Anosmia en relación con el uso ocupacional de un sellador impermeabilizante

Anosmia en relación con el uso ocupacional de un sellador impermeabilizante

Se describe el caso de un trabajador finlandés que, tras la exposición a una sustancia selladora impermeabilizante, sufre una anosmia brusca y permanente.
28 Febrero 2014

Hannu T, et al. Occupational Medicine 2005; 55:142-144

El compuesto contenía distintas sustancias, de las que cuatro (acetona, acrilatos, butilacetato y disulfuro de carbono) han sido previamente descritas como inductoras de anosmia en trabajadores. Otras etiologías fueron excluidas, entre ellas un gran quiste aracnoideo en la parte frontal de la fosa temporobasal izquierda. Nuestro caso ilustra, por una parte, los desafíos que se presentan al examinar a los pacientes con discapacidades olfatorias relacionadas con el trabajo, y por otra, la importancia del enfoque multidisciplinar en tales pacientes.

Introducción

Las causas más frecuentes de alteraciones de la función olfatoria incluyen enfermedades nasosinusales, infecciones de las vías aéreas superiores y traumatismos craneales. Además, tumores cerebrales, drogas y exposiciones ocupacionales -mezclas de solventes e incluso metales- pueden conducir tanto a hiposmia como a anosmia (disminución y pérdida del sentido del olfato). 

Presentamos el caso de un trabajador que, durante la exposición a una sustancia química utilizada como selladora e impermeabilizante, presenta una anosmia brusca. La etiología tóxica de la anosmia fue evaluada en relación con el comienzo agudo, la relación temporal entre la exposición ocupacional y el cuadro clínico y, finalmente, por la composición química del sellador impermeabilizante. El papel de otras etiologías fueron también discutidas y excluidas, entre ellas la presencia de un quiste aracnoideo localizado en el lóbulo temporal medio con posible compresión de la corteza entorrinal.  

Presentación del caso

El paciente tenía 31 años y había trabajado como albañil desde hacía siete años en la misma empresa. Sus actividades incluían trabajos de restauración y reparación de inmuebles y pisos, especialmente cuartos de baño. El material usado en el trabajo incluía paneles de policloruro de vinilo (PVC), pinturas, material de relleno (cemento y yeso) y selladores impermeables. El paciente era alérgico al polen de abedul, aliso, heno y pelo de perro y gato. En base a los datos clínicos y funcionales (espirometría), había sido diagnosticado de asma bronquial y rinitis alérgica. Desde entonces el paciente usaba antihistamínicos y corticoides en spray nasal en la época de polinización e inhalaba salbutamol cuando lo precisaba. El paciente fumaba de forma regular unos 10 cigarrillos al día, desde hacía 10 años.

En septiembre de 1999, cuando el paciente se encontraba renovando los baños en un edificio, utilizó un sellador impermeabilizante en cuya composición química figuraba un disolvente y un líquido acrílico, combinado con una base de cemento en polvo. Antes de su uso los dos componentes debían ser mezclados. Dicha mezcla fue hecha en el exterior usando máscaras respiratorias y guantes de protección. Posteriormente, el producto fue aplicado en el piso y pared con un rodillo. La duración total del trabajo fue de 5 semanas y durante este periodo el paciente uso el sellador impermeabilizante una vez a la  semana, aproximadamente durante un periodo de dos horas en cada ocasión. El resto del tiempo lo dedicaba a la instalación de azulejos en los baños, donde no existía ningún sistema de ventilación extractiva de gases, ni tampoco ningún dispositivo de protección respiratoria personal era usado por parte del trabajador. De acuerdo con la versión del paciente, las condiciones en las que realizaba su trabajo eran bajo un olor del producto químico muy fuerte y sometido a una temperatura ambiental muy elevada. A las cuatro semanas del comienzo de la sesión de trabajo, el paciente experimentó una pérdida brusca del sentido del olfato. También sintió irritación de ojos y membranas mucosas, síntomas que fueron compartidos por otros empleados. No hubo síntomas de infección respiratoria. Antes de realizar este trabajo el paciente había usado el sellador impermeabilizante un par de veces, experimentando también irritación conjuntival. 

Dos meses más tarde (noviembre 1999), el paciente acudió a un centro de salud local, desde donde fue enviado a un centro hospitalario para una evaluación otorrinolaringológica (ORL). En esta consulta le fue realizado un test de olfato, siendo el paciente incapaz de identificar ninguno de los siguientes olores: colonia, lactosa, café, pimienta negra, canela, amoníaco al 0.5 y al 3%, aguarrás, etanol, limón, alquitrán, aceite de rosa y aceite de resina. 

