LA MUERTE DEL PADRE DÁMASO: Los riesgos laborales de los párrocos

LA MUERTE DEL PADRE DÁMASO: Los riesgos laborales de los párrocos

Mossén Dámaso Ruiz Tintoré ha sido un sacerdote peculiar, distinto, con una manera de ejercer su trabajo muy sincera, personal y apasionadamente fervorosa, tanto que sorprendía y enganchaba a sus feligreses. A los 47 años de edad, murió el 8 de Mayo de 2018 en accidente de tráfico en el fatídico tramo de la Carretera N-340 en Alcanar. No soy el único que ha pensado en silencio quién evaluaba los riesgos que corría en su trabajo pastoral.
25 Julio 2018

Dámaso Ruiz era compañero de colegio de mi hijo Federico y era de los que venía a mi casa a jugar y a merendar. Sus trayectorias en los estudios fueron paralelas en la primaria y secundaria hasta que cada uno se buscó la vida en líneas diferentes y variadas aunque de vez en cuando se llamaban. Eran buenos amigos que disfrutaban de sus respectivas pasiones deportivas: el fútbol y el frontón. Dámaso era “periquito” (como se llama a los fans del RCD.Español de Barcelona) y asistía al campo con su bufanda y su bombo para animar a su equipo.

Con una vocación algo tardía nos sorprendió a todos anunciándonos que entraba en el Seminario de Barcelona para ser sacerdote. Parece ser que allí rompió con los cánones convencionales y aunque hubo superiores que arquearon las cejas o no entendían que renunciara a hacer Misas el domingo por la tarde cuando había partido de su equipo, acabaron por valorar sus aspectos positivos. Ya sacerdote ofició la boda de mi hijo Federico hace 4 años. Fue muy entrañable y cercano. Tal como el ejercía su profesión. Se hacía querer. No solo por sus amigos sino por sus feligreses.

Su energía y versatilidad le llevaron a ser párroco en Barcelona pero, especialmente, se encontró a gusto en las Terres del Ebre (Mora d’Ebre, Tivissa, Vinebre, La Torre de l’Espanyol y Ribarroja). Su último destino fue en Benicarló (Castellón). En todos los puntos donde ejerció, dejaba proyectos de continuidad en marcha que se basaban en la convivencia y la armonía entre los habitantes de la zona (deporte, teatro, cultura, música) núcleos humanos que él necesitaba ver con frecuencia para mantener la ilusión. Y en su vehículo a motor hacía así muchos kilómetros por los municipios donde había trabajado, sin menoscabo de los contactos que no solo mantenía con los compañeros de parroquias cercanas sino también con los obispados e incluso pocos días antes de su accidente estuvo en el Vaticano. Siempre con su vehículo y habitualmente conduciendo solo.

El día 8 de Mayo Dámaso madrugó para estar a tiempo en la zona del Ebro donde seguramente se había dispuesto una intensa jornada de animación de sus grupos de feligreses…. Se salió de la carretera N-340 a la altura de Alcanar y quedó gravemente herido en el interior de su vehículo hasta que le rescataron los Bomberos y aunque llegó con vida al Hospital Joan XXIII de Tarragona,falleció. El funeral se hizo en Barcelona donde están sus familiares más próximos y fue emocionante ver la respuesta de la Iglesia (habían al menos 50 sacerdotes y ofició el Obispo auxiliar) pero sobre todo ver llorar a muchísima gente que asistió para despedirle. Alli estuve con mi familia. Fede y Eli, su pareja, sollozando. Dámaso, su amigo cura, ya no se volvería a poner al teléfono como siempre que lo necesitaban.

Ciertamente, cuando todo ya ha ocurrido, es tarde hablar de lo que podría haber evitado el accidente. Conociendo a Dámaso, que a diario se planificaba la vida de la forma más práctica, efectiva, intuitiva y pasional, nos parece difícil que hubiera entrado en una organización preventiva que hubiera evaluado sus riesgos y le hubieran hecho una planificación de acciones de apoyo para la seguridad de su trabajo.

Como ocurre con todos los temas de movilidad, no es fácil hacer prevención con los trabajos de los profesionales a los que se da una cuota de libertad en auto-organizarse. Pero si los empresarios están obligados a velar por la seguridad de su plantilla de trabajadores, también las organizaciones religiosas deberían imponerse una tarea de prevención, protección y asesoría no solo de sus curas y monjas sino también de los diáconos, sacristanes y demás personal seglar que trabaje en las Iglesias y sobre todo, cuando tienen a su cargo un territorio más o menos amplio para ejercer su tarea pastoral. Aunque ellos estén todos más cerca de quienes desde el más allá pudieran tener más influencia en velar por su integridad, no creo que este sea un argumento que convenciera a un Inspector de trabajo si en algún momento alguien denunciara por daños y perjuicios de un accidente sufrido por un trabajador de las almas. Seguramente Dámaso desde donde esté me está diciendo al oído que porqué te metes José Luis en camisas de once varas.

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