Historia de un reforzamiento
Historia de un reforzamiento
Estamos de enhorabuena. Nuestro protagonista Pablo ha conseguido un merecido ascenso en su empresa. A partir de ahora se encargará de dirigir un equipo de trabajo como mando intermedio. Pablo es una persona de mediana edad, con una formación universitaria media y un interés especial por las personas. Tal vez esta última característica le ayudó en la promoción.
En la empresa donde trabaja, las condiciones de seguridad parece que son óptimas, sin embargo los trabajadores no están muy por la labor de participar activamente, a través de sus conductas, en la prevención de los riesgos laborales. Esta es la primera tarea que tiene asignada nuestro protagonista. Conseguir aumentar el número de conductas seguras en detrimento de las de riesgo (habituales hasta la fecha).
Pablo había dedicado parte del verano a un taller formativo en el que se trató el refuerzo como base de la motivación. En este sentido, aprendió que existen dos tipos de reforzamiento: (1) reforzamiento continuo y (2) reforzamiento intermitente. Sabía que en el primero se reforzaba cada respuesta, a diferencia del segundo en el que el refuerzo era más “ocasional”. También le enseñaron que en este segundo caso existía un reforzamiento llamado de razón y otro de intervalo. El primero dirigido por número de respuestas y el segundo por tiempo entre respuestas.
Pues bien, con esta argumentación se propuso comenzar a trabajar.
El primer día empezó por tomar nota de las conductas de riesgos que se emitían y las circunstancias que originaban dichas conductas. Hizo un buen listado. Más de diez páginas. La verdad es que tenía un trabajo bastante laborioso si consideraba cada conducta y circunstancia por separado. Por lo que decidió, con los conocimientos adquiridos en el taller formativo, buscar la circunstancia más generalizada. Y la encontró. Resultaba más cómodo para el trabajador realizar las conductas de riesgo que las seguras. “Manos a la obra, formulemos nuestra estrategia. Reforzar conductas seguras y recriminar las de riesgo” pensó Pablo. Y así lo hizo.
El reforzamiento continuo no le iba a resultar muy provechoso ya que además del tiempo de dedicación, una vez que dejara de reforzar muy probablemente volvería la conducta original. Optó por un reforzamiento intermitente con la garantía de que tardaría más en extinguirse. Esto para el reforzamiento, pero para la recriminación no cabe duda (pensó) debe ser continuo. Por tanto, “recriminaré todas las conductas de riesgo que vea y reforzaré de manera intermitente.”
- Frotándose las manos - , dijo “Intermitente, pero ¿Cómo?”. Inmediatamente recordó lo que le dijo el monitor en aquel taller formativo. Con el reforzamiento de razón fija debía reforzar cada cierto número de respuestas adecuadas al patrón establecido. En este caso las conductas seguras. Con el reforzamiento de razón variable, debería reforzar en función de estas respuestas adecuadas, pero sin un orden preestablecido. Es decir, en el razón fija tenía que reforzar una vez, por ejemplo cada 5 conductas emitidas y en razón variable, reforzar sin tener en cuenta el número de respuestas: el primer refuerzo al cabo de dos conductas seguras, el segundo al cabo de 5 conductas seguras…. “De los dos, pensó, me quedo con el de razón variable. Creo que me va a ser más eficaz”.
No le faltaba razón (nunca mejor dicho), sin embargo le suponía estar pendiente de todas las conductas, para que de esta manera el reforzamiento supusiera el valor que se le esperaba. Un trabajo arduo. Entonces pensó “¿Por qué no un programa de intervalo variable?”. Es decir, reforzar las conductas seguras sin necesidad de estar pendiente de todas ellas, y con la ventaja de que iba a ser el tiempo (variable) el que marcaría las pautas. Sabía que esto sólo era una pequeña introducción, y además a grandes rasgos, de lo que representaba el reforzamiento de conductas, pero más vale esto que nada.
Y así fue como Pablo empezó a reforzar y a recriminar conductas. Se propuso recriminar todas las conductas de riesgo que viese (reforzamiento negativo continuo) y a reforzar las conductas seguras a través de intervalos variables de tiempo.
¿Qué herramienta utilizó para recriminar? La llamada de atención. De hecho le conocen por su obsesión en recriminar conductas “desadaptativas” en este sentido.
¿Para reforzar conductas seguras? Felicitar al trabajador, hacerle sentir protagonista de su trabajo, identificar dicha conducta como rasgo característico del propio trabajador, “etiquetarle” como persona preocupada por la prevención….. Y por supuesto recomendarle a sus superiores.
Sorprendentemente, la tasa de conductas de riesgo disminuyó a favor de las conductas seguras. “Sorprendentemente” para los que no confiaban en este método, porque para los que teníamos claro que la tenacidad iba a dar resultados, simplemente era cuestión de tiempo.
Felicidades Pablo. Por tu ascenso y por tu labor preventiva.