Un año después la anosmia persiste y le es realizada una tomografía computarizada (noviembre, 2000). Aparte de mostrar unos senos nasales normales, un gran quiste subaracnoideo fue observado en la parte frontal de la fosa temporobasal, que comprimía y desplazaba ligeramente el lóbulo temporal izquierdo. Una vez realizada la consulta neurológica, la anamnesis no reveló ningún traumatismo encefálico o infección precedente, y la evaluación neurológica fue considerada normal, concluyendo que el quiste era un hallazgo accidental, sin ninguna asociación con la pérdida del olfato. 

Investigaciones por parte del Instituto Finlandés de Salud Ocupacional (FIOH)

El producto impermeabilizante fue remitido al instituto finlandés de salud ocupacional (FIOH) para su análisis. Al mismo tiempo se realizó un test de simulación midiendo las concentraciones de los compuestos volátiles orgánicos en el aire, cuando el sellador impermeabilizante era aplicado y durante el proceso de secado, de hora y media de duración. Se observó que las dos sustancias más importantes en la composición del impermeabilizante eran el 1-butanol y la acetona, con 145.1 mg/m3 y 47.3 mg/m3 por gramo, respectivamente, y que la concentración en el aire tras la aplicación del producto arrojaba unas concentraciones de 9.0 y 5.5 mg/m3 respectivamente. 

Así pues, el FIOH, en base a la historia clínica y a los tests realizados, concluyó que el diagnóstico definitivo era de anosmia permanente por probable contacto con las sustancias químicas del sellador impermeabilizante, especialmente la acetona, uno de los tóxicos más conocidos como agente de hiposmia o anosmia. Se le aconsejó que, en el futuro, evitase dicha sustancia impermeabilizante en su trabajo. Desde entonces el paciente continúa trabajando en la misma empresa sin usar este químico. En la última visita de control al FIOH (2002), dos años después del comienzo clínico, el paciente persiste anósmico, con el test de olfato alterado, y sin ninguna modificación con respecto a los análisis iniciales. El resto del estudio ORL persiste normal.

Discusión

En nuestro paciente las quejas subjetivas de pérdida de función olfatoria han sido confirmadas con medidas objetivas de los tests de olfato. El paciente tenía historia de rinitis perenne, que puede causar una moderada hiposmia, pero no anosmia. De acuerdo con el paciente, ningún síntoma de infección respiratoria ni traumatismo encefálico estuvo presente durante la exposición ocupacional al sellador impermeabilizante, por lo que podemos descartar ambas etiologías. Aunque, inicialmente, el gran quiste aracnoideo puede causar una compresión de la superficie ventral del telencéfalo (que alberga la corteza olfatoria), las lesiones de estos centros olfatorios son conocidas por estar asociadas a disfunción olfativa, pero no con anosmia. Así pues, el quiste silente como causa de la anosmia es improbable y, de acuerdo con la literatura médica, no hay descripciones de anosmia debida a quistes aracnoideos benignos.

Así pues, la etiología toxica de la anosmia es apoyada por la forma de presentación aguda y la relación temporal con la exposición al sellador impermeabilizante. El análisis del impermeabilizante reveló cerca de 20 sustancias diferentes, de las que la acetona -una de las que se encuentra en mayor concentración-, acrilatos, butilacetato y disulfuro de carbono, han sido descritas como agentes inductores de hiposmia o anosmia en trabajadores. Además, se ha sugerido que los efectos olfatorios de los solventes pueden ocurrir a niveles bastante por debajo de los valores límites, y son potenciados por unas condiciones de trabajo deficientes (temperatura ambiental alta), características a las que estaba sometido nuestro paciente.

La literatura consultada muestra que la evolución de los daños olfatorios relacionados con tóxicos laborales, es variable. En trabajadores expuestos a compuestos orgánicos una posible reversibilidad está descrita, pero los déficits permanentes también han sido observados, especialmente, con sulfuro de hidrógeno (ácido sulfhídrico) y con los metacrilatos. En nuestro paciente, la perdida de olfato fue permanente, probablemente por el daño causado en las neuronas olfatorias. Nuestro caso ilustra las dificultades que encontramos durante el examen clínico de los pacientes con discapacidades olfatorias relacionadas con el trabajo, y también demuestra la importancia de un acercamiento multidisciplinar a cada paciente. Aunque nuestro hallazgo es importante, debido al uso extensivo de selladores impermeabilizantes, creemos que son necesarios más estudios epidemiológicos para verificar la asociación observada. Una buena ventilación en las áreas de trabajo y el uso de mascaras de protección adecuadas, son recomendadas cuando se manejan tales químicos.

¿Qué opinas de este artículo?