Liderazgo y silencio: siete situaciones en las que el jefe debería callarse

Liderazgo y silencio: siete situaciones en las que el jefe debería callarse

En boca cerrada, no entran moscas
2 December 2016

El Centro de Estudios del Coaching (CEC), escuela de formación en coaching y liderazgo, ha lanzado un análisis sobre el valor del silencio en la gestión de equipos. Miriam Ortiz de Zárate y José Manuel Sánchez, socios directores de la organización, hablan de una serie de situaciones en las que el liderazgo más efectivo consiste en “callarse y escuchar”.

“El silencio puede ser una herramienta muy útil cuando se trata de liderar a un equipo. Cuando el jefe permanece en silencio para escuchar a sus colaboradores o colegas les está dejando más espacio y facilitando su contribución al equipo”, señala José Manuel Sánchez.

“La opinión del jefe siempre tiene mucho peso, y, cuando la expresa, puede condicionar a sus colaboradores, a los que les puede resultar difícil mostrar una opinión divergente. Por eso es conveniente que modere su participación”, añade Ortiz de Zárate.

Siete situaciones en las que el jefe debería callarse:

1. De tareas a responsabilidades. Cuando se delega una responsabilidad es común que el colaborador intente convertir ese encargo en una lista de tareas y que le pida al jefe todo tipo de detalles sobre cómo realizarlas. Aunque sea tentador responder, el jefe ha de devolverle la pelota al colaborador, preguntarle cómo la realizaría él y… callarse. De ese silencio seguramente nacerá la auténtica delegación y, por añadidura, el crecimiento personal de quien asume la nueva responsabilidad.

2. Ante los problemas, me cruzo de brazos. Al igual que sucede con las responsabilidades, los problemas son una oportunidad de oro para que los colaboradores muestren su valía. Por eso, en lugar de acudir corriendo a apagar el fuego y sacarse de la chistera la solución mágica, lo mejor que puede hacer el jefe que quiere que su equipo crezca es preguntar a sus colaboradores qué harían ellos para resolver esa incidencia y escuchar sus propuestas.

3. Jefes que imponen mucho. No es raro que la gente se bloquee ante la presencia del líder. Una situación que, a menudo, se resuelve simplemente dando un poco de aire al colaborador y algo de tiempo para pensar.

Del silencio del manager puede salir el espacio necesario para que el colaborador se ponga en marcha y pase del “no lo sé” a las respuestas. Un simple “seguro que se te ocurre algo” le tranquilizará, le hará sentirse respaldado y le ayudará a encontrar esas alternativas.

4. Reuniones con el cliente. En una reunión es muy habitual que el manager asuma el control y desplace al colaborador a un segundo plano. Incluso cuando es este quién maneja la cuenta y la interlocución habitual en el día a día.

Es un grave error que hará que el cliente lea entre líneas que, en caso de problemas, ha de acudir al jefe. Además, el peso del colaborador se devalúa y queda dañado de por vida. Por eso lo mejor que puede hacer el líder en la mesa de reuniones es escuchar mucho y, en su caso, ofrecer feedback al colaborador a posteriori.

5. Despellejando al contrario. En todas las empresas sucede. Un corrillo de personas murmurando en la sala del café con cara de complicidad. Cuando el jefe se acerca confirma que están hablando en términos poco cordiales de un tercero.

El líder no debe participar bajo ningún concepto, y, ni muchísimo menos, echar leña al fuego. Ha de mantener una actitud ética y no hablar mal de alguien que no esté presente. Sus opciones serán, por tanto, las de callarse y mostrar reprobación con la mirada, o, si lo considera necesario, intervenir para abortar el linchamiento público.

6. Nuestro colaborador frente a la alta dirección. Hay que presentar a la dirección un proyecto en el que el equipo lleva trabajando mucho tiempo y la presentación corre a cargo del miembro del equipo que lo ha estado desarrollando y mejor lo conoce. Es una reunión importante, y, como tal, el jefe del equipo deberá dar espacio a esa persona para que se sienta cómodo y lo haga lo mejor posible.

La participación del líder ha de limitarse a formular preguntas estratégicas y abiertas con el objetivo de que el colaborador pueda realzar el proyecto, nunca preguntas inquisitivas o que busquen el detalle o el dato.

7. El equipo reunido. En la mesa de reuniones la conversación fluye. Cada cual expresa su opinión y debate en un interesante ejercicio de intercambio y de búsqueda de consenso en torno a nuevas posibilidades… hasta que el jefe se pronuncia.

El peso de su autoridad hace que la mayoría de miembros se adhieran a su punto de vista y, entonces, el intercambio decae hasta morir. Por eso es más interesante que, antes de expresar su propia opinión, el líder se asegure de que todo el mundo interviene, y que les anime a hacerlo, ya sea con la mirada, ya sea con preguntas directas. Lo peor que puede ocurrir en un equipo es que todo el mundo opine lo mismo.

Fuente: RRHHpress.com

 

¿Qué opinas de este artículo?