Ser juez en situaciones injustas

Ser juez en situaciones injustas

Todas las situaciones y en especial los accidentes generan enfrentamiento de interpretaciones. ¿Cuál es la sociedad más justa y equilibrada en la que se consiga una eficaz convivencia entre las personas que la constituyen?. ¿Son la leyes el marco de una convivencia justa? ¿o es la justicia la que acaba imponiendo su interpretación de la leyes?
7 Agosto 2019

Cuando en el mundo del trabajo (empresarial y laboral) se presentan situaciones de crisis que pueden ser de ventas, de producción, de aparición de nuevas tecnologías o de crecimiento de inseguridad  (producción o aumento de accidentes) se plantea necesariamente cúal es el camino para salir de la difícil situación, se producen coyunturas en las que casi siempre aparecen las discrepancias que acaban por entrar en una senda de jerarquía (aquí mando yo) o de reflexión colectiva (aquí trabajamos todos) llegando finalmente a un callejón sin otra salida que no sea analizar la situación en el marco de una legislación o de un ordenamiento que puede acabar siendo valorado por otros con mayor Autoridad para hacerlo.  Con una perspectiva social y comunitaria mayor, es lo mismo que ocurre cuando una sociedad vive momentos convulsos por situaciones políticas, históricas, territoriales o económicas que llevan a enfrentamientos entre importantes colectivos de personas en un contexto que finalmente entra en una dinámica valorativa superior del cumplimiento normativo (la ley es la ley) o de respuesta finalista (que decidan los jueces).

En las sociedades con la separación de poderes, la figura del juez viene siendo el final de la interpretación de las crisis. Y también en el colectivo judicial hay márgenes de interpretación y de decisión que califican su personalidad o idiosincrasia. En el ejercicio de la abogacía, los letrados acaban conociendo o calificando a los jueces como previsibles o imprevisibles, garantistas o espontáneos, favorables al perjudicado o al que aporta mayores o mejores argumentos. Lo que nos viene a indicar que al final, las sentencias dependen más de la línea de pensamiento del juez que de la estricta aplicación de las leyes. Entre los jueces hay estos pensadores jurídico sociales, que en su vida profesional han legislado y han actuado, que han defendido y han atacado, que han podido hacer evaluaciones singulares y plurales, y este arquetipo es el que mejor acaba sabiendo profundizar en las responsabilidades cuando se produce un accidente particular o un incidente que afecta a un colectivo. Y ahí es cuando su perspectiva y experiencia entran en objetivar la negligencia, la temeridad o la voluntariedad, aspectos clave de la búsqueda de la causalidad. Y ahí también saben si la culpa ha podido ser compartida. Y si la acción ha sido más importante que la omisión para que el accidente se haya llegado a producir. Entran con precisión en valorar la evitabilidad del accidente. Y sus dictámenes desnudan las estrategias superficiales que pretenden solo defender o culpar porque el cliente quiere. No. Los buenos penalistas son ganadores porque llevan a su lado la verdad. Una realidad objetivamente contrastada.

Muchas veces la aplicación de las leyes penales generalistas para temas particulares como son los accidentes de circulación o de trabajo entran en argumentos, y lo que es peor, en sentencias, puramente dogmáticas que se basan mucho más en la letra del Código Penal que en la objetividad de los hechos . Los jueces deben resolver pero hay que facilitar su labor con dos puntales clave en el procedimiento: los informes periciales (atención los ingenieros, especialistas y expertos) y los argumentos jurídicos plenamente identificados en el accidente (atención los penalistas). En mi opinión los mejores jueces son los que mantienen el sentido de la justicia personal y social. A fin de cuentas, el sentido común.

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