El 75 por ciento de los músicos sufren algún tipo de lesión producida por su trabajo

El 75 por ciento de los músicos sufren algún tipo de lesión producida por su trabajo

Los instrumentos de cuerda son los que más patologías producen
28 July 2016

Lluís Orozco, director científico del Instituto de Terapia Regenerativa Tisular, en el Centro Médico Teknon, y autor de los libros Tecnopatías en el músico y Crónicas médicas de la música clásica, señala que "las patologías de los músicos (un 75 por ciento presenta lesiones) no son diferentes a las de un deportista o cualquier otra persona. Son patologías laborales, con la salvedad de que se trata de personas con dificultades en el diagnóstico". Pero hay diferencias.

El deportista, por ejemplo, tiene equipos médicos detrás de él y, si es necesario, deja de jugar. El músico que vive de ésto a veces no puede dejar de tocar y tiene que soportar presiones, sobre todo en grandes orquestas", apunta Orozco. Hasta tal punto es así que el esfuerzo cardíaco de un músico en un concierto es igual al de un deportista de élite, según las conclusiones de una tesis doctoral elaborada por Claudia Iñesta Mena, médico de Atención Primaria en Gijón y especialista en Medicina Deportiva.

La dificultad en el diagnóstico radica, según Orozco, en que los músicos "sobreutilizan grupos musculares y desarrollan una serie de patologías que no son relevantes clínicamente y sólo se manifiestan cuando están tocando". En ese sentido, Orozco comenta entre risas que el músico suele ser un "paciente pesado, muy exigente, porque está nervioso, ya que se ve discapacitado para tocar. Los músicos están un poco dejados de la mano de Dios, porque, cuando van al médico, éste se limita a apuntarlo en la historia clínica y ya está", añade Orozco, que ofrece otro dato: un 20 por ciento de los músicos deja la práctica por el estrés que les produce actuar en público. En este sentido, Esther Sardá, profesora de Fisioterapia en la Escuela de Ciencias de la Salud de la Fundación Universitaria del Bages (adscrita a la Universitat Autònoma de Barcelona) y ex fisioterapeuta del Liceo de Barcelona, señala que "cuando un instrumentista acude a un médico de cabecera, éste le debería derivar a un especialista. Es muy típico que le digan: Deja de tocar o Cambia de instrumento, y no es tan fácil".

Un asunto importante es que "el fisioterapeuta conozca los condicionantes de cada instrumento", comenta Orozco que, además de traumatólogo, es guitarrista aficionado. 

Precisamente "los instrumentos de cuerda son los que más patologías producen. Tocan más horas que los de la flauta travesera y tienen muchas notas en la partitura", indica Sardá, miembro también del Grupo de Estudios Médico-Musicales (GEMM) desde 1998, por lo que conoce el lenguaje musical. Un ejemplo del trabajo de Sardá es cuando corrige, por ejemplo, la posición cervical. "Un cambio de postura puede mejorar el trabajo de un cantante a nivel vocal, así como trabajar la respiración, quitar tensión en la zona cervical y favorecer un mayor equilibrio entre ambas piernas", apunta.

"Lo importante es ver al paciente con su instrumento y saber su repertorio. Así, un pianista con mano pequeña que toque a Rachmaninov (que tenía una mano grande) puede lesionarse", explica Sardá.

Si bien hay muchos condicionantes y no hay una patología clara por instrumento, Sardá comenta que "se producen muchas tendinitis en quienes tocan instrumentos de viento, sobre todo en la mano izquierda (sobrecargas). Se producen roturas en la comisura labial, cuando embocan, en lo que se denomina síndrome de Satchmo, que sufría Louis Armstrong, muy típica del trompetista. En los pianistas es muy fácil que se produzca sobrecarga en la musculatura del antebrazo y también cervical. Y hay muchas patologías de compresiones (nervio comprimido) en los guitarristas, principalmente en la mano derecha. Los violinistas o quienes tocan viola presentan más problemas en el oído izquierdo". Sardá también comenta que se producen lesiones al cambiar de un instrumento a otro, "por ejemplo, de un saxo viejo a otro nuevo". No sólo hay que cuidar la forma de tocar, sino también la forma de transportar un instrumento, "en forma de mochila, con los dos brazos, para compensar el peso".

Esther Sardá reconoce que paulatinamente las orquestas han ido adaptándose para prevenir lesiones. Un ejemplo son las "mamparas acústicas que se ponen ante los instrumentistas de viento, o unas especies de cápsulas en las que se introducen las baterías en las orquestas", indica Orozco. Sardá señala también cómo en las orquestas los instrumentos de cuerda se colocan delante de los de viento para disminuir el riesgo de perder audición. "La OMS recomienda no superar los 80 decibelios. En los fosos de las orquestas ese nivel se supera bastante. Y depende del repertorio y del instrumento. Wagner, por ejemplo, hace mucho ruido, al igual que la flauta travesera, que supera los 120 decibelios", indica Sardá.

Ante este panorama, muchos músicos recurren a unos tapones especiales para músicos que atenúan 9, 15 ó 25 decibelios bajando tanto tonos altos como agudos. "Los músicos oyen, pero más bajo, por lo que tienen que aprender a tocar con menos fuerza", explica Sardá.

Fuente: Diario Médico

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