DISCRIMINACIÓN: mobbing... y ahora bullying

DISCRIMINACIÓN: mobbing... y ahora bullying

Las relaciones humanas son un complejo laberinto de coincidencias y de diferenciaciones que desde siempre ha sido motivo de análisis sobre las posibilidades de aprovechamiento en positivo y de las dificultades que derivan de la convivencia en negativo. Este ha sido el campo de acción profesional de psicólogos, psiquiatras y sociólogos tanto si actúan para atender problemas individuales como colectivos, todo en el amplio campo del factor humano, bien sea en el ámbito particular como público, en el familiar como en el laboral, abriéndose ahora el campo de trabajo y estudio a las relaciones entre menores en centros escolares en un contexto sin explorar de inter.relación entre los menores de edad que acceden muy pronto a las nuevas teconologías de comunicación. Es esta coyuntura la que se ha venido planteando con dureza y preocupación en las empresas primero y en los centros escolares ahora y la que obliga a plantear objetivos de apoyo a los centros para ayudar de manera efectiva a quienes se ven sumidos en la problemática relacional entre adultos y menores.
23 Agosto 2017

La personalidad de los seres humanos se perfila en la infancia, se apuntala en la juventud y se desarrolla cuando se es adulto, fases que varían en el tiempo según el entorno social que envuelve la vida cotidiana de las personas. Los ámbitos que acompañan a los niños y adolescentes son los de mayor tiempo, cercanía e influencia de su entorno.  La familia,  su estructuración , sus hábitos, su calidad de vida y su sistema de convivencia. El territorio de cercanía, domicilio, barrio, distrito y hábitat de servicios. Las amistades de continuidad o de temporada y los grupos de personas afines en el ocio y el deporte. 

Pero pronto y desde el primer registro de un menor en una institución escolar, de acogida o de guardería, aparece de manera firme la influencia de la EDUCACIÓN en forma de centro organizado en un contexto generalmente reglado, público, concertado o privado, que abre las puertas a la influencia del control de los profesionales de la enseñanza sobre los que gravita la escultura intelectual y de comportamiento del colectivo infantil y juvenil hasta su independencia universitaria o laboral.

No ha venido siendo una prioridad en los centros educativos el control de las actitudes relacionales entre los alumnos, lo que ha ido paulatinamente conduciendo hacia una convivencia libre que abre las puertas a situaciones no deseadas de conflicto entre las personas menores que va desarrollando tics espontáneos de reflejo de sensaciones diferenciales hacia líneas de incompatibilidad temperamental o de convivencia que aunque suele iniciarse entre dos personas, deja las puertas abiertas a situaciones de acoso, desprecio, burla, discriminación, llegando a la agresión física o maltrato psicológico de muy negativas consecuencias para las personas que se ven implicadas en los sucesos que se acaban produciendo.

La implicación de los medios de difusión en los casos más graves que han revertido incluso en suicidios de los acosados ha dado la alerta no solo sobre la necesidad de evitación de las mayores crisis de exclusión y agresión, sino sobre la extensión del problema y también sobre la influencia de los medios tecnológicos más avanzados para aplicar sin cercanía física los actos de discriminación que se producen. Las Autoridades educativas ya están priorizando la prevención de estas situaciones que vienen sufriendo o pueden llegar a sufrir los alumnos de todos los centros.  

Las situaciones de discriminación, acoso y agresión entre personas han venido siendo conocidas y admitidas en toda la historia y, aunque han sido motivos de denuncia y de revolución, nunca hasta hace muy poco han sido tenidas suficientemente en consideración por la Leyes como para ser reguladas con equilibrio y moderación con objetivo de una mayor y más justa convivencia en las distintas esferas de la sociedad.

El primero en abordarlo pública y académicamente fue Jhon Stuart Mill (1806-1873) quien abiertamente denunció situaciones de privilegio para unos que se traducían en situaciones de incapacidad o discriminación para otros. La diferencia clave de la Historia de la Humanidad que es la de sexos era, es y será el punto de partida de cualquier política de igualdad y Mill, no sin dificultades importantes, lo abordó con valentía distinguiendo la discriminación

Directa: Cuando la situación en que se encuentra una persona es tratada en atención a su sexo, de manera menos favorable que otra situación comparable. Puede ser objetivable.

