me ha llamado poderosamente la atención que en los libros que he estado leyendo se habla incluso de narcisismo colectivo”, incluido el “corporativo”, como una forma de exagerar el YO identitario con ensoñaciones de superioridad o supremacía que no se corresponden en absoluto con la realidad. Esto del “narcisismo colectivo” puede que me llame la atención (y me preocupe), incluso más, que el individual, o el adolescente.

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