Indirecta: Cuando la situación es promovida por una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pero pone a personas de un sexo en desventaja particular con respecto a personas del otro sexo . Esta es de más difícil objetivación.

Pero fue una mujer, Eleonora Roosevelt la que ha pasado a la historia como la primera mujer que alzó la voz en pro de los Derechos Humanos de las personas. Y su valentía aceleró la implantación en el mundo de una filosofía que es la referencia de muchos aspectos de convivencia. Nosotros ponemos un claro ejemplo significativo en la  seguridad laboral y vial como fórmula de convivencia que puede aportar energía y fuerza adicional a las personas.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, tiene un primer nivel que podríamos considerar como derechos irrenunciables. Son los que toda persona tiene, por el hecho de ser persona. El derecho a la vida, a no ser maltratado, a tener cubiertas unas necesidades vitales básicas, el derecho a expresar libremente las propias ideas y convicciones, y a no ser maltratado por este motivo, etc.

Pero después hay un segundo nivel, que lo podríamos llamar, derechos convivenciales,,  porque tienen un cierto mecanismo de reciprocidad.  Tiene que ver con la reciprocidad entre derechos y deberes, como un mecanismo de ida y vuelta.  Es decir: Uno tiene el derecho de ser reconocido, valorado y respetado, pero tiene el deber de reconocer, valorar y respetar a los demás.  Uno tiene el derecho a su propia identidad, pero tiene el deber de respetar la identidad de los otros.  Esta segunda generación de derechos humanos donde se marca reciprocidad entre derechos y deberes, es la piedra angular de una convivencia cívica de calidad. Este es el punto de partida para compartir correctamente, los espacios con los demás. Nuestro comportamiento en la vía pública pone claramente  de manifiesto nuestras virtudes y nuestros defectos, porque con mucha facilidad reclamamos nuestros derechos, pero tenemos mas dificultad a reconocer nuestros deberes.

La clave de la cuestión está en la simetría entre derechos y deberes. ¿Como puedo reclamar que me valoren, si yo no valoro a los otros?  ¿Como puedo pedir que me respeten, si yo no respeto a los demás?  He ahí la cuestión clave en la convivencia pública. La carretera es un espacio que pone a prueba nuestras actitudes.  A veces, sin darnos cuenta, disimulamos nuestros fracasos y fustraciones, y creemos que los enmendaremos, sintiéndonos superiores a los otros, corriendo mas que ellos, o teniendo un coche mas potente... ¡¡¡Que equivocación!!!  Grave error.  Esta actitud solo hace que añadir otro fracaso mas a nuestro "currículum".  El afán de superar y dominar a los demás, es la expresión mas clara de nuestra inferioridad personal.  La calidad de la persona, no se mide por la velocidad de su coche, sino por su capacidad de respetar a los demás.  Cuando se da este paso, se produce un pequeño milagro. Se genera la reciprocidad.  "Yo respeto a los otros...los otros me respetan a mi".  Entonces se establece como una red multidireccional de convivencia positiva. Cuando rompemos esta dinámica,  surge la bestia que a veces llevamos dentro...surge el insulto, cuando no, la violencia física,  La seguridad viaria tiene su fundamento básico en las relaciones de calidad y respeto.  La actitud primitiva y burda del "Yo primero", tiene que ir desapareciendo para ir dando paso a otra actitud mas inteligente y humana, del "Usted primero".  Y así poco a poco, iremos descubriendo el gozo de la cortesía. Aquella manera de conducir que se adapta al entorno sin perturbarlo. La cantidad de veces que tocamos el freno, equivale a la cantidad de veces que corremos mas de lo que permite el entorno.  Adaptarse al entorno, exige un ejercicio previo de pacificación interior. Cuando esto se consigue, la conducción se transforma en algo gratificante, y paralelamente, mejora la seguridad.